A los 41años, y mientras se prepara para debutar como vedette, la Fulop habla de todo: de los prejuicios del ambiente hacia ella, de cómo salvó su matrimonio con Ova Sabatini y de su sueño de ser madre nuevamente.

Un conchero de Moria Casan será su amuleto de la buena suerte. Es que un poco de envidia habrá: a los 41 años, con un cuerpo perfecto y una cara divina, Catherine Fulop se pondrá las plumas y debutará como vedette. ¿Por qué? Porque puede. ¿Qué más? Ex modelo y exitosísima actriz de telenovelas, la venezolana también visitó el drama-policial y la comedia. Durante cinco años, Jorge Guinzburg la tentó con esto de las plumas y recién ahora aceptó: encabezará “Un país de revista”, en el Teatro Metro. Simpática y espontánea, mientras saborea el primer niguiri de una bandeja de sushi, en un restorán de Nuñez, Catherine adelanta de qué irá su debut revisteril: “Canto, bailo y hago un monólogo escrito por Jorge, al que le aporté cositas de lo difícil que es mantenerse bien a mi edad”. -¿Cuán difícil es? -Muy. Con los años, todo va para abajo, mi amor. Yo me cuido, pero ahora más que nunca para estar impecable en el show: voy a la dermatóloga, hago ejercicios, combato la celulitis con mesoterapia… Además, desde hace dos años estudio canto con Clara Terán para tener más herramientas y sentirme segura. ¡Pensar que mi sueño era ser actriz dramática! -¿Y qué pasó en el camino? -La vida. Y que no me convocaban para lo que yo quería. Ojo, acabo de hacer “Los Ex”, una comedia producida por Quique Estevanez (para Telefé) y estuvo divino. En su momento, también me llamó Adrián Suar para “Ilusiones”, pero después no me volvió a convocar. Pensé: ¿será mi acento que no me ayuda?, ¿creerán que sólo quiero protagónicos? Por eso, empecé a estudiar teatro con Julio Chávez y luego, desde hace dos años, con Augusto Fernándes. Hoy, por ejemplo, tengo clase hasta la una de la mañana. Fue un proceso en que empecé a salir menos en las revistas y a prepararme, porque quiero que me tomen en serio. -¿Sentís que no lo hacen? -No es eso. Pero moriría por un papel en “Mujeres asesinas”. -La revista es lo opuesto de lo que contás. ¿Cómo te convenció Guinzburg? -Me insistió cinco años y me dio vergüenza decirle que no, porque ya no me iba a llamar para nada (se ríe). Le tengo un eterno agradecimiento. Además de lomo, espero demostrar que puedo actuar, cantar y bailar. -Una nueva Catherine… -Sí. Cuando yo hacía telenovelas, no existía un “Montecristo” o un “Resistiré”. Eran culebrones menos jugados. Entonces, quedabas encasillada. Creo que no aproveché del todo esa etapa. -¿En qué sentido? -En cuanto a buscar buenos profesores. Yo vine acá para hacer “Déjate querer” (1994). Había estado viviendo un año en Italia y otro en España, donde era muy famosa por “Abigail” ((tira que protagonizaba con su ex marido, Fernando Carrillo). Conocía a todas las grandes estrellas, era muy amiga de Miguel Bosé. Un día, sonó el teléfono de casa, era Raphael y ¡yo no le creía! -¿Qué quería? -Me dijo que sus hijos morían por “Abigail”. Me invitó a su casa a conocerlos y la pasamos bomba. También conocí a Carmen Flores, a Rosario… Y era muy “pana” (compinche) de Alejandro Sanz. -Eran los tiempos de tu relación con Carrillo. Siempre se dijo que la pareja se quebró porque él era infiel y violento. -El matrimonio no funcionó porque éramos muy inmaduros. No hubo nada oscuro. Pero es cierto que hubo infidelidades. La noche de bodas me confesó que había terminado la despedida de soltero con una vecina. Esa es la verdad. Y no que estuvo con otro hombre o hubo golpes, como se dijo. En su momento, estuve muy resentida con él. Pero ahora tengo un marido divino, más bueno que el pan. Con Ova (Sabatini) nos conocimos en las grabaciones de “Déjate querer”. Yo venía de estar en la pavada, la noche y la movida, y él fue mi remanso. Me di cuenta, además, de que no sirvo para esa vida ni para que hablen mal de mí. -¿Te duele? -Mucho.Estoy peleada con media humanidad. Bah, casi… No voy a lugares donde hablen mal de mí o de mi familia. Se han burlado hasta de Gaby (Sabatini), que es una ídola nacional. A veces, los actores nos dejamos violar y después volvemos a ceder por miedo a que nos dejen de llamar. Ya no transo. No quiero que se rían de mí. -¿De qué sentís que se ríen? -Cuando dicen que Ova es celoso, o que no trabaja. Me duele. Es laburante como el mejor, mamita, y ni yo lo mantengo, ni él me mantiene. -¿Qué está haciendo ahora? -Sigue produciendo la obra “Chicas Católicas”. Y maneja un campo en Suipacha, donde cultiva y exporta arándanos. Pero antes hizo la película “Nada que perder” y la miniserie “Ciudad de pobres corazones”, entre muchas otras cosas. Yo saqué una línea de productos de belleza y ¿quién te creés que controla todo. El.Ova labura todo el día en la oficina y es el último en acostarse. Es ofensivo que lo menosprecien y lo desvaloricen. Ojo, no generalizo, porque también hay gente divina que me acompaña. Soy una tipa como cualquiera, no me la creo y la estoy peleando. Después de tanta fama y de ganar sueldos millonarios volví a la realidad. -¿Qué hiciste con tanta plata? -Tengo mi casa ,que compramos a medias con Ova, decorada divina. También ayudo a mi familia que vive en Venezuela, porque la situación, allá, es horrible. Hay un gobierno autoritario y el país está cada vez peor. La pobreza crece y nivelan para abajo. -¿Cómo están los tuyos? -Remándola. Papá tiene un local en el que arreglan gomas de autos y el año pasado le fue mal. -¿Los visitás seguido? -Hace un año que no voy. Pero en noviembre pasado nos reunimos todos en Miami, en lo de una de mis hermanas. Todas las semanas hablo con mis padres y, cuando cuelgo, me pongo muy mal porque los extraño. Lo que más me duele es que están envejeciendo y yo no estoy para acompañarlos. Tuve un desarraigo voluntario, pero doloroso. Cuando me cayó la ficha, fue como si me explotara una bomba atómica por dentro. Amo a la Argentina, es el país de mis hijas y se los voy a respetar. Pero me sigue costando la distancia. -¿Qué recuerdo de ellos te acompaña? -Mamá cocinando arepa, que es un tortita de maíz rellena, o nata ,un queso crema exquisito. Somos siete hermanos. ¡Hay que cocinar para tantos! -¿Volverías a tu país, entonces? -Extraño a mi gente, pero ya no puedo volver a vivir allá. En el peor momento de la crisis argentina pensé en irme a Estados Unidos, pero jamás a Venezuela. Lo que pasó aquí también fue duro. En 2002, vivimos un episodio confuso, con un supuesto intento de secuestro de mis hijas (Oriana, de 10 años, y Tiziana, de siete), y tuve que mudarme de mi casa en San Isidro. Ahora vivo en un barrio cerrado y las nenas andan con custodia. -¿Te molesta? -Es lo que me toca, y en un punto está bueno que alguien fijo se ocupe de llevarlas y buscarlas. Yo, los fines de semana, me la paso de remisera de ellas. Soy una mamá obsesiva y culposa. Mi trabajo tiene algunas cosas malas, como que se hablen en los medios cosas feas de mí, o que algún compañerito de escuela, por celos, les diga algo a las nenas. Se la tienen que bancar. Por eso, hubo un tiempo en que me guardé. -Hace algunos años, vos y Ova tuvieron un distanciamiento. Pero ahora se los ve muy bien. ¿Hay secretos para reinventar el matrimonio? -Estamos juntos desde el 94 y todas las parejas tienen sus momentos. Una clave es que los dos somos buena gente (se ríe); él es bárbaro y muy comprensivo. También resulta fundamental tener nuestro espacio: un día a la semana lo dejamos para estar solos, charlar, hacernos mimitos. Si se puede más, mucho mejor, pero sabemos que ese es el piso mínimo que tenemos que buscar. -¿A dónde se escapan? -Al cine, a comer o a un “telito”. Ya sabes, con hijos, la casa deja de ser un sitio sexual. Se acabó la época en que te paseabas medio en bolas por el living. Por ahí, estás a pleno con tu marido y la nena te toca la puerta… -En el caso de ustedes, los dos son atractivos. ¿Qué tanto influye la belleza, después de tantos años, en la relación? -A los dos nos importa lo físico, sin dudas. Pero tenemos un vínculo que no depende de eso, aunque sea un componente que suma. Nuestra relación es muy profunda, y eso es lo que cuenta a la hora de seguir juntos. Tanto es así, que si me pasara algo, Dios no lo permita, sé que Ova me seguiría queriendo de la misma manera. Lo mismo me pasa a mí con él: si engorda unos kilitos, por decirte algo, mis sentimientos no cambiarían para nada. De hecho, en mi caso, yo quedé gorda después de los embarazos y Ova jamás me lo hizo notar, aunque yo me esforzaba en bajar de peso. Para él, a mí siempre se me ve bella, el pelo lo tengo re-bien (se ríe), estoy divina. Es un amor. -¿Pensaron en tener más hijos? -Sí, de hecho el año pasado hicimos todo tipo de tratamientos, pero no quedé. Que las hormonas, que el endometrio… La cosa es que me engordaron un montón hasta que el médico me dijo que me lo tomara con calma, que no me volviera loca con el tema. Se verá. Igual, yo ya tengo una familia lindísima.