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Recuperar algo de dignidad

COPARTICIPACIÓN (*)

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La Constituyente provincial se ha convertido también en el escenario de un renovado debate sobre la coparticipación. Otra vez la cíclica discusión acerca de cómo repartir la torta estableciendo nuevos mecanismos e institutos formales que confirman su existencia, perfeccionándolo.


El sistema de coparticipación de impuestos es tal vez una de las razones profundas que explican la decadencia nacional. El mismo da por sentado el criterio de que un estamento del estado recauda y lo distribuye al resto. En nuestro país se ha universalizado lamentablemente esta visión desde hace muchas décadas. El espíritu de la Constitución de 1853 era claramente federal, ya no desde la frase hecha sino que pregonando su ejercicio con responsabilidad y coherencia. Para ello las provincias debían recaudar por si mismas para sostener su funcionamiento conservando así sus derechos e independencia de criterio. Algunos intentos para modificar esta idea federal aparecieron poco antes, pero es recién en la pasada década del 30 cuando nace el sistema de coparticipación tal cual lo concebimos hoy. Aparece entonces esta bisagra en la historia argentina que, bajo la siempre funcional aparición de una crisis, paso a manos de la Nación la recaudación. Eso fue el principio del fin para el federalismo argentino. Las provincias cedieron no solo sus derechos fiscales sino también, la herramienta más eficaz para proteger su autonomía. El resto es ya conocido. Una y otra vez en los años subsiguientes, la inmensa mayoría de legisladores nacionales de cada una de las provincias le dieron el visto bueno, dándole marco de legalidad, a esta nueva forma de esclavitud federal que perfeccionó nuestra timorata dirigencia. Gobiernos democráticos y de los otros, han renovado permanentemente esta forma de humillar a las provincias, que por su parte, como corderos, han también avalado esta forma de renunciar a sus propios derechos. Este perverso sistema es el que hace que los gobernadores de turno de cualquier provincia deban ser condescendientes con el Presidente para recibir los favores fiscales en el reparto. Si no lo hacen, corren el riesgo de no poder afrontar sus compromisos. Obviamente que el hacerlo, tiene su precio, el tácito apoyo al oficialismo. La justificación que llevó a la implantación de este inmoral régimen de coparticipación es, cuando no, la “ilusión igualitaria”. La consigna fue ” una distribución igualitaria que beneficie a los distritos pobres con el excedente de las regiones con recursos fáciles y abundantes”. El socialismo avanzó en esa construcción intelectual que bajo la demagógica idea de privilegiar la igualdad logró no solo profundizar esa brecha que pretendió minimizar, sino que además condenó a la más humillante forma de vincularse en la política contemporánea. No toda la responsabilidad la ha tenido la dirigencia política de diferentes épocas. Subyace en la sociedad esa idea de que el más fuerte debe proveer recursos al más débil. Enmarcada en esa concepción ideológica se valida esta idea de que las provincias pobres deben ser mantenidas por las mas ricas, y para ello quien mejor que la paternal figura del Estado Nacional para velar por la supuesta equidad de ese reparto. Parece simple. El Gobierno Nacional recauda y le asigna recursos a las provincias pobres para achicar la brecha que las separa de las mas ricas. Esto supone que el recaudador es equitativo cumpliendo esta premisa, confiscando recursos a los más ricos y repartiéndolo entre los más débiles. Simpática, infantil e inmoral visión por cierto. Es paradójico que en tiempos de tanto cuestionamiento al capitalismo como sistema de ideas, los adalides de la redistribución, la economía planificada y el rol activo del Estado, promuevan mas los valores del “patrimonio económico” que los que tienen que ver con la dignidad en la forma de obtener lo propio. Este mismo régimen se ha replicado en la relación provincias y municipios. Los intendentes se vinculan de igual modo con los gobernadores. Los municipios y las provincias deben recuperar no solo su capacidad de recaudar y gestionar sus propios recursos. Es tiempo de recorrer caminos de razonabilidad y responsabilidad. Tal como lo hacemos en nuestras economías familiares, se trata de adecuar nuestros egresos a nuestros ingresos, sin perder la dignidad que nos aporta el trabajar para obtenerlo, sin regalos, sin pasar por la mendicidad, con la frente alta. Es por ello que hoy, entristece el pobre debate local al que asistimos donde hemos canjeado autonomía municipal por el desfile mendicante de intendentes. Pasa en todos los ordenes. Los gobernadores viajan a la Capital Federal para ponerle precio a su sumisión. A cambio consiguen un respirador artificial que les da oxigeno por unos meses, plazo nunca superior al de la próxima contienda electoral. No se trata de municipios pobres o ricos. La cuestión pasa por darle valor moral a lo construido, eso que pretendemos transmitir a nuestros hijos. El progreso que es sino una lucha moral donde cada uno construye su destino a partir de sus propias decisiones. No se trata solo de acumular riqueza. Va un poco más allá de eso. Tiene que ver con la búsqueda de la felicidad y en esa lucha, la libertad, el derecho a decidir por si mismo, la dignidad del error propio, tendrán siempre mayor valor que el hecho de recibir esa dádiva que nada nos ha costado, y que nos degrada como sociedad porque nos hace poseedores de aquello por lo que no nos hemos esforzado. Es tiempo de moralizar el sistema. Los municipios no pueden caer en la trampa de replicar el humillante mecanismo, negociando puntos porcentuales con burócratas que poco saben de generar riqueza y que se especializan en repartir lo que otros, que no se sientan a la mesa, producen. Recuperemos algo de nuestra dignidad. Recaudemos en cada municipio, en cada provincia, y como sucede en países realmente federales, no solo en sus recitados discursos sino en sus efectivas decisiones, enviemos los recursos que sean necesarios para que un Estado Nacional, moderado en su tamaño, pueda ocuparse de aquellas responsabilidades que hemos decidido delegar en él. Es triste ver el desfile de gobernadores e intendentes, arrodillándose. La responsabilidad fiscal de la que tanto se ha hablado debería ponernos en el debate correcto de analizar cuanto debe gastar un municipio y cuanto recaudar localmente para sostener su funcionamiento. Es para ello preciso soñar con recuperar ese terreno que cedimos los municipios y las provincias a la Nación. El desafío es recuperar esos recursos que le pertenecen originariamente a cada ciudadano y que autoritariamente les ha esquilmado ese voraz elefante estatal que siempre encuentra justificación para gastar más a expensas de los pocos que generan riqueza, logrando más empobrecimiento que crecimiento. Sin dudas, nos falta mucho para llegar hasta ahí. Algunos imprudentes le han dado rango constitucional a esta perversa figura que legaliza la mendicidad. De esta manera han conformado una intrincada maraña legal difícil de desenredar. Ahora se discute en nuestra provincia en la misma línea. Muchos parecen estar cayendo en el juego de validar el sistema desperdiciando otra vez la oportunidad de recorrer el camino inverso que nos acerque a la dignidad y ponga límite al concentrado poder tan propio de estos tiempos. (*) Recibido por Corrientes al Día de Alberto Medina Méndez; amedinamendez@arnet.com.ar; Corrientes; Argentina

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Cuando el mérito no importa

OPINIÓN (*)

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Dijo en San Juan el presidente Fernández: “lo que nos hace evolucionar o crecer no es el mérito, como nos han hecho creer en los últimos años, porque el más tonto de los ricos tiene muchas más posibilidades que el más inteligente de los pobres”.


Esto es tan falso, tan terriblemente insultante para la inteligencia, que es difícil decidir por dónde empezar a analizarlo.  Sólo diré que Steve Jobs (Apple), Bill Gates (Windows), Jeff Bezos (Amazon) y Marcos Galperin (Mercado Libre), son algunas de las fortunas más grandes del mundo y de Argentina, y NINGUNO fue hijo de rico.  Este pelotudismo socrático y retrógrado ha sido totalmente superado en los países desarrollados… ¡Y PRECISAMENTE PORQUE LO SUPERARON SON DESARROLLADOS!

 

Luego invocó a Alberdi y Sarmiento, reinterpretándolos con un pensamiento tan retorcido que los vuelve irreconocibles.  Dijo admirarlos porque “vislumbraron la importancia de la educación pública, que nada es más importante que el conocimiento humano” y del sanjuanino aseguró que “en un gesto inigualable de igualdad, resolvió que todos los que estudian en la escuela pública calcen un guardapolvo blanco para que las diferencias sociales allí donde se aprende no aparezcan.  Con todo eso nos dijo que el estado debe estar muy presente en el desarrollo humano y que finalmente lo que más vale es la igualdad, es propender a un sistema más igualitario”.

 

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Pobres Alberdi y Sarmiento.  Si pensamos cuales referentes históricos argentinos estuvieron absolutamente en contra de la intromisión del estado (que debía ser pequeño) en el quehacer cotidiano de los ciudadanos, fueron sin dudas estas dos inmensas figuras de nuestra patria.  Hacer semejantes distorsiones de su pensamiento es una ofensa a sus memorias y, como se hacía en la escuela, debería lavarse la boca con jabón para limpiar sus palabras.

 

Alberdi decía que “la omnipotencia del Estado es la negación de la libertad individual” y que “la grandeza del vecino, forma parte elemental e inviolable de la nuestra”, LO OPUESTO al igualitarismo y el desconocimiento del mérito.

 

¿Y qué pensaba Sarmiento?, al que dijo admirar.  El sanjuanino dijo: “las cumbres se alcanzan doblando el empeño” y “toda la historia de los progresos humanos es la simple imitación del genio”; Don Domingo era un ferviente defensor del mérito, concepto que el señor presidente denigra.

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Es increíble que en la actualidad, con lo fácil que es conocer la realidad de otros países, todavía existan personas “educadas” (en realidad son apenas instruidas, la educación implica pensamiento crítico algo que les es ajeno) que sean tan ciegas como para dejarse engañar así.

 

El presidente habla de defender el federalismo y a las provincias del “pulpo” del puerto, cuándo el mayor héroe de esta gente fue Rosas, quien prohibió los puertos del Paraná para que todo el comercio exterior pasara por Buenos Aires, empobreciendo a las otras provincias.  Obsesión rosista por el monopolio del puerto porteño que condujo a la muerte a valerosos patriotas en la Vuelta de Obligado, sacrificio disfrazado con la mentira de la “defensa de soberanía”.

 

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Valga la apostilla: ese fue el mismo Rosas que le quitó los sueldos a los docentes de las escuelas y universidades estatales, hundiendo en la ignorancia a los pobres y yendo en contra de la tan mentada “igualdad de oportunidades” con la que se llenan la boca.

 

¿Habla del federalismo y de trato igualitario para todas las provincias?, cuando el peronismo fue el mayor promotor del crecimiento del conurbano bonaerense y que le otorgó tantos subsidios a la luz, el gas y a los combustibles, que hacía que en Buenos Aires se pagara hasta 5 veces más barato los servicios públicos que en el resto del país.  ¿En serio?  ¿Se puede ser tan caradura?  Y lo peor, ¿se puede ser tan idiota como para creerles?

 

También dijo Fernández: “lo que uno más debería desear como argentino, es que cada argentino tenga la oportunidad de nacer…”, ¿oportunidad de nacer?, ¿de qué oportunidad de nacer habla quien defiende el aborto?, ¿se puede ser más cínico y contradictorio?  “…Y de morirse feliz después de haber vivido bien, en la provincia donde ha nacido”, ¿morirse feliz?, ¿Cómo Solange que murió sin ver a su padre?, ¿o Facundo Astudillo?, ¿o Franco Martínez?, ¿o Franco Isorni?, ¿o Luis Espinoza?, todos desaparecidos y muertos en democracia en este 2020.

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Entiendo (no comparto) que los que “están prendidos” defiendan “el modelo”… ¿pero el resto?, ¿el laburante que deja más de la mitad de su sueldo en impuestos para mantener punteros y para que le den por sus impuestos la porquería de salud, educación, seguridad y justicia que tenemos?, ¿el profesional que como universitario debería ser capaz de ver más allá de las mentiras de los demagogos?  Cómo decía Sarmiento y se aplica a los “educados” que egresan de la universidad: “era el que más sabia… Pero el que menos entendía”.

 

Lo cierto es que a decir del gran sanjuanino: “la ignorancia es atrevida”, pero aún es más atrevida la avaricia, la soberbia y el despotismo de quienes conducen hoy el destino de nuestra patria y que lejos están de seguir el siguiente principio rector del cuyano: “fui criado en un santo horror por la mentira, al punto que el propósito de ser siempre veraz ha entrado a formar el fondo de mi carácter y de ello dan testimonio todos los actos de mi vida”.

 

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Quienes creemos en la Libertad, en la igualdad ante la Ley y no por la Ley, y en el Respeto por la vida y la propiedad del prójimo, no solo tenemos el deber ético y moral, sino también la impostergable necesidad de oponernos y manifestarnos en contra de los atropellos que se están cometiendo contra los argentinos y contra la República.   

 

El momento es YA… antes de que terminen de hundirnos y de someternos, antes de que no quede nada por salvar.

(*)  Rogelio López Guillemain

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Opinión

Reconvertir proyectos e innovar

POR MARIA EUGENIA MANCINI

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La pandemia de COVID-19 ha tenido un impacto profundo en nuestras sociedades. Además de la crisis sanitaria, ha afectado la educación, la vida social y los medios de subsistencia. A una economía difícil, esto lo ha profundizado aún más.


Para nuestros jóvenes muchos de estos impactos será a largo plazo y multidimensionales: Por ejemplo, 191 países han implementado el cierre de escuelas a nivel nacional o local, y 1,5 mil millones de personas no pueden asistir a la escuela ya que no disponen de tecnología básica para acceder a las plataformas educativas.

 

Sin embargo, hay muchos jóvenes liderando esta crisis y no se han quedado de brazos cruzados. Hay una Juventud que está apoyando el diseño y la ejecución de programas sociales pensando en caminos creativos y de respuesta.

 

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También debemos destacar la variedad de emprendimientos que han surgido adaptando propuestas comerciales a estos nuevos tiempos donde se pudo ver la creatividad y el desarrollo de productores locales.

Es fundamental continuar apoyando estos proyectos para que tengan continuidad formulando estrategias competitivas, incentivando y se conviertan en micro empresas sustentables económicamente.

 

Sumar programas de recuperación en base a economías locales y ver como su fuerza creativa comienza a enriquecer a instituciones, proyectos sustentables  y caminos nuevos para salir adelante.

 

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Pienso que un camino de desarrollo  es no solo fortalecer las economías regionales sino volver a los oficios, capacitarnos y tener herramientas prácticas para generar recursos propios.

 

Estamos atravesando un momento de reinvención muy grande y donde más que nunca necesitamos estar unidos, sacar nuestras fortalezas y trabajar juntos como sociedad pensando en lo que queremos construir, diseñando la sociedad futura, poniendo  foco en nuestros recursos y liderar.

 

Es fundamental generar herramientas para crear una sociedad más igualitaria y solidaria y no solo como respuesta a la pandemia sino también pensando a largo plazo y abordando todos  el compromiso de crear un cambio duradero.

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Opinión

La “borocotización” de Alberto

(*) OPINIÓN

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Recuerda una crónica del diario perfil: “Eduardo Lorenzo Borocotó el 23 octubre de 2005 obtuvo una banca. Pero antes de asumir algo cambió. El 9 de noviembre visitó la Casa Rosada, acompañado por su hijo. ¿Con quién tenía cita? Con el actual presidente Alberto Fernández, quien era jefe de gabinete de Néstor Kirchner.  Borocotó se reunió con los dos. A Kirchner no lo conocía. A Fernández, sí.


El mismo día del encuentro en la Rosada, Borocotó anunció su partida del bloque macrista: armó un mono-bloque independiente, afín al kirchnerismo. Alberto Fernández explicó la jugada: "Tenemos que ser amplios. Hay muchos votantes y dirigentes de ARI que están descontentos con Carrió, por ejemplo. Y nosotros estamos abiertos a recibirlos, así como a los radicales, peronistas y a todos los que crean en el proyecto del Presidente".

 

En nuestras democracias actuales, se debería empezar a pensar en que los ciudadanos, en vez de elegir a personas que encarnen proyectos, ideologías, o letras muertas de lo establecido en partidos políticos, votemos directamente, proyectos, propuestas, modelos o formas de hacer las cosas y que la ejecución de las mismas, pase a ser un tema totalmente secundario, esto sí podría denominarse algo que genere una revalidación de lo democrático, pero no estamos en condiciones de hacerlo actualmente, primordialmente porqué el gobierno de ese pueblo, está en manos de uno sólo, a lo sumo, en cogobierno por un legislativo (con flagrantes problemas en relación a la representatividad, que sería todo un capítulo aparte el analizarlo) y supeditado a un judicial, que siempre falla, de fallar en todas sus acepciones, liberar la opción de ese pueblo, para que elija su gobierno, mediante las ideas que se le propongan, sin que sea esto eclipsado por la figura de un líder o lo que fuere, en tanto y en cuanto siga siendo uno, recién podrá ser posible, cuando su vínculo con la vida y la muerte, no tenga que ser anatematizado mediante la creencia o no creencia, que como vimos son las dos caras de una misma moneda, en un ser único y todo poderoso, creador de este mundo y de todos los otros, los posibles como los imposibles.

 

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La violencia del estado que en la actualidad se traduce en su sobre-presencia en ciertos sectores a costa de la ausencia del mismo en vastas áreas y bolsones, la sobreactuación de un supuesto sentir o hacer democrático, en donde sólo se ejerce una dudosa aclamatoria de mayorías (sistemas de preselección de candidatos cerrada, como internas que no se llevan a cabo, que transfieren el sentido de elegir por el de optar, entre quiénes ellos, de acuerdo  a sus reglas disponen que tengamos que optar, es decir elegir condicionados) debería estar tipificado en la normativa, como uno de los delitos más flagrantes contra las instituciones y el pleno ejercicio de la libertad, de tal manera, la ciudadanía no tendría excusas como para no levantarse en puebladas, en manifestaciones que dan cuenta de la total y absoluta anomia, en que la incapacidad de cierto sector de la clase política nos puede volver a conducir en cualquier otro momento u oportunidad. Propuestas es lo que sobra, se precisa de predisposición de estos para hacerles sentir a la ciudadanía que algo determinan, con el pago de sus impuestos y con sus votos. En tiempos electorales, una práctica que debería ser desterrada y que es una muestra expresa del democraticidio, es la compra de votos, sea mediante una dádiva, prebenda, por intermedio de corte de chapas, dinero, mercadería, merca o lo que fuere, como de las mentiras flagrantes e inconsistentes las que ofrecen por doquier. Como también lo es la no sanción de los hechos de corrupción, o la dilación en demasía para resolver los mismos, perpetrados por hombres que hayan pertenecido al funcionariado público.

 

Si somos presa de políticos corruptos seguiremos encarcelados en el imperativo de una sociedad penalizada y penalizante para sancionar delitos y no para reconvertir conductas que no nos lleven a ellas.

 

Hasta aquí sí se quiere, nada nuevo bajo el sol, o desconocido para todos aquellos a quiénes, Alfonsín nos prometió que con “la democracia se educa, se come, se cura, no necesitamos nada más, que nos dejen de mandonear…” la nueva modalidad, de estas suertes de “democraticidios” que nos afectan, es que el poder unipersonal del ejecutivo nacional, pasó a un sistema, tal como lo definió un constitucionalista “vicepresidencialista” y por tanto, Alberto, el creador del “borocotismo”, tal como Víctor Frankenstein, pasó a ser víctima de su propia creación, de su mutación práctica de lo representativo.

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En la aceleración, profundización o intensificación del cristinismo, camporismo o kirchnerismo recargado, en el que recayó Alberto, no quedaría otro espacio en la historia para él, que un título de un libro escrito por Miguel Bonasso, acerca de Héctor Cámpora; “El presidente que no fue”.

 

La mayoría que se construyó a tales efectos, con una propagación mayor que la de un virus desconocido y contagioso, se reconstituye con proverbial dinámica y en las próximas elecciones demostrará cuán cerca o lejos puede estar de un poder político, en la actualidad, “borocotizado”.

 

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(*) Por Francisco Tomás González Cabañas.

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