Opinión
Retorno al pensamiento único
NÉLIDA BAIGORRIA
Camisa roja, brazo derecho en alto, puño cerrado y un rostro vociferante frente a un micrófono, es sólo una foto aparecida en este diario el 20 de abril.
(lanacion.com.ar) Por su simbología, tal vez podría ubicarse en una tribuna de los tiempos de Stalin; también, en algún país de Europa oriental, anterior a la caída del Muro de Berlín, o de la Cuba castrista; sin embargo, se trata de la imagen de Hugo Chávez, presidente de Venezuela, que ilustra un artículo en el cual se informa que el estudio del marxismo se instituye como materia obligatoria (cuatro horas semanales) no sólo en establecimientos educativos sino también en empresas, tanto públicas cuanto privadas, en sindicatos y en cuarteles cuyos miembros, a su vez, deberán exclamar en sus arengas militares, a viva voz: “¡Patria, socialismo o muerte!”. He aquí, entonces, un caso indiscutible de imposición del pensamiento único. ¿Qué está ocurriendo, pues, en América latina? ¿Qué perversa ley histórica nos condena a retroceder décadas -cuando estamos luchando por afirmar la democracia- para volver a vivir dictaduras encubiertas en populismos ominosos, encarnados en demagogos palabreros que encandilan a las masas uncidas aún al pensamiento mágico y susceptibles, por lo tanto, de creer en la promesa de un paraíso futuro que jamás llegará? ¿ Por qué, si no por esas defecciones institucionales, con nuestras formidables riquezas no hemos levantado aún la infraestructura necesaria para montar sobre ella la economía dinámica, imprescindible para el desarrollo material y humano de nuestros pueblos, y somos, en cambio, el subcontinente donde la inequidad social ocupa el primer lugar en el mundo? Los interrogantes se imponen para desentrañar este oscuro proceso que, de expandirse, nos conducirá a nuevas dictaduras sangrientas. ¿Por qué cuando rescatamos la democracia, con mucha muerte y dolor, no sabemos defenderla, custodiando celosamente las instituciones republicanas, y por nuestra astenia cívica permitimos el abuso del poder y la reedición de sistemas que trabajarán para ahogar las libertades y proscribir la justicia? ¿Serán nuestras raíces étnicas las que nos inducen a estas permanentes recaídas en autoritarismos cerriles, que nos obturan el camino hacia la realización del país en el que nacimos dentro de un ámbito de respeto a la ley y al mandato soberano de libre albedrío? ¿Cuál de las raíces hispánicas predominó en la filosofía política de sus descendientes americanos: la España del absolutismo de los Habsburgos o la de los comuneros de Castilla, cuyo jefe, derrotado en la batalla de Villalar, optó por la muerte antes que entregar las instituciones de la libertad al dominio de Carlos V? Los hombres de la gesta emancipadora libraron todos los combates por el triunfo de la libertad, pero el poder despótico y la añoranza de la Colonia quedaron larvados en la estructura social de las nuevas repúblicas y cobraron virulencia en distintas etapas de su historia, bajo la égida de caudillos considerados providenciales o por las armas, con la conducción de algún militar sedicioso, ávido de poder. ¿No fue aleccionadora la experiencia del siglo XX, cuando por los años cuarenta, y hasta más allá de la Segunda Guerra vivimos aherrojados por concepciones totalitarias? Finalizado el conflicto bélico en 1945, mientras Europa occidental y Japón desarticulaban las estructuras fascistas e imperiales y avanzaban con el rescate de la libertad hacia el desarrollo y la conquista del Estado de derecho, en estas tierras se erigían, con sorprendente sincronismo, regímenes antidemocráticos y líderes investidos de poderes absolutos bajo la máscara republicana por haber accedido al poder con el voto popular, como si éste fuera el único requisito que pone en vigencia las instituciones republicanas: “división de poderes, periodicidad de los cargos políticos, publicidad de los actos de gobierno, austeridad en el ejercicio de las magistraturas…” La memoria nos acerca, sin embargo, los nombres de quienes gobernaron nuestros países en ese largo período y cómo la imposición del pensamiento único fue el cartabón común, así como el vínculo ideológico de esos regímenes que no trepidaron en asimilar su concepción política a una supuesta doctrina nacional, de cumplimiento obligatorio con el riesgo de caer en el anatema de traidores a la patria, y donde quien abrigara otras convicciones no era considerado adversario, sino enemigo, al que se le negaba hasta el derecho a la justicia. Stroessner en Paraguay; Ibáñez en Chile, Banzer en Bolivia; Odría en Perú; Rojas Pinilla en Colombia; Pérez Jiménez en Venezuela; Trujillo en República Dominicana; Somoza en Nicaragua; Batista en Cuba; en nuestro país, el unicato de Juan Perón, y en España, el régimen falangista corporativo de Franco, único sobreviviente de la derrota del nazismo; justificada luego su permanencia por los aliados occidentales, a pesar de la promesa a los republicanos, en la necesidad estratégica de alzar murallas contra el avance comunista. El pensamiento único se entronizó así en nuestras tierras de Sudamérica y del Caribe; quienes vivimos ese infausto ciclo y mantenemos intactos los recuerdos del pasado no necesitamos acudir a las investigaciones históricas para documentar que el pensamiento único no es más que un sistema de ideas que guía el accionar de gobiernos dictatoriales o populistas, impuesto como dogma político obligatorio para todo el país. La metodología para exigirlo radica en el origen; si se trata de dictaduras militares surgidas de golpes de Estado el pensamiento único aparece ya en las proclamas iniciales y se consolida en leyes e instrumentos jurídicos de facto con jerarquía supraconstitucional. En los populismos seudodemocráticos, el avance es más lento, puesto que, al tomar el poder por medio del sufragio, deben primero afirmarlo en el pueblo y, progresivamente, con todos los recursos del “pan y circo” comenzar el desarme de la democracia. El pensamiento único es la base filosófica del despotismo: proscribe la libertad individual, el derecho a la autodeterminación; transforma al ciudadano en súbdito; hace trizas la división de poderes; no admite la prensa libre; constituye férreos monopolios para informar según sus conveniencias; persigue, hasta desintegrarlos, a los partidos políticos opositores; integra tribunales con jueces títeres; somete al Congreso a sus designios; transforma la educación en un instrumento para adoctrinar a la juventud; la afiliación al partido gobernante es una afrenta que inflige a la dignidad cívica de la ciudadanía. Expulsa a intelectuales, no adictos y compra “conversiones ideológicas” con prebendas, cargos públicos, millonarios contratos que el poder apaña y mercedes dignas de los privados de palacio. En síntesis, el pensamiento único considera al Estado un bien del cual puede disponer de acuerdo con su arbitrio, comparable con una inquisición laica cuyas consignas aluden a la muerte ante la posible derrota. “¡Patria, socialismo o muerte!”, proclama Chávez. La guerrilla montonera vociferaba: “¡Perón o muerte!”, y no quedó suelo argentino que no fuera ensangrentado. En este siglo XXI, las raíces del pensamiento único están reverdeciendo en América latina. Un prelado de Santa Cruz, monseñor Romanin, ha señalado también los peligrosos pródromos que ya se evidencian en nuestro país y se potenciarán con el tiempo. El sociólogo Filmus ha manifestado, a su vez, que en el currículum educativo se incluye una materia denominada Construcción de la Ciudadanía, que llegará a las aulas dentro de dos meses. ¿Cuáles serán sus cimientos: la Revolución de Mayo o la época de los 70, expresada en la consigna del “luche y vuelve”, cuya significación fue explicada con singular claridad en un reportaje, transmitido por el canal oficial, al jefe montonero Firmenich, quien desde Barcelona afirmó que ellos no concibieron la doctrina por la que lucharon como ideólogos; nombró, entre otros, a Perón y a Eva Duarte, y destacó que los montoneros fueron sólo sus ejecutores. El pensamiento único impuesto desde el poder consuma siempre el objetivo de abolir una de las conquistas más fecundas del sistema democrático: el derecho de expresar las ideas sin censura previa, de disentir sin riesgo de comprometer posiciones personales, de defender la libertad subjetiva, la soberanía personal sin la cual se degrada la condición humana. Creen los que se sienten omnímodos que los adictos que cosechan con su demagogia serán siempre leales al sometimiento y la humillación, se equivocan, porque, como lo dijera aquel patriota poeta de la gloriosa generación del 37, Esteban Echeverría, albacea de la Revolución de Mayo, según el gran Alfredo Palacios: “La fuerza hace hipócritas, no creyentes, y engendra el fanatismo y la guerra”.
Dijo en San Juan el presidente Fernández: “lo que nos hace evolucionar o crecer no es el mérito, como nos han hecho creer en los últimos años, porque el más tonto de los ricos tiene muchas más posibilidades que el más inteligente de los pobres”.
Esto es tan falso, tan terriblemente insultante para la inteligencia, que es difícil decidir por dónde empezar a analizarlo. Sólo diré que Steve Jobs (Apple), Bill Gates (Windows), Jeff Bezos (Amazon) y Marcos Galperin (Mercado Libre), son algunas de las fortunas más grandes del mundo y de Argentina, y NINGUNO fue hijo de rico. Este pelotudismo socrático y retrógrado ha sido totalmente superado en los países desarrollados… ¡Y PRECISAMENTE PORQUE LO SUPERARON SON DESARROLLADOS!
Luego invocó a Alberdi y Sarmiento, reinterpretándolos con un pensamiento tan retorcido que los vuelve irreconocibles. Dijo admirarlos porque “vislumbraron la importancia de la educación pública, que nada es más importante que el conocimiento humano” y del sanjuanino aseguró que “en un gesto inigualable de igualdad, resolvió que todos los que estudian en la escuela pública calcen un guardapolvo blanco para que las diferencias sociales allí donde se aprende no aparezcan. Con todo eso nos dijo que el estado debe estar muy presente en el desarrollo humano y que finalmente lo que más vale es la igualdad, es propender a un sistema más igualitario”.
Pobres Alberdi y Sarmiento. Si pensamos cuales referentes históricos argentinos estuvieron absolutamente en contra de la intromisión del estado (que debía ser pequeño) en el quehacer cotidiano de los ciudadanos, fueron sin dudas estas dos inmensas figuras de nuestra patria. Hacer semejantes distorsiones de su pensamiento es una ofensa a sus memorias y, como se hacía en la escuela, debería lavarse la boca con jabón para limpiar sus palabras.
Alberdi decía que “la omnipotencia del Estado es la negación de la libertad individual” y que “la grandeza del vecino, forma parte elemental e inviolable de la nuestra”, LO OPUESTO al igualitarismo y el desconocimiento del mérito.
¿Y qué pensaba Sarmiento?, al que dijo admirar. El sanjuanino dijo: “las cumbres se alcanzan doblando el empeño” y “toda la historia de los progresos humanos es la simple imitación del genio”; Don Domingo era un ferviente defensor del mérito, concepto que el señor presidente denigra.
Es increíble que en la actualidad, con lo fácil que es conocer la realidad de otros países, todavía existan personas “educadas” (en realidad son apenas instruidas, la educación implica pensamiento crítico algo que les es ajeno) que sean tan ciegas como para dejarse engañar así.
El presidente habla de defender el federalismo y a las provincias del “pulpo” del puerto, cuándo el mayor héroe de esta gente fue Rosas, quien prohibió los puertos del Paraná para que todo el comercio exterior pasara por Buenos Aires, empobreciendo a las otras provincias. Obsesión rosista por el monopolio del puerto porteño que condujo a la muerte a valerosos patriotas en la Vuelta de Obligado, sacrificio disfrazado con la mentira de la “defensa de soberanía”.
Valga la apostilla: ese fue el mismo Rosas que le quitó los sueldos a los docentes de las escuelas y universidades estatales, hundiendo en la ignorancia a los pobres y yendo en contra de la tan mentada “igualdad de oportunidades” con la que se llenan la boca.
¿Habla del federalismo y de trato igualitario para todas las provincias?, cuando el peronismo fue el mayor promotor del crecimiento del conurbano bonaerense y que le otorgó tantos subsidios a la luz, el gas y a los combustibles, que hacía que en Buenos Aires se pagara hasta 5 veces más barato los servicios públicos que en el resto del país. ¿En serio? ¿Se puede ser tan caradura? Y lo peor, ¿se puede ser tan idiota como para creerles?
También dijo Fernández: “lo que uno más debería desear como argentino, es que cada argentino tenga la oportunidad de nacer…”, ¿oportunidad de nacer?, ¿de qué oportunidad de nacer habla quien defiende el aborto?, ¿se puede ser más cínico y contradictorio? “…Y de morirse feliz después de haber vivido bien, en la provincia donde ha nacido”, ¿morirse feliz?, ¿Cómo Solange que murió sin ver a su padre?, ¿o Facundo Astudillo?, ¿o Franco Martínez?, ¿o Franco Isorni?, ¿o Luis Espinoza?, todos desaparecidos y muertos en democracia en este 2020.
Entiendo (no comparto) que los que “están prendidos” defiendan “el modelo”… ¿pero el resto?, ¿el laburante que deja más de la mitad de su sueldo en impuestos para mantener punteros y para que le den por sus impuestos la porquería de salud, educación, seguridad y justicia que tenemos?, ¿el profesional que como universitario debería ser capaz de ver más allá de las mentiras de los demagogos? Cómo decía Sarmiento y se aplica a los “educados” que egresan de la universidad: “era el que más sabia… Pero el que menos entendía”.
Lo cierto es que a decir del gran sanjuanino: “la ignorancia es atrevida”, pero aún es más atrevida la avaricia, la soberbia y el despotismo de quienes conducen hoy el destino de nuestra patria y que lejos están de seguir el siguiente principio rector del cuyano: “fui criado en un santo horror por la mentira, al punto que el propósito de ser siempre veraz ha entrado a formar el fondo de mi carácter y de ello dan testimonio todos los actos de mi vida”.
Quienes creemos en la Libertad, en la igualdad ante la Ley y no por la Ley, y en el Respeto por la vida y la propiedad del prójimo, no solo tenemos el deber ético y moral, sino también la impostergable necesidad de oponernos y manifestarnos en contra de los atropellos que se están cometiendo contra los argentinos y contra la República.
El momento es YA… antes de que terminen de hundirnos y de someternos, antes de que no quede nada por salvar.
(*) Rogelio López Guillemain
La pandemia de COVID-19 ha tenido un impacto profundo en nuestras sociedades. Además de la crisis sanitaria, ha afectado la educación, la vida social y los medios de subsistencia. A una economía difícil, esto lo ha profundizado aún más.
Para nuestros jóvenes muchos de estos impactos será a largo plazo y multidimensionales: Por ejemplo, 191 países han implementado el cierre de escuelas a nivel nacional o local, y 1,5 mil millones de personas no pueden asistir a la escuela ya que no disponen de tecnología básica para acceder a las plataformas educativas.
Sin embargo, hay muchos jóvenes liderando esta crisis y no se han quedado de brazos cruzados. Hay una Juventud que está apoyando el diseño y la ejecución de programas sociales pensando en caminos creativos y de respuesta.
También debemos destacar la variedad de emprendimientos que han surgido adaptando propuestas comerciales a estos nuevos tiempos donde se pudo ver la creatividad y el desarrollo de productores locales.
Es fundamental continuar apoyando estos proyectos para que tengan continuidad formulando estrategias competitivas, incentivando y se conviertan en micro empresas sustentables económicamente.
Sumar programas de recuperación en base a economías locales y ver como su fuerza creativa comienza a enriquecer a instituciones, proyectos sustentables y caminos nuevos para salir adelante.
Pienso que un camino de desarrollo es no solo fortalecer las economías regionales sino volver a los oficios, capacitarnos y tener herramientas prácticas para generar recursos propios.
Estamos atravesando un momento de reinvención muy grande y donde más que nunca necesitamos estar unidos, sacar nuestras fortalezas y trabajar juntos como sociedad pensando en lo que queremos construir, diseñando la sociedad futura, poniendo foco en nuestros recursos y liderar.
Es fundamental generar herramientas para crear una sociedad más igualitaria y solidaria y no solo como respuesta a la pandemia sino también pensando a largo plazo y abordando todos el compromiso de crear un cambio duradero.
Recuerda una crónica del diario perfil: “Eduardo Lorenzo Borocotó el 23 octubre de 2005 obtuvo una banca. Pero antes de asumir algo cambió. El 9 de noviembre visitó la Casa Rosada, acompañado por su hijo. ¿Con quién tenía cita? Con el actual presidente Alberto Fernández, quien era jefe de gabinete de Néstor Kirchner. Borocotó se reunió con los dos. A Kirchner no lo conocía. A Fernández, sí.
El mismo día del encuentro en la Rosada, Borocotó anunció su partida del bloque macrista: armó un mono-bloque independiente, afín al kirchnerismo. Alberto Fernández explicó la jugada: "Tenemos que ser amplios. Hay muchos votantes y dirigentes de ARI que están descontentos con Carrió, por ejemplo. Y nosotros estamos abiertos a recibirlos, así como a los radicales, peronistas y a todos los que crean en el proyecto del Presidente".
En nuestras democracias actuales, se debería empezar a pensar en que los ciudadanos, en vez de elegir a personas que encarnen proyectos, ideologías, o letras muertas de lo establecido en partidos políticos, votemos directamente, proyectos, propuestas, modelos o formas de hacer las cosas y que la ejecución de las mismas, pase a ser un tema totalmente secundario, esto sí podría denominarse algo que genere una revalidación de lo democrático, pero no estamos en condiciones de hacerlo actualmente, primordialmente porqué el gobierno de ese pueblo, está en manos de uno sólo, a lo sumo, en cogobierno por un legislativo (con flagrantes problemas en relación a la representatividad, que sería todo un capítulo aparte el analizarlo) y supeditado a un judicial, que siempre falla, de fallar en todas sus acepciones, liberar la opción de ese pueblo, para que elija su gobierno, mediante las ideas que se le propongan, sin que sea esto eclipsado por la figura de un líder o lo que fuere, en tanto y en cuanto siga siendo uno, recién podrá ser posible, cuando su vínculo con la vida y la muerte, no tenga que ser anatematizado mediante la creencia o no creencia, que como vimos son las dos caras de una misma moneda, en un ser único y todo poderoso, creador de este mundo y de todos los otros, los posibles como los imposibles.
La violencia del estado que en la actualidad se traduce en su sobre-presencia en ciertos sectores a costa de la ausencia del mismo en vastas áreas y bolsones, la sobreactuación de un supuesto sentir o hacer democrático, en donde sólo se ejerce una dudosa aclamatoria de mayorías (sistemas de preselección de candidatos cerrada, como internas que no se llevan a cabo, que transfieren el sentido de elegir por el de optar, entre quiénes ellos, de acuerdo a sus reglas disponen que tengamos que optar, es decir elegir condicionados) debería estar tipificado en la normativa, como uno de los delitos más flagrantes contra las instituciones y el pleno ejercicio de la libertad, de tal manera, la ciudadanía no tendría excusas como para no levantarse en puebladas, en manifestaciones que dan cuenta de la total y absoluta anomia, en que la incapacidad de cierto sector de la clase política nos puede volver a conducir en cualquier otro momento u oportunidad. Propuestas es lo que sobra, se precisa de predisposición de estos para hacerles sentir a la ciudadanía que algo determinan, con el pago de sus impuestos y con sus votos. En tiempos electorales, una práctica que debería ser desterrada y que es una muestra expresa del democraticidio, es la compra de votos, sea mediante una dádiva, prebenda, por intermedio de corte de chapas, dinero, mercadería, merca o lo que fuere, como de las mentiras flagrantes e inconsistentes las que ofrecen por doquier. Como también lo es la no sanción de los hechos de corrupción, o la dilación en demasía para resolver los mismos, perpetrados por hombres que hayan pertenecido al funcionariado público.
Si somos presa de políticos corruptos seguiremos encarcelados en el imperativo de una sociedad penalizada y penalizante para sancionar delitos y no para reconvertir conductas que no nos lleven a ellas.
Hasta aquí sí se quiere, nada nuevo bajo el sol, o desconocido para todos aquellos a quiénes, Alfonsín nos prometió que con “la democracia se educa, se come, se cura, no necesitamos nada más, que nos dejen de mandonear…” la nueva modalidad, de estas suertes de “democraticidios” que nos afectan, es que el poder unipersonal del ejecutivo nacional, pasó a un sistema, tal como lo definió un constitucionalista “vicepresidencialista” y por tanto, Alberto, el creador del “borocotismo”, tal como Víctor Frankenstein, pasó a ser víctima de su propia creación, de su mutación práctica de lo representativo.
En la aceleración, profundización o intensificación del cristinismo, camporismo o kirchnerismo recargado, en el que recayó Alberto, no quedaría otro espacio en la historia para él, que un título de un libro escrito por Miguel Bonasso, acerca de Héctor Cámpora; “El presidente que no fue”.
La mayoría que se construyó a tales efectos, con una propagación mayor que la de un virus desconocido y contagioso, se reconstituye con proverbial dinámica y en las próximas elecciones demostrará cuán cerca o lejos puede estar de un poder político, en la actualidad, “borocotizado”.
(*) Por Francisco Tomás González Cabañas.