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Somos lo que hacemos, no lo que pensamos

ALBERTO MEDINA MENDEZ (*)

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La sociedad, los políticos, los dirigentes de organizaciones, sindicatos, fundaciones y asociaciones. Todos caemos en esa descripción que recuerda aquella cita anónima que dice que “somos lo que hacemos, no lo que pensamos”.


Recitamos a diario discursos políticamente correctos acerca de la democracia, la pluralidad, la libertad de expresión, la tolerancia, el respeto. Somos declamadores profesionales también, a la hora de defender el federalismo y los valores republicanos. Los partidos políticos y su perverso entorno, muestran, tal vez, lo peor de nosotros mismos. La política, debiera ser la herramienta primordial para generar cambios. Su ejercicio, su práctica, desgasta el término no por lo que significa, sino por la burda actitud de quienes intentan representarla. Ocurre en todo el mundo. No es privativo de nuestras latitudes. Pero es cierto que en este país, como en casi toda América Latina, abundan mañas, ardides y distintas formas de tergiversar la voluntad popular, utilizada solo para obtener oscuros propósitos. El desprestigio de la política encuentra su origen en el alejamiento que se produce entre su ejercicio y la escala de valores que prima en la sociedad. Entran en conflicto y la gente no se siente debidamente representada. La política local, sin embargo, logra superarse. Parece haber tocado fondo, pero siempre encuentra la forma de reinventarse y su creatividad se pone al servicio de lo peor. La nómina de trasgresiones morales casi no encuentra límites en estos tiempos. Las internas partidarias nuevamente están ausentes, salvo honrosas excepciones. Los procesos naturales de selección que hubieran permitido recuperar alguna cuota de legitimidad, faltaron a la cita. Los candidatos a legisladores, intendentes y gobernadores repiten la historia de la más descarada bofetada a la voluntad popular. El “dedo” autoritario señala a los “elegidos”, a esos que serán candidatos y estarán en las listas. Hubiera sido deseable presenciar procesos internos transparentes en los partidos. Hoy, “alguien” decide quienes serán aquellos que se pondrán a la consideración pública. Poco importa el esfuerzo y las ideas que propongan los militantes. Pesa, mucho más, la cercanía al circunstancial “Mesías”, la proximidad al que tiene la lapicera con la que se arman las listas. Puede incluso importar mas la fama, la trayectoria profesional, deportiva o hasta la pertenencia a la farándula, del elegido de turno. Con la eliminación de las internas, vulneraron la oportunidad más relevante para el proceso de selección de los mejores en la política. Pero, este año, fueron por más. Ahora también se agrega a la obscena oferta, esos que se presentan y dicen descaradamente que no asumirán, en las mal llamadas “candidaturas testimoniales”. Se suman las patéticas actitudes de esos que impiden la construcción de propuestas electorales tan reclamadas por la sociedad, como necesarias para salvar la república. Las pequeñeces de esos dirigentes que privilegian sus egos, arruinan otra posibilidad. El adelantamiento del calendario electoral y los procedimientos puestos al servicio de sus propios objetivos, para garantizar ventajas, completan un escenario realmente manipulado. La supuesta división de poderes no puede disimular su verdadero origen partidario. Todos muestran las uñas, y deciden según sus compromisos. No actúan para garantizarles más democracia, ni más república a los ciudadanos, sino que se ocupan de “pagar” favores de otros tiempos, o lograr nuevos para el futuro. La orfandad de propuestas, la ausencia de proyectos, se constituyen en la estafa de moda y la trampa más cruel a la buena fe de la gente. Se trata de imponer candidatos apostando a los aparatos políticos, al marketing, a la imagen del candidato y a sus mesiánicas condiciones para el cargo electivo. El financiamiento de los partidos sigue siendo una “caja negra” que nadie conoce. Padrinos anónimos, sponsors que prefieren estar ocultos, compradores de privilegios, sobornadores profesionales y concesionarios “agradecidos” siempre están dispuestos a aportar a “la causa”. Prefieren el perfil bajo para “donar”. No sea cosa que se les vuelva en contra. El Estado dice presente siempre. Su caja, se convierte en la proveedora, casi lógica, de cualquier campaña. El poderoso de turno, el detentador circunstancial de las arcas públicas, utilizará la misma, con brutal descaro, casi sin inhibiciones. La reforma política tendrá que esperar. No se hará realidad. Al menos no de la mano de ellos. Los partidos, sus líderes, los dueños de la birome, los administradores de la caja, odian la transparencia, la detestan. Atenta contra sus intereses más elementales. Nadie le pone el cascabel al gato. Tampoco se puede esperar algo diferente. Después de todo, ellos no hacen nada que perjudique a la corporación política. Su espíritu de casta, les garantiza impunidad. No los denunciará nadie, ni por dentro de sus partidos, ni por fuera de ellos. Oficialismo y oposición se parecen mucho, demasiado. Así, no se puede pretender que la política sea respetada, ni que los políticos consigan prestigio. Falta algo más que discursos que revaloricen la importancia transformadora de la política. Se precisan actitudes claras, transparentes, intelectualmente honestas. No se construyen estadistas haciendo trampas, ni apostando al primer ardid que se tiene a mano. Esa NO es la naturaleza de la política. Es solo la lógica de los “capangas”. Aun aquellos que pretenden diferenciarse caen en la trampa de emular a sus enemigos y terminan pareciéndose inevitablemente a ellos. No cabe el discurso, ni el argumento, de que ASI es la política. NO es así la política. Para prestigiarla, para devolverle ALGO de seriedad, se precisa de aquellos que actúen con honestidad. No se puede pretender buenas acciones de gente que es intrínsecamente inmoral y que acepta las reglas de la deshonestidad y la mutación de valores, para lograr sus personales progresos. Creer que para hacer el bien, se necesita cometer delitos y violentar la voluntad popular, es otra gran mentira que solo pretende justificar a los “malandras”, que viven obsesionados por el poder y lo que se deriva de ello. A no dejarse engañar. La política no es sucia. La hicieron sucia. Fueron y son los inmorales de siempre. Los que dejan su honra en el camino, no es por involucrarse en la vida de los partidos, sino por aceptar esa única forma de hacer las cosas, mimetizándose con los delincuentes, con hipócritas disfrazados de iluminados, de esos que construyeron fortunas desarrollando esa habilidad de hacer dinero cuyo origen no pueden explicar. Muchos políticos pretenden convencer a la sociedad de que son buena gente. Pero dicen también que la política los arrastra, los obliga a aceptar sus códigos, que el sistema les impone reglas y que no existe otro modo de hacer las cosas. Solo se justifican. Definitivamente no tienen razón. Como dice aquella cita anónima, “somos lo que hacemos, no lo que pensamos”. (*) Recibido por Corrientes al Día de Alberto Medina Méndez, amedinamendez@gmail.com, Corrientes – Corrientes – Argentina

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Cuando el mérito no importa

OPINIÓN (*)

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Dijo en San Juan el presidente Fernández: “lo que nos hace evolucionar o crecer no es el mérito, como nos han hecho creer en los últimos años, porque el más tonto de los ricos tiene muchas más posibilidades que el más inteligente de los pobres”.


Esto es tan falso, tan terriblemente insultante para la inteligencia, que es difícil decidir por dónde empezar a analizarlo.  Sólo diré que Steve Jobs (Apple), Bill Gates (Windows), Jeff Bezos (Amazon) y Marcos Galperin (Mercado Libre), son algunas de las fortunas más grandes del mundo y de Argentina, y NINGUNO fue hijo de rico.  Este pelotudismo socrático y retrógrado ha sido totalmente superado en los países desarrollados… ¡Y PRECISAMENTE PORQUE LO SUPERARON SON DESARROLLADOS!

 

Luego invocó a Alberdi y Sarmiento, reinterpretándolos con un pensamiento tan retorcido que los vuelve irreconocibles.  Dijo admirarlos porque “vislumbraron la importancia de la educación pública, que nada es más importante que el conocimiento humano” y del sanjuanino aseguró que “en un gesto inigualable de igualdad, resolvió que todos los que estudian en la escuela pública calcen un guardapolvo blanco para que las diferencias sociales allí donde se aprende no aparezcan.  Con todo eso nos dijo que el estado debe estar muy presente en el desarrollo humano y que finalmente lo que más vale es la igualdad, es propender a un sistema más igualitario”.

 

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Pobres Alberdi y Sarmiento.  Si pensamos cuales referentes históricos argentinos estuvieron absolutamente en contra de la intromisión del estado (que debía ser pequeño) en el quehacer cotidiano de los ciudadanos, fueron sin dudas estas dos inmensas figuras de nuestra patria.  Hacer semejantes distorsiones de su pensamiento es una ofensa a sus memorias y, como se hacía en la escuela, debería lavarse la boca con jabón para limpiar sus palabras.

 

Alberdi decía que “la omnipotencia del Estado es la negación de la libertad individual” y que “la grandeza del vecino, forma parte elemental e inviolable de la nuestra”, LO OPUESTO al igualitarismo y el desconocimiento del mérito.

 

¿Y qué pensaba Sarmiento?, al que dijo admirar.  El sanjuanino dijo: “las cumbres se alcanzan doblando el empeño” y “toda la historia de los progresos humanos es la simple imitación del genio”; Don Domingo era un ferviente defensor del mérito, concepto que el señor presidente denigra.

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Es increíble que en la actualidad, con lo fácil que es conocer la realidad de otros países, todavía existan personas “educadas” (en realidad son apenas instruidas, la educación implica pensamiento crítico algo que les es ajeno) que sean tan ciegas como para dejarse engañar así.

 

El presidente habla de defender el federalismo y a las provincias del “pulpo” del puerto, cuándo el mayor héroe de esta gente fue Rosas, quien prohibió los puertos del Paraná para que todo el comercio exterior pasara por Buenos Aires, empobreciendo a las otras provincias.  Obsesión rosista por el monopolio del puerto porteño que condujo a la muerte a valerosos patriotas en la Vuelta de Obligado, sacrificio disfrazado con la mentira de la “defensa de soberanía”.

 

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Valga la apostilla: ese fue el mismo Rosas que le quitó los sueldos a los docentes de las escuelas y universidades estatales, hundiendo en la ignorancia a los pobres y yendo en contra de la tan mentada “igualdad de oportunidades” con la que se llenan la boca.

 

¿Habla del federalismo y de trato igualitario para todas las provincias?, cuando el peronismo fue el mayor promotor del crecimiento del conurbano bonaerense y que le otorgó tantos subsidios a la luz, el gas y a los combustibles, que hacía que en Buenos Aires se pagara hasta 5 veces más barato los servicios públicos que en el resto del país.  ¿En serio?  ¿Se puede ser tan caradura?  Y lo peor, ¿se puede ser tan idiota como para creerles?

 

También dijo Fernández: “lo que uno más debería desear como argentino, es que cada argentino tenga la oportunidad de nacer…”, ¿oportunidad de nacer?, ¿de qué oportunidad de nacer habla quien defiende el aborto?, ¿se puede ser más cínico y contradictorio?  “…Y de morirse feliz después de haber vivido bien, en la provincia donde ha nacido”, ¿morirse feliz?, ¿Cómo Solange que murió sin ver a su padre?, ¿o Facundo Astudillo?, ¿o Franco Martínez?, ¿o Franco Isorni?, ¿o Luis Espinoza?, todos desaparecidos y muertos en democracia en este 2020.

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Entiendo (no comparto) que los que “están prendidos” defiendan “el modelo”… ¿pero el resto?, ¿el laburante que deja más de la mitad de su sueldo en impuestos para mantener punteros y para que le den por sus impuestos la porquería de salud, educación, seguridad y justicia que tenemos?, ¿el profesional que como universitario debería ser capaz de ver más allá de las mentiras de los demagogos?  Cómo decía Sarmiento y se aplica a los “educados” que egresan de la universidad: “era el que más sabia… Pero el que menos entendía”.

 

Lo cierto es que a decir del gran sanjuanino: “la ignorancia es atrevida”, pero aún es más atrevida la avaricia, la soberbia y el despotismo de quienes conducen hoy el destino de nuestra patria y que lejos están de seguir el siguiente principio rector del cuyano: “fui criado en un santo horror por la mentira, al punto que el propósito de ser siempre veraz ha entrado a formar el fondo de mi carácter y de ello dan testimonio todos los actos de mi vida”.

 

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Quienes creemos en la Libertad, en la igualdad ante la Ley y no por la Ley, y en el Respeto por la vida y la propiedad del prójimo, no solo tenemos el deber ético y moral, sino también la impostergable necesidad de oponernos y manifestarnos en contra de los atropellos que se están cometiendo contra los argentinos y contra la República.   

 

El momento es YA… antes de que terminen de hundirnos y de someternos, antes de que no quede nada por salvar.

(*)  Rogelio López Guillemain

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Opinión

Reconvertir proyectos e innovar

POR MARIA EUGENIA MANCINI

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La pandemia de COVID-19 ha tenido un impacto profundo en nuestras sociedades. Además de la crisis sanitaria, ha afectado la educación, la vida social y los medios de subsistencia. A una economía difícil, esto lo ha profundizado aún más.


Para nuestros jóvenes muchos de estos impactos será a largo plazo y multidimensionales: Por ejemplo, 191 países han implementado el cierre de escuelas a nivel nacional o local, y 1,5 mil millones de personas no pueden asistir a la escuela ya que no disponen de tecnología básica para acceder a las plataformas educativas.

 

Sin embargo, hay muchos jóvenes liderando esta crisis y no se han quedado de brazos cruzados. Hay una Juventud que está apoyando el diseño y la ejecución de programas sociales pensando en caminos creativos y de respuesta.

 

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También debemos destacar la variedad de emprendimientos que han surgido adaptando propuestas comerciales a estos nuevos tiempos donde se pudo ver la creatividad y el desarrollo de productores locales.

Es fundamental continuar apoyando estos proyectos para que tengan continuidad formulando estrategias competitivas, incentivando y se conviertan en micro empresas sustentables económicamente.

 

Sumar programas de recuperación en base a economías locales y ver como su fuerza creativa comienza a enriquecer a instituciones, proyectos sustentables  y caminos nuevos para salir adelante.

 

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Pienso que un camino de desarrollo  es no solo fortalecer las economías regionales sino volver a los oficios, capacitarnos y tener herramientas prácticas para generar recursos propios.

 

Estamos atravesando un momento de reinvención muy grande y donde más que nunca necesitamos estar unidos, sacar nuestras fortalezas y trabajar juntos como sociedad pensando en lo que queremos construir, diseñando la sociedad futura, poniendo  foco en nuestros recursos y liderar.

 

Es fundamental generar herramientas para crear una sociedad más igualitaria y solidaria y no solo como respuesta a la pandemia sino también pensando a largo plazo y abordando todos  el compromiso de crear un cambio duradero.

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Opinión

La “borocotización” de Alberto

(*) OPINIÓN

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Recuerda una crónica del diario perfil: “Eduardo Lorenzo Borocotó el 23 octubre de 2005 obtuvo una banca. Pero antes de asumir algo cambió. El 9 de noviembre visitó la Casa Rosada, acompañado por su hijo. ¿Con quién tenía cita? Con el actual presidente Alberto Fernández, quien era jefe de gabinete de Néstor Kirchner.  Borocotó se reunió con los dos. A Kirchner no lo conocía. A Fernández, sí.


El mismo día del encuentro en la Rosada, Borocotó anunció su partida del bloque macrista: armó un mono-bloque independiente, afín al kirchnerismo. Alberto Fernández explicó la jugada: "Tenemos que ser amplios. Hay muchos votantes y dirigentes de ARI que están descontentos con Carrió, por ejemplo. Y nosotros estamos abiertos a recibirlos, así como a los radicales, peronistas y a todos los que crean en el proyecto del Presidente".

 

En nuestras democracias actuales, se debería empezar a pensar en que los ciudadanos, en vez de elegir a personas que encarnen proyectos, ideologías, o letras muertas de lo establecido en partidos políticos, votemos directamente, proyectos, propuestas, modelos o formas de hacer las cosas y que la ejecución de las mismas, pase a ser un tema totalmente secundario, esto sí podría denominarse algo que genere una revalidación de lo democrático, pero no estamos en condiciones de hacerlo actualmente, primordialmente porqué el gobierno de ese pueblo, está en manos de uno sólo, a lo sumo, en cogobierno por un legislativo (con flagrantes problemas en relación a la representatividad, que sería todo un capítulo aparte el analizarlo) y supeditado a un judicial, que siempre falla, de fallar en todas sus acepciones, liberar la opción de ese pueblo, para que elija su gobierno, mediante las ideas que se le propongan, sin que sea esto eclipsado por la figura de un líder o lo que fuere, en tanto y en cuanto siga siendo uno, recién podrá ser posible, cuando su vínculo con la vida y la muerte, no tenga que ser anatematizado mediante la creencia o no creencia, que como vimos son las dos caras de una misma moneda, en un ser único y todo poderoso, creador de este mundo y de todos los otros, los posibles como los imposibles.

 

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La violencia del estado que en la actualidad se traduce en su sobre-presencia en ciertos sectores a costa de la ausencia del mismo en vastas áreas y bolsones, la sobreactuación de un supuesto sentir o hacer democrático, en donde sólo se ejerce una dudosa aclamatoria de mayorías (sistemas de preselección de candidatos cerrada, como internas que no se llevan a cabo, que transfieren el sentido de elegir por el de optar, entre quiénes ellos, de acuerdo  a sus reglas disponen que tengamos que optar, es decir elegir condicionados) debería estar tipificado en la normativa, como uno de los delitos más flagrantes contra las instituciones y el pleno ejercicio de la libertad, de tal manera, la ciudadanía no tendría excusas como para no levantarse en puebladas, en manifestaciones que dan cuenta de la total y absoluta anomia, en que la incapacidad de cierto sector de la clase política nos puede volver a conducir en cualquier otro momento u oportunidad. Propuestas es lo que sobra, se precisa de predisposición de estos para hacerles sentir a la ciudadanía que algo determinan, con el pago de sus impuestos y con sus votos. En tiempos electorales, una práctica que debería ser desterrada y que es una muestra expresa del democraticidio, es la compra de votos, sea mediante una dádiva, prebenda, por intermedio de corte de chapas, dinero, mercadería, merca o lo que fuere, como de las mentiras flagrantes e inconsistentes las que ofrecen por doquier. Como también lo es la no sanción de los hechos de corrupción, o la dilación en demasía para resolver los mismos, perpetrados por hombres que hayan pertenecido al funcionariado público.

 

Si somos presa de políticos corruptos seguiremos encarcelados en el imperativo de una sociedad penalizada y penalizante para sancionar delitos y no para reconvertir conductas que no nos lleven a ellas.

 

Hasta aquí sí se quiere, nada nuevo bajo el sol, o desconocido para todos aquellos a quiénes, Alfonsín nos prometió que con “la democracia se educa, se come, se cura, no necesitamos nada más, que nos dejen de mandonear…” la nueva modalidad, de estas suertes de “democraticidios” que nos afectan, es que el poder unipersonal del ejecutivo nacional, pasó a un sistema, tal como lo definió un constitucionalista “vicepresidencialista” y por tanto, Alberto, el creador del “borocotismo”, tal como Víctor Frankenstein, pasó a ser víctima de su propia creación, de su mutación práctica de lo representativo.

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En la aceleración, profundización o intensificación del cristinismo, camporismo o kirchnerismo recargado, en el que recayó Alberto, no quedaría otro espacio en la historia para él, que un título de un libro escrito por Miguel Bonasso, acerca de Héctor Cámpora; “El presidente que no fue”.

 

La mayoría que se construyó a tales efectos, con una propagación mayor que la de un virus desconocido y contagioso, se reconstituye con proverbial dinámica y en las próximas elecciones demostrará cuán cerca o lejos puede estar de un poder político, en la actualidad, “borocotizado”.

 

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(*) Por Francisco Tomás González Cabañas.

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