Desde el escenario cautiva con una magia diferente a la que siempre la caracterizó sobre la pasarela. Se siente y se muestra más osada. Se mueve desprejuiciadamente. Inunda con su seducción. Luce trajes insinuantes y provoca sin temores. Mueve su cabeza, alza sus piernas y su cuerpo, cubierto por suaves brillos, se arquea. Es una Nicole Neumann (25) distinta. Quizá fue siempre así. La rutina la repite noche a noche sobre el escenario del teatro Atlas, en donde encabeza la revista “Los locos mandan”, junto a Moria Casán y Nito Artaza. Es atrevida. Pero, también, dueña de una personalidad que alternativamente la sitúa entre la niña y la mujer.

—¿Su trabajo la convirtió en un ser muy solitario? —Eso es lo que la gente piensa, pero no es así sino lo contrario. Soy muy afectuosa y necesito estar con la gente que amo. También me reconozco como alguien muy celoso y protesto mucho cuando no me llaman, o siento que no me prestan atención. En ese punto puedo ser insoportable, un horror. —¿También es muy posesiva? —Sí, muchísimo. Aunque ahora estoy aprendiendo a serlo un poco menos. De chiquita era un espanto; creo que tenía que ver con un tema de inseguridad. Reclamo todo el tiempo y a todo el mundo, por las dudas. —¿Alguna vez hizo análisis? —Hice terapia durante ocho años. Suspendí ahora, porque vine a Mar del Plata. Más que nada me ayudó cuando arranqué en este medio, porque era muy insegura. Me veía divina con el maquillaje pero cuando me lo quitaban me sentía un cuco. Gracias a la terapia, hoy disfruto de ese poder que me da la belleza. —¿Cambiaron muchas cosas en su vida después del casamiento con ‘Nacho’ Herrero (30)? —Algunas. Yo estaba muy acostumbrada a ser independiente, a no tener que rendirle cuentas a nadie, y todavía me cuesta adaptarme. No tenemos problemas de convivencia pero esto es lo que más influye en el crecimiento de la pareja. Nacho es muy paciente, no se enrosca con esas cosas. Cedí la mitad de la cama, la mitad de la casa y, lo que más me costó, la mitad del placard. Menos mal que tenemos un toilette para cada uno… Todavía surgen algunas diferencias pero creo que también es parte de conocerse. En general, los hombres quieren ser dueños y yo busco que me acompañen, no que me posean. No le entrego mi alma a nadie. Parecería que la vida de casada no es para mí. —En los últimos días se dijo que usted había echado a su esposo de la casa. ¿Esto es verdad? —También se rumoreó que había pedido la anulación de mi matrimonio… Antes me dolía escuchar este tipo de cosas; ahora, me río. Lo cierto es que Nacho pasa mucho tiempo en Buenos Aires porque está haciendo una campaña y supervisando la remodelación de nuestra casa. —A un año de casados, ¿el tema del bebé está presente en la pareja? —Está latente y se charló mucho desde antes de la boda. Tengo 25 años y Nacho, 30; pero él recién está arrancando con sus propios proyectos. Desde chiquita, viví todo de una manera acelerada; por eso, hoy quiero tener las bases bien asentadas antes de encarar algo tan serio como es formar una familia. No quisiera que a mis hijos les pase lo mismo que a mí. —¿Qué parte de su historia no quiere repetir? — Yo terminé conociendo a mi padre que vive en Austria a los 18 años y teniendo una relación no muy cordial con mi madre. Creo que todo eso tiene que ver con no armar bien los cimientos. No quiero repetir nada de mi historia familiar; deseo cambiarla, para que sea buena y linda. Creo lo que aseguran algunas filosofías: que uno viene a este mundo para mejorar su historia. Y espero que en mi caso sea así. Por más que con Nacho morimos por ser padres, vamos a darle tiempo a la pareja, como para conocernos. Quiero que el día que llegue mi hijo tenga todo lo necesario para que esté bien y se sienta bárbaro. Para eso necesito brindarle todo mi tiempo y atención, además de un techo. Por otro lado, apareció la posibilidad de hacer revista, y entonces me dije: “¡Ay, qué dilema! ¿Tengo un hijo o hago teatro?”. Preferí darme tiempo. No sé si después de ser madre se me dará esta oportunidad laboral. Tampoco quiero recriminarme el día de mañana ‘no hice esto o aquello porque tuve un bebé’. Hoy, que soy joven, prefiero hacer lo que tenga ganas o lo que se me presente. Y que el día de mañana mi hijo llegue con todo armadito y el nido bien calentito. —¿Se siente preparada para ser mamá? —Como en la vida viví todo de una manera tan rápida, hace rato que me siento lista para ser madre. —¿En qué aspectos siente que vivió aceleradamente? —En todo. Y eso se manifiesta a cada paso que doy; en cómo cuido a mis amigas, a mi pareja, hasta a mis animales… Soy la mamita de todos. En el reality show de MTV por Asia, todas las chicas venían a pedirme cosas. Les dolía la cabeza y me llamaban. Yo les daba un analgésico y las cuidaba, porque soy reprotectora. Siempre fui una especie de justiciera ante el ataque al más débil. —¿Qué es lo más arriesgado que hizo para defender a alguien? — Si me tengo que agarrar a piñas con alguien, no lo dudo. Todos piensan que por mi apariencia de rubia frágil e inofensiva no puedo hacerlo, pero soy bravísima. Me peleé, haciendo tacles, con otra chica por uno que nos gustaba a las dos. Gané, porque tengo mucha fuerza. También llegué a cachetear a alguien. Soy extremista. Si te quiero, te amo, te defiendo a muerte y doy el alma por vos. Ahora, si me lastimaste o dañaste a alguno de los míos, te defenestro. Te hago la cruz y no me olvido, como buena escorpiana, por el resto de la vida. Soy terrible. Además, necesito descargar y decir todo lo que siento, no puedo guardarme nada porque me hace mal. Lo saco en el momento. La gente tiene una imagen equivocada de mí; cree que soy dulce y tranquila, o que voy por el campo con tacos y la boca pintada. Nada que ver. En casa ando en patas y monto a caballo, como una india. Me encanta ser ama de casa y una rea total. Algunos vuelcan en mí ciertas fantasías pero la verdad es que soy lo antidiva. —¿Dónde están puestas sus propias fantasías? —Salvo lo del hijo propio que considero un sueño, creo que cumplí todas mis expectativas. El término “fantasía” tiene connotaciones sexuales, y hablar de eso es meternos en un terreno que es muy privado. Además, no tengo ese tipo de fantasías. A lo sumo, le hago a Nacho algún que otro jueguito, como aparecer disfrazada alguna noche. Es todo lo que voy a decir al respecto. —Si le dieran a elegir entre todo lo que tiene o ser inmensamente feliz pero anónima, ¿qué elegiría? —Mmm… No reniego de la vida que tengo pero si me dicen: ‘volvés a nacer…’ y todo lo que sigue, creo que probaría a ver qué pasa con eso de ser anónima. —¿Qué cosas hubiera hecho diferente? —De chica me hubiera zarpado más. Por culpa de mi carrera, tuve que cuidarme mucho cuando salía. A esa edad en la que empecé a ir a los boliches y mis amigas jorobaban, yo debía guardar las formas, por un tema de imagen. Lamentablemente, tenía muchos ojos encima, viendo qué hacía y con quién, o dónde metía la pata. Eso me frenaba muchísimo. Igual no me arrepiento, porque las que de verdad quise hacer, las hice y nadie se enteró. Pero por ahí, hubiera sido más desinhibida y tuve que censurarme. Cuando encaro, lo hago con la mirada. Lo hice mucho pero no pude descontrolarme más allá de eso. —¿Hubiera tenido más novios? —Tuve pocos novios pero no pocos hombres (de inmediato aclara que es una broma: “A ver si me separo por esto”). Mis noviazgos fueron largos. Creo que un poco fue por el tema de la poca contención familiar. Siempre necesité tener a alguien al lado, que esté pendiente de mí las 24 horas. Además, soy muy idealista. Cada vez que me puse de novia quise que ése fuera el último hombre de mi vida. Desde que tenía quince años, soñaba con ese príncipe que me rescatara y que me hiciera eternamente feliz. No se dio así. Después comprendí que no era tan fácil. Quizás algo de magia sí hubo en mi historia, porque a Nacho lo conocí cuando tenía catorce años, me reencontré con él a los 24, y acá estamos… Por ahí, fue el príncipe que me rescató. —¿Qué importancia le da al dinero? —Casi ninguna. Por lo único que se la doy es por mis animales. Tengo un montón y mantenerlos no es barato. —¿Usted maneja las finanzas domésticas? —Detesto pagar cuentas y estar pendiente de los impuestos. Tengo un tema raro con la plata. No le doy mucha importancia, aunque sé que la tiene. Sólo me estresa cuando pienso que no les puede faltar alimentos y atención veterinaria a mis animalitos; antes, me corto una vena. Hoy es así con ellos pero el día de mañana va a ser lo mismo con mis hijos. Sé que nunca va a faltarme nada porque, aunque no trabajara de modelo, estaría como cajera de supermercado. De una manera u otra, me la rebuscaría solita, como lo hago desde que era una nena. Estoy más que acostumbrada a encontrar la salida y la solución a los problemas, porque tuve que crecer con eso. Sé que siempre voy a arreglármelas. Pero con veinte animales a mi cargo —tengo perros, gatos, vacas, ovejas, caballos—, la situación se complica. —Frente a los desafíos de la vida, ¿se siente una vikinga? —Soy una mezcla de eso con amazona, alguien que tuvo que hacerse muy fuerte para ser independiente. Soy luchadora a full y trabajo con todas mis energías. —¿Alguna vez deseó que alguien aliviara la carga de sus responsabilidades? —Ahora ya está. Pero cuando era más chica muchas veces me vi sobrepasada por las cosas. En ese entonces no lo sentía como una carga. Pero a veces pensaba: “¡Ay, por favor! Que aparezca alguien que me ayude…”. Por momentos era mucho para mí sola. Ahora ya soy toda una mujer, cumplí 25 años, me la tengo que bancar. Pero las pasé todas. Gaby Balzaretti (desde Mar del Plata) | Fotos: m.a. de leon/perfil