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Trincheras o puentes

ALFREDO LEUCO (*)

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Al Gobierno le quedan dos caminos después de haber caído en su propia trampa: seguir apostando a la hecatombe o aprovechar el alivio social que trajo la derogación de la 125. Cavar más trincheras o construir más puentes. Enfrentar desde la soberbia blindada a un sector importante de la sociedad o sumarlo para construir una relación nueva con calidad institucional.


Al Gobierno le quedan dos caminos después de haber caído en su propia trampa: seguir apostando a la hecatombe o aprovechar el alivio social que trajo la derogación de la 125. Cavar más trincheras o construir más puentes. Enfrentar desde la soberbia blindada a un sector importante de la sociedad o sumarlo para construir una relación nueva con calidad institucional, tal como prometió en la campaña. Una vez más, la Presidenta tiene la posibilidad de elegir. Si quiere la hecatombe de vivir en medio de angustias y turbulencias, les puede seguir dando aire a los personajes más irritativos para la sociedad. Puede hacer ministro a Carlos Kunkel y pedirle que siga marcando traidores. O a Guillermo Moreno, para que traslade a otras áreas de gobierno su exitosa experiencia mentirosa del INDEC y su poder de convocatoria de guardaespaldas de acero. También puede darle más responsabilidades y protagonismo a Luis D´Elía, que le pidió la renuncia al vicepresidente y lo vinculó con otro golpe de estado (¿o al mismo?) que denunció antes, con Duhalde como autor intelectual. Si la Presidenta quiere profundizar el alivio social tendría que dar varios pasos más en el mismo sentido de ayer. Tuvo un gran acierto al cumplir su promesa y derogar rápidamente esa maldita resolución que detonó la rebelión de los pueblos del interior. Debe entender que –por suerte– hay muy pocos malnacidos y nostálgicos de los genocidas que quieren que su gobierno fracase. La inmensa mayoría de los argentinos le pide que no baje ni una de sus más íntimas convicciones. Que combata la pobreza y la desigualdad con más eficacia que nunca, que les cobre más impuestos a los que más ganan en todas las actividades, incluso la de sus empresarios amigos, que distribuya mucho mejor la riqueza, que instale un nuevo clima de debate respetuoso y que renuncie a los superpoderes que le han delegado. Eso le permitirá descomprimir más aún el clima de tensión y recuperar la iniciativa perdida sin ceder uno solo de sus sueños de militancia. Esa racionalidad, que debe incluir un nuevo gabinete que la represente con más Ocañas y Barañaos que con De Vidos y Jaimes, no es claudicante como pregonaba Néstor Kirchner en las tribunas. Es el auténtico progresismo nacional, racional y popular que fortalece los lazos de convivencia y cohesión social, multiplica la ciudadanía y convierte en epopeya la producción de alimentos para terminar con el hambre en Argentina y para vender el máximo posible a otros países. Lo hacen líderes patrióticos como Lula, Tabaré o Bachellet, con más raíces y pergaminos de izquierda que los Kirchner. Hasta Chávez hace algo similar con el petróleo: abastecimiento interno barato y venta al exterior de todo lo que se pueda. Cristina todavía está a tiempo de hacerlo. Tiene casi todo su período de gobierno por delante. Si se anima, será acompañada por una gran parte de los argentinos y hasta podrá recuperar a un segmento de esa clase media esquiva. Lo urgente es frenar la violencia creciente de los talibanes de un setentismo extemporáneo y caricaturesco. Judas, sugirió Pichetto en el Senado. Judas, acusó D´Elía. Judas se llamó el operativo que asesinó de cinco balazos a Augusto Timoteo Vandor en 1969. Y en alguna pared de los alrededores del Congreso quedó grabada en aerosol rojo una amenaza criminal: “Cobos, saludos a Vandor”, reflejo de las consignas con que la JP (¿Jurásicos Peronistas?) anunciaba que al vice le iba a pasar lo mismo que al viejo lobo de la Unión Obrera Metalúrgica. Los Kirchner no pueden mirar para otro lado frente a semejante regresión. Incluso tienen la responsabilidad histórica de demostrar que hoy poseen la capacidad suficiente como para evitar el fracaso político de una generación que ya fracasó en su juventud maravillosa por ese nefasto militarismo que consideraba a la democracia como una mera formalidad liberal, partidocrática y burguesa. LO IMPORTANTE ES RESOLVER QUÉ HACER CON NÉSTOR La comparación que popularizó en su momento Felipe González entre los ex presidentes y los jarrones chinos, que nadie sabe dónde ponerlos, con Kirchner se queda muy corta. Hubo una letra y un acento de diferencia: Néstor Kirchner se estrelló en el mismo momento en que nacía la estrella de Julio Cobos. El presidente de facto recibió una paliza política casi sin antecedentes para un peronismo en el poder y el vicepresidente constitucional se convirtió en un líder moral capaz de reciclar las viejas banderas del radicalismo. El milagro se produjo durante aquella madrugada histórica, pero ya se venía cocinando a fuego lento. En su último discurso, Néstor Kirchner llevó sus desmesuras hasta el paroxismo. Además de tratar –una vez más de asustar a caperucitas con la amenaza del lobo golpista, en el que nadie cree, comparó a unos cobardes patoteros escrachadores de funcionarios kirchneristas con los grupos de tarea que fueron los ejecutores del terrorismo de estado, las desapariciones y la tortura. Eso sólo alcanzaba para mostrar un nivel de irracionalidad que espanta a los ciudadanos de a pie. Pero sus gritos inconexos y su imagen desencajada convirtieron la escena en la remake del cajón que quemó Herminio Iglesias frente al Obelisco. En su último discurso, Julio Cobos llevó su sentido común hasta la emoción. Apareció tan temeroso como corajudo y puso una cuota de humanidad entre tanto aparato verticalista, operaciones de todo tipo y transas extrañas. Fue respetuoso con su gobierno al que le ofreció hasta último momento un cuarto intermedio para encontrar una solución de consenso al conflicto del campo. Y solamente puso sus convicciones republicanas en el voto cuando las instrucciones de los Kirchner lo desafiaron a que cortara rápido y de un tajo. La televisión hizo el resto y catapultó a las ligas mayores a quien –hasta ese momento– era casi un desconocido para el gran público. Incluso instaló un debate en el radicalismo oficial y en sus sucursales acerca de la conveniencia de reincorporarlo a sus filas ahora que se convirtió en un potencial candidato taquillero. Néstor Kirchner nunca fue y tal vez nunca sea el conductor natural del justicialismo. No tiene carisma, ni despierta pasión en las multitudes. El peronismo silvestre siempre lo miró con desconfianza pese a que fue astuto para disciplinar con la chequera a los caciques bonaerenses y a los burócratas sindicales. Pero jamás logró que lo quieran. Algunos le temen y otros lo soportan, pero cada vez menos. Su personalidad mezquina, maltratadora y desconfiada lo conduce al aislamiento. Siempre las mesas más chicas posibles para tomar las decisiones. Siempre los menos cuestionadores. Por eso ha sido una máquina de expulsar de su lado a cuadros y dirigentes de todo tipo. Encima sus tácticas fueron erráticas y espasmódicas. Primero fue a buscar a los transversales como Binner, Juez o Ibarra. No pudo subordinarlos y se fue a buscar a los radicales que gobernaban. Caminó un tiempo con ellos en la concertación plural pero la cosa tampoco funcionó por el mismo motivo. Exige un alineamiento casi castrense que muy pocos están dispuestos a tolerar. De golpe dejó de hablar peyorativamente del “pejotismo” y volvió a rezar en el altar de Perón y Evita. Y aquí también fracasó en un tiempo récord. Rompió el partido, los bloques parlamentarios, el espacio de los intendentes y también de los ex y actuales gobernadores. Ese peronismo glaciar de los Kirchner tuvo más desprendimientos que el Perito Moreno. Hace seis meses tenía todo para ganar y ahora tiene todo para perder. En su momento no se pudo formar ni una lista más o menos digna para pelearle la interna. Hoy nadie está en condiciones de descartar que si hubiera elecciones en el PJ, Kirchner, perdería la conducción a manos de todos los “traidores” que fue tirando por la ventana. Es de una impericia incomprensible. Los gobernadores por lo bajo lo chicanean y dice que lo único que le falta es que el Frente para la Victoria se le convierta en un Frente para la Derrota. Si la construcción política es sumar aliados, Kirchner se dedicó a sumar enemigos. Mira la realidad a travez del ojo de la cerradura de un ideologismo sobreactuado con culpa por lo que no hizo cuando había que hacerlo. Por eso, como bien definió Julio Bárbaro, “convirtió de manera forzada a un partido del pueblo –o de masas– como es el peronismo, en un partido de cuadros”. Gran parte de los votantes de Cristina, de los intendentes que fueron en la boleta con ella y de los que simpatizan con el peronismo respaldaron los reclamos del campo al que ven como una locomotora productiva y virtuosa y no como una expresión de la oligarquía. Por eso, el gran desafío de Cristina es pararse como estadista y convertir el Bicentenario en un acuerdo de estado multipartidario y multisectorial que le reconozca a la Mesa de Enlace que no son Jinetes del Apocalipsis y que manejó con bastante prudencia, atento al gran poder que Kirchner puso de golpe en sus manos. Cristina debe empezar a gobernar y recuperar las oportunidades y las fortunas que despilfarramos como país. Hay algunas palabras que deben desterrarse del diccionario de uso cotidiano. Traidor es una. Golpista es otra. Y la más importante: renuncia. No tiene que renunciar nadie. Que nadie psicopatee la democracia. Ni Cristina ni Cobos. Todo lo contrario, tienen que terminar de hacerse cargo de una vez por todas de las demandas más urgentes de una economía que ocultó sus problemas más graves entre las escaramuzas con el campo. Hay que tomar a la inflación por las astas. Hay que reconocerla en su verdadera dimensión para poder encontrar los remedios más adecuados. Una vez que la crisis política se supere, si es que se supera, nos va a invadir la realidad cotidiana. En este plano, la Presidenta también tiene dos caminos: negar lo evidente y refugiarse en sus propias mentiras o tener la valentía de afrontar los inconvenientes más allá de los costos que tenga que pagar. Si algo probaron estos cuatro meses infernales es que hasta la chispita más insignificante se convierte en incendio voraz si no se la apaga a tiempo. O como dice el gaucho –con perdón de la palabra–: la arena es un puñadito pero hay montañas de arena.

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Cuando el mérito no importa

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Dijo en San Juan el presidente Fernández: “lo que nos hace evolucionar o crecer no es el mérito, como nos han hecho creer en los últimos años, porque el más tonto de los ricos tiene muchas más posibilidades que el más inteligente de los pobres”.


Esto es tan falso, tan terriblemente insultante para la inteligencia, que es difícil decidir por dónde empezar a analizarlo.  Sólo diré que Steve Jobs (Apple), Bill Gates (Windows), Jeff Bezos (Amazon) y Marcos Galperin (Mercado Libre), son algunas de las fortunas más grandes del mundo y de Argentina, y NINGUNO fue hijo de rico.  Este pelotudismo socrático y retrógrado ha sido totalmente superado en los países desarrollados… ¡Y PRECISAMENTE PORQUE LO SUPERARON SON DESARROLLADOS!

 

Luego invocó a Alberdi y Sarmiento, reinterpretándolos con un pensamiento tan retorcido que los vuelve irreconocibles.  Dijo admirarlos porque “vislumbraron la importancia de la educación pública, que nada es más importante que el conocimiento humano” y del sanjuanino aseguró que “en un gesto inigualable de igualdad, resolvió que todos los que estudian en la escuela pública calcen un guardapolvo blanco para que las diferencias sociales allí donde se aprende no aparezcan.  Con todo eso nos dijo que el estado debe estar muy presente en el desarrollo humano y que finalmente lo que más vale es la igualdad, es propender a un sistema más igualitario”.

 

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Pobres Alberdi y Sarmiento.  Si pensamos cuales referentes históricos argentinos estuvieron absolutamente en contra de la intromisión del estado (que debía ser pequeño) en el quehacer cotidiano de los ciudadanos, fueron sin dudas estas dos inmensas figuras de nuestra patria.  Hacer semejantes distorsiones de su pensamiento es una ofensa a sus memorias y, como se hacía en la escuela, debería lavarse la boca con jabón para limpiar sus palabras.

 

Alberdi decía que “la omnipotencia del Estado es la negación de la libertad individual” y que “la grandeza del vecino, forma parte elemental e inviolable de la nuestra”, LO OPUESTO al igualitarismo y el desconocimiento del mérito.

 

¿Y qué pensaba Sarmiento?, al que dijo admirar.  El sanjuanino dijo: “las cumbres se alcanzan doblando el empeño” y “toda la historia de los progresos humanos es la simple imitación del genio”; Don Domingo era un ferviente defensor del mérito, concepto que el señor presidente denigra.

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Es increíble que en la actualidad, con lo fácil que es conocer la realidad de otros países, todavía existan personas “educadas” (en realidad son apenas instruidas, la educación implica pensamiento crítico algo que les es ajeno) que sean tan ciegas como para dejarse engañar así.

 

El presidente habla de defender el federalismo y a las provincias del “pulpo” del puerto, cuándo el mayor héroe de esta gente fue Rosas, quien prohibió los puertos del Paraná para que todo el comercio exterior pasara por Buenos Aires, empobreciendo a las otras provincias.  Obsesión rosista por el monopolio del puerto porteño que condujo a la muerte a valerosos patriotas en la Vuelta de Obligado, sacrificio disfrazado con la mentira de la “defensa de soberanía”.

 

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Valga la apostilla: ese fue el mismo Rosas que le quitó los sueldos a los docentes de las escuelas y universidades estatales, hundiendo en la ignorancia a los pobres y yendo en contra de la tan mentada “igualdad de oportunidades” con la que se llenan la boca.

 

¿Habla del federalismo y de trato igualitario para todas las provincias?, cuando el peronismo fue el mayor promotor del crecimiento del conurbano bonaerense y que le otorgó tantos subsidios a la luz, el gas y a los combustibles, que hacía que en Buenos Aires se pagara hasta 5 veces más barato los servicios públicos que en el resto del país.  ¿En serio?  ¿Se puede ser tan caradura?  Y lo peor, ¿se puede ser tan idiota como para creerles?

 

También dijo Fernández: “lo que uno más debería desear como argentino, es que cada argentino tenga la oportunidad de nacer…”, ¿oportunidad de nacer?, ¿de qué oportunidad de nacer habla quien defiende el aborto?, ¿se puede ser más cínico y contradictorio?  “…Y de morirse feliz después de haber vivido bien, en la provincia donde ha nacido”, ¿morirse feliz?, ¿Cómo Solange que murió sin ver a su padre?, ¿o Facundo Astudillo?, ¿o Franco Martínez?, ¿o Franco Isorni?, ¿o Luis Espinoza?, todos desaparecidos y muertos en democracia en este 2020.

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Entiendo (no comparto) que los que “están prendidos” defiendan “el modelo”… ¿pero el resto?, ¿el laburante que deja más de la mitad de su sueldo en impuestos para mantener punteros y para que le den por sus impuestos la porquería de salud, educación, seguridad y justicia que tenemos?, ¿el profesional que como universitario debería ser capaz de ver más allá de las mentiras de los demagogos?  Cómo decía Sarmiento y se aplica a los “educados” que egresan de la universidad: “era el que más sabia… Pero el que menos entendía”.

 

Lo cierto es que a decir del gran sanjuanino: “la ignorancia es atrevida”, pero aún es más atrevida la avaricia, la soberbia y el despotismo de quienes conducen hoy el destino de nuestra patria y que lejos están de seguir el siguiente principio rector del cuyano: “fui criado en un santo horror por la mentira, al punto que el propósito de ser siempre veraz ha entrado a formar el fondo de mi carácter y de ello dan testimonio todos los actos de mi vida”.

 

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Quienes creemos en la Libertad, en la igualdad ante la Ley y no por la Ley, y en el Respeto por la vida y la propiedad del prójimo, no solo tenemos el deber ético y moral, sino también la impostergable necesidad de oponernos y manifestarnos en contra de los atropellos que se están cometiendo contra los argentinos y contra la República.   

 

El momento es YA… antes de que terminen de hundirnos y de someternos, antes de que no quede nada por salvar.

(*)  Rogelio López Guillemain

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Opinión

Reconvertir proyectos e innovar

POR MARIA EUGENIA MANCINI

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La pandemia de COVID-19 ha tenido un impacto profundo en nuestras sociedades. Además de la crisis sanitaria, ha afectado la educación, la vida social y los medios de subsistencia. A una economía difícil, esto lo ha profundizado aún más.


Para nuestros jóvenes muchos de estos impactos será a largo plazo y multidimensionales: Por ejemplo, 191 países han implementado el cierre de escuelas a nivel nacional o local, y 1,5 mil millones de personas no pueden asistir a la escuela ya que no disponen de tecnología básica para acceder a las plataformas educativas.

 

Sin embargo, hay muchos jóvenes liderando esta crisis y no se han quedado de brazos cruzados. Hay una Juventud que está apoyando el diseño y la ejecución de programas sociales pensando en caminos creativos y de respuesta.

 

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También debemos destacar la variedad de emprendimientos que han surgido adaptando propuestas comerciales a estos nuevos tiempos donde se pudo ver la creatividad y el desarrollo de productores locales.

Es fundamental continuar apoyando estos proyectos para que tengan continuidad formulando estrategias competitivas, incentivando y se conviertan en micro empresas sustentables económicamente.

 

Sumar programas de recuperación en base a economías locales y ver como su fuerza creativa comienza a enriquecer a instituciones, proyectos sustentables  y caminos nuevos para salir adelante.

 

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Pienso que un camino de desarrollo  es no solo fortalecer las economías regionales sino volver a los oficios, capacitarnos y tener herramientas prácticas para generar recursos propios.

 

Estamos atravesando un momento de reinvención muy grande y donde más que nunca necesitamos estar unidos, sacar nuestras fortalezas y trabajar juntos como sociedad pensando en lo que queremos construir, diseñando la sociedad futura, poniendo  foco en nuestros recursos y liderar.

 

Es fundamental generar herramientas para crear una sociedad más igualitaria y solidaria y no solo como respuesta a la pandemia sino también pensando a largo plazo y abordando todos  el compromiso de crear un cambio duradero.

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La “borocotización” de Alberto

(*) OPINIÓN

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Recuerda una crónica del diario perfil: “Eduardo Lorenzo Borocotó el 23 octubre de 2005 obtuvo una banca. Pero antes de asumir algo cambió. El 9 de noviembre visitó la Casa Rosada, acompañado por su hijo. ¿Con quién tenía cita? Con el actual presidente Alberto Fernández, quien era jefe de gabinete de Néstor Kirchner.  Borocotó se reunió con los dos. A Kirchner no lo conocía. A Fernández, sí.


El mismo día del encuentro en la Rosada, Borocotó anunció su partida del bloque macrista: armó un mono-bloque independiente, afín al kirchnerismo. Alberto Fernández explicó la jugada: "Tenemos que ser amplios. Hay muchos votantes y dirigentes de ARI que están descontentos con Carrió, por ejemplo. Y nosotros estamos abiertos a recibirlos, así como a los radicales, peronistas y a todos los que crean en el proyecto del Presidente".

 

En nuestras democracias actuales, se debería empezar a pensar en que los ciudadanos, en vez de elegir a personas que encarnen proyectos, ideologías, o letras muertas de lo establecido en partidos políticos, votemos directamente, proyectos, propuestas, modelos o formas de hacer las cosas y que la ejecución de las mismas, pase a ser un tema totalmente secundario, esto sí podría denominarse algo que genere una revalidación de lo democrático, pero no estamos en condiciones de hacerlo actualmente, primordialmente porqué el gobierno de ese pueblo, está en manos de uno sólo, a lo sumo, en cogobierno por un legislativo (con flagrantes problemas en relación a la representatividad, que sería todo un capítulo aparte el analizarlo) y supeditado a un judicial, que siempre falla, de fallar en todas sus acepciones, liberar la opción de ese pueblo, para que elija su gobierno, mediante las ideas que se le propongan, sin que sea esto eclipsado por la figura de un líder o lo que fuere, en tanto y en cuanto siga siendo uno, recién podrá ser posible, cuando su vínculo con la vida y la muerte, no tenga que ser anatematizado mediante la creencia o no creencia, que como vimos son las dos caras de una misma moneda, en un ser único y todo poderoso, creador de este mundo y de todos los otros, los posibles como los imposibles.

 

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La violencia del estado que en la actualidad se traduce en su sobre-presencia en ciertos sectores a costa de la ausencia del mismo en vastas áreas y bolsones, la sobreactuación de un supuesto sentir o hacer democrático, en donde sólo se ejerce una dudosa aclamatoria de mayorías (sistemas de preselección de candidatos cerrada, como internas que no se llevan a cabo, que transfieren el sentido de elegir por el de optar, entre quiénes ellos, de acuerdo  a sus reglas disponen que tengamos que optar, es decir elegir condicionados) debería estar tipificado en la normativa, como uno de los delitos más flagrantes contra las instituciones y el pleno ejercicio de la libertad, de tal manera, la ciudadanía no tendría excusas como para no levantarse en puebladas, en manifestaciones que dan cuenta de la total y absoluta anomia, en que la incapacidad de cierto sector de la clase política nos puede volver a conducir en cualquier otro momento u oportunidad. Propuestas es lo que sobra, se precisa de predisposición de estos para hacerles sentir a la ciudadanía que algo determinan, con el pago de sus impuestos y con sus votos. En tiempos electorales, una práctica que debería ser desterrada y que es una muestra expresa del democraticidio, es la compra de votos, sea mediante una dádiva, prebenda, por intermedio de corte de chapas, dinero, mercadería, merca o lo que fuere, como de las mentiras flagrantes e inconsistentes las que ofrecen por doquier. Como también lo es la no sanción de los hechos de corrupción, o la dilación en demasía para resolver los mismos, perpetrados por hombres que hayan pertenecido al funcionariado público.

 

Si somos presa de políticos corruptos seguiremos encarcelados en el imperativo de una sociedad penalizada y penalizante para sancionar delitos y no para reconvertir conductas que no nos lleven a ellas.

 

Hasta aquí sí se quiere, nada nuevo bajo el sol, o desconocido para todos aquellos a quiénes, Alfonsín nos prometió que con “la democracia se educa, se come, se cura, no necesitamos nada más, que nos dejen de mandonear…” la nueva modalidad, de estas suertes de “democraticidios” que nos afectan, es que el poder unipersonal del ejecutivo nacional, pasó a un sistema, tal como lo definió un constitucionalista “vicepresidencialista” y por tanto, Alberto, el creador del “borocotismo”, tal como Víctor Frankenstein, pasó a ser víctima de su propia creación, de su mutación práctica de lo representativo.

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En la aceleración, profundización o intensificación del cristinismo, camporismo o kirchnerismo recargado, en el que recayó Alberto, no quedaría otro espacio en la historia para él, que un título de un libro escrito por Miguel Bonasso, acerca de Héctor Cámpora; “El presidente que no fue”.

 

La mayoría que se construyó a tales efectos, con una propagación mayor que la de un virus desconocido y contagioso, se reconstituye con proverbial dinámica y en las próximas elecciones demostrará cuán cerca o lejos puede estar de un poder político, en la actualidad, “borocotizado”.

 

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(*) Por Francisco Tomás González Cabañas.

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