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Opinión

Un país de incongruencias

EN LA TRANSICION (*)

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Transcurriendo la segunda década del siglo XXI, el país de los argentinos se muestra con una impronta diferente, cargado de matices diversos: desde una recuperación económica proyectada de alguna manera hacia los menos pudientes, hasta un crecimiento desmesurado de la violencia en el seno social, recorriendo en el camino un amplio abanico.


Tal vez, en algún sentido, nos toca ser protagonistas de un tiempo en que la globalización de las relaciones nos hace copropietarios de las ventajas y de los problemas de un mundo en aceleración y cambio constantes. Valga el legado universal sin beneficio de inventario.

Sin embargo, de eso trata esta nota, contradicciones e incoherencias le confieren a nuestro país ese modo propio, que siempre nos toma en el medio, en la transición,  confundidos entre la proyección hacia el desarrollo y la modernidad o en el  retroceso a épocas superadas de instituciones débiles y poco creíbles.

No necesito recurrir a las estadísticas para advertir que hemos avanzado cuantitativamente en la distribución de la riqueza, disminuyendo el horror del hambre y la miseria, pero cualitativamente el progreso alcanzado tiene la debilidad esencial de estar apoyado sobre piernas de barro: la política de inclusión de los sectores más postergados está sustentada en un gigantesco reparto de ayuda social y no en el trabajo que es el fundamento verdadero y genuino de la recuperación social.

La educación, que en algún tiempo supo colocar a la Argentina  al tope de la realidad latinoamericana,  muestra  una regresión constante. La juventud maneja hoy un escaso vocabulario que ?al decir de Pedro Luis Barcia, de la Academia Argentina de Letras (AAL)- se reduce a sólo 200 palabras, cuando el rico idioma español o castellano tiene más de 100.000 vocablos. La inexistencia de políticas coherentes de promoción de la lectura y el mensaje de texto, están pulverizando la palabra y las mentes juveniles.

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Para algunos, la violencia se radica en gran medida en la pobreza del vocabulario. La lingüista Ivonne Bordelois, autora de “El país que nos habla”, considera que cualquier adolescente reprimido en sus posibilidades de expresión es una “bomba de tiempo”, por lo que es necesario “darle” palabras y “escucharlas” al mismo tiempo: “Cuanto menos palabras posee, más apático e indiferente se vuelve; la violencia física es entonces la expresión más común de la castración verbal”.

Si en los años ´60 los jóvenes estaban marcados por la política y los ideales, hoy la web y las redes sociales estampan el sello de identidad. Mucha información, poca formación.

Un medio masivo como la TV, que creo  tiene hoy el nivel más bajo del que yo tenga memoria, ha trocado los valores artísticos y culturales por la truculencia y la exaltación de las miserias humanas, como el chisme, la disputa inventada, el lenguaje soez y la promoción de  personajes “buenos para nada” (mediáticos). Y lo más grave es que los espectadores somos quienes les prestamos ojos y oídos, generando con el ello el famoso “rating”, único desvelo de productores televisivos. Dónde está la culpa: en los que hacen la televisión o en los que la miramos

No nos parecemos a un país normal, en el que las cosas normalmente tienen una lógica: a buenas acciones, buenos resultados, y viceversa. El silogismo, en nuestro caso, nunca parece completarse así.

El progreso material del argentino medio ha quedado como suspendido en el aire, sin base firme de sustentación. Mejores ingresos, más problemas; más vehículos, menos combustible; más aire acondicionado y electrodomésticos, menos luz y más cortes; autos más modernos, mayor cantidad de accidentes de tránsito.

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La política no es ajena a esta realidad; muy por el contrario, parece acompañarla con entusiasmo.

Una oposición que pareció renacer con la lucha del campo, terminó sin poder articular un mensaje y un programa que respondiera a los intereses del conjunto de los argentinos. Un sector importante de la economía argentina, pero un sector al fin, con sus propios intereses, no debía marcar la agenda nacional.

La incorporación a las listas opositoras de representantes sectoriales, marcaron la desorientación de los partidos no oficialistas, logrando convertir al parlamento en una reunión de delegados gremiales (una antítesis del carácter general y abarcativo de la política). La rueda de vanidades y la inexistencia de liderazgos claros hicieron el resto, en beneficio de una realidad que los tiene hoy como actores secundarios, con lo malo que ello resulta para el sistema.

La baja calidad institucional tiene mucho que ver con el accionar oficial. La Nación ha trabajado bien en los planes de desendeudamiento de las provincias (lo que no sucedió en los ‘90) pero profundizó la curva descendente en la última década respecto a los recursos coparticipables en beneficio de los de libre disponibilidad por el Poder Ejecutivo Nacional. Ello fomentó la política del amigo-enemigo. La ciudad tiene asfalto porque tiene un intendente amigo, si así no sucediera, los ciudadanos de Corrientes merecerían seguir con los pozos (malas o buenas administraciones comunales aparte).

Desde el poder se insiste con una metodología más propia de las autocracias que de las democracias. Con el estilo coloquial de paternidad chavista, desde los atriles oficiales se habla mucho, se dice poco y se responde nada, un combo peligroso para el derecho ciudadano de conocer la marcha de los asuntos públicos.

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El latiguillo de la unidad latinoamericana, como mensaje común de las “iz-quierdas nacionales”, resulta bueno para el discurso inconducente, pero se da de bruces ante la realidad de los incumplimientos de las obligaciones que genera el Mercosur por parte del Gobierno argentino. Esto ha llevado a decir a Dilma Rousseff, hace pocos días, que “la Argentina no es un modelo a seguir”. Tan grave afirmación de una mandataria de un país vecino, con ser desproporcionada, tiene fundamentos.

Un país es serio, una sociedad es evolucionada, cuando la adhesión y el respeto a las normas es una conducta constante asumida como modo de vida.

Cuando el gobierno refleja a la sociedad, estamos en el buen camino. Cuando la sociedad es un reflejo del gobierno, cuidado, porque “el modelo” de país y de sociedad nunca tiene buenos resultados si se genera desde arriba y se impone hacia abajo.

(*) Recibido por Jorge Eduardo Simonetti; estusimo@yahoo.com.ar; Facebook: /Jorge Simonetti

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Opinión

Cuando el mérito no importa

OPINIÓN (*)

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Dijo en San Juan el presidente Fernández: “lo que nos hace evolucionar o crecer no es el mérito, como nos han hecho creer en los últimos años, porque el más tonto de los ricos tiene muchas más posibilidades que el más inteligente de los pobres”.


Esto es tan falso, tan terriblemente insultante para la inteligencia, que es difícil decidir por dónde empezar a analizarlo.  Sólo diré que Steve Jobs (Apple), Bill Gates (Windows), Jeff Bezos (Amazon) y Marcos Galperin (Mercado Libre), son algunas de las fortunas más grandes del mundo y de Argentina, y NINGUNO fue hijo de rico.  Este pelotudismo socrático y retrógrado ha sido totalmente superado en los países desarrollados… ¡Y PRECISAMENTE PORQUE LO SUPERARON SON DESARROLLADOS!

 

Luego invocó a Alberdi y Sarmiento, reinterpretándolos con un pensamiento tan retorcido que los vuelve irreconocibles.  Dijo admirarlos porque “vislumbraron la importancia de la educación pública, que nada es más importante que el conocimiento humano” y del sanjuanino aseguró que “en un gesto inigualable de igualdad, resolvió que todos los que estudian en la escuela pública calcen un guardapolvo blanco para que las diferencias sociales allí donde se aprende no aparezcan.  Con todo eso nos dijo que el estado debe estar muy presente en el desarrollo humano y que finalmente lo que más vale es la igualdad, es propender a un sistema más igualitario”.

 

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Pobres Alberdi y Sarmiento.  Si pensamos cuales referentes históricos argentinos estuvieron absolutamente en contra de la intromisión del estado (que debía ser pequeño) en el quehacer cotidiano de los ciudadanos, fueron sin dudas estas dos inmensas figuras de nuestra patria.  Hacer semejantes distorsiones de su pensamiento es una ofensa a sus memorias y, como se hacía en la escuela, debería lavarse la boca con jabón para limpiar sus palabras.

 

Alberdi decía que “la omnipotencia del Estado es la negación de la libertad individual” y que “la grandeza del vecino, forma parte elemental e inviolable de la nuestra”, LO OPUESTO al igualitarismo y el desconocimiento del mérito.

 

¿Y qué pensaba Sarmiento?, al que dijo admirar.  El sanjuanino dijo: “las cumbres se alcanzan doblando el empeño” y “toda la historia de los progresos humanos es la simple imitación del genio”; Don Domingo era un ferviente defensor del mérito, concepto que el señor presidente denigra.

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Es increíble que en la actualidad, con lo fácil que es conocer la realidad de otros países, todavía existan personas “educadas” (en realidad son apenas instruidas, la educación implica pensamiento crítico algo que les es ajeno) que sean tan ciegas como para dejarse engañar así.

 

El presidente habla de defender el federalismo y a las provincias del “pulpo” del puerto, cuándo el mayor héroe de esta gente fue Rosas, quien prohibió los puertos del Paraná para que todo el comercio exterior pasara por Buenos Aires, empobreciendo a las otras provincias.  Obsesión rosista por el monopolio del puerto porteño que condujo a la muerte a valerosos patriotas en la Vuelta de Obligado, sacrificio disfrazado con la mentira de la “defensa de soberanía”.

 

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Valga la apostilla: ese fue el mismo Rosas que le quitó los sueldos a los docentes de las escuelas y universidades estatales, hundiendo en la ignorancia a los pobres y yendo en contra de la tan mentada “igualdad de oportunidades” con la que se llenan la boca.

 

¿Habla del federalismo y de trato igualitario para todas las provincias?, cuando el peronismo fue el mayor promotor del crecimiento del conurbano bonaerense y que le otorgó tantos subsidios a la luz, el gas y a los combustibles, que hacía que en Buenos Aires se pagara hasta 5 veces más barato los servicios públicos que en el resto del país.  ¿En serio?  ¿Se puede ser tan caradura?  Y lo peor, ¿se puede ser tan idiota como para creerles?

 

También dijo Fernández: “lo que uno más debería desear como argentino, es que cada argentino tenga la oportunidad de nacer…”, ¿oportunidad de nacer?, ¿de qué oportunidad de nacer habla quien defiende el aborto?, ¿se puede ser más cínico y contradictorio?  “…Y de morirse feliz después de haber vivido bien, en la provincia donde ha nacido”, ¿morirse feliz?, ¿Cómo Solange que murió sin ver a su padre?, ¿o Facundo Astudillo?, ¿o Franco Martínez?, ¿o Franco Isorni?, ¿o Luis Espinoza?, todos desaparecidos y muertos en democracia en este 2020.

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Entiendo (no comparto) que los que “están prendidos” defiendan “el modelo”… ¿pero el resto?, ¿el laburante que deja más de la mitad de su sueldo en impuestos para mantener punteros y para que le den por sus impuestos la porquería de salud, educación, seguridad y justicia que tenemos?, ¿el profesional que como universitario debería ser capaz de ver más allá de las mentiras de los demagogos?  Cómo decía Sarmiento y se aplica a los “educados” que egresan de la universidad: “era el que más sabia… Pero el que menos entendía”.

 

Lo cierto es que a decir del gran sanjuanino: “la ignorancia es atrevida”, pero aún es más atrevida la avaricia, la soberbia y el despotismo de quienes conducen hoy el destino de nuestra patria y que lejos están de seguir el siguiente principio rector del cuyano: “fui criado en un santo horror por la mentira, al punto que el propósito de ser siempre veraz ha entrado a formar el fondo de mi carácter y de ello dan testimonio todos los actos de mi vida”.

 

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Quienes creemos en la Libertad, en la igualdad ante la Ley y no por la Ley, y en el Respeto por la vida y la propiedad del prójimo, no solo tenemos el deber ético y moral, sino también la impostergable necesidad de oponernos y manifestarnos en contra de los atropellos que se están cometiendo contra los argentinos y contra la República.   

 

El momento es YA… antes de que terminen de hundirnos y de someternos, antes de que no quede nada por salvar.

(*)  Rogelio López Guillemain

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Opinión

Reconvertir proyectos e innovar

POR MARIA EUGENIA MANCINI

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La pandemia de COVID-19 ha tenido un impacto profundo en nuestras sociedades. Además de la crisis sanitaria, ha afectado la educación, la vida social y los medios de subsistencia. A una economía difícil, esto lo ha profundizado aún más.


Para nuestros jóvenes muchos de estos impactos será a largo plazo y multidimensionales: Por ejemplo, 191 países han implementado el cierre de escuelas a nivel nacional o local, y 1,5 mil millones de personas no pueden asistir a la escuela ya que no disponen de tecnología básica para acceder a las plataformas educativas.

 

Sin embargo, hay muchos jóvenes liderando esta crisis y no se han quedado de brazos cruzados. Hay una Juventud que está apoyando el diseño y la ejecución de programas sociales pensando en caminos creativos y de respuesta.

 

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También debemos destacar la variedad de emprendimientos que han surgido adaptando propuestas comerciales a estos nuevos tiempos donde se pudo ver la creatividad y el desarrollo de productores locales.

Es fundamental continuar apoyando estos proyectos para que tengan continuidad formulando estrategias competitivas, incentivando y se conviertan en micro empresas sustentables económicamente.

 

Sumar programas de recuperación en base a economías locales y ver como su fuerza creativa comienza a enriquecer a instituciones, proyectos sustentables  y caminos nuevos para salir adelante.

 

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Pienso que un camino de desarrollo  es no solo fortalecer las economías regionales sino volver a los oficios, capacitarnos y tener herramientas prácticas para generar recursos propios.

 

Estamos atravesando un momento de reinvención muy grande y donde más que nunca necesitamos estar unidos, sacar nuestras fortalezas y trabajar juntos como sociedad pensando en lo que queremos construir, diseñando la sociedad futura, poniendo  foco en nuestros recursos y liderar.

 

Es fundamental generar herramientas para crear una sociedad más igualitaria y solidaria y no solo como respuesta a la pandemia sino también pensando a largo plazo y abordando todos  el compromiso de crear un cambio duradero.

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Opinión

La “borocotización” de Alberto

(*) OPINIÓN

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Recuerda una crónica del diario perfil: “Eduardo Lorenzo Borocotó el 23 octubre de 2005 obtuvo una banca. Pero antes de asumir algo cambió. El 9 de noviembre visitó la Casa Rosada, acompañado por su hijo. ¿Con quién tenía cita? Con el actual presidente Alberto Fernández, quien era jefe de gabinete de Néstor Kirchner.  Borocotó se reunió con los dos. A Kirchner no lo conocía. A Fernández, sí.


El mismo día del encuentro en la Rosada, Borocotó anunció su partida del bloque macrista: armó un mono-bloque independiente, afín al kirchnerismo. Alberto Fernández explicó la jugada: "Tenemos que ser amplios. Hay muchos votantes y dirigentes de ARI que están descontentos con Carrió, por ejemplo. Y nosotros estamos abiertos a recibirlos, así como a los radicales, peronistas y a todos los que crean en el proyecto del Presidente".

 

En nuestras democracias actuales, se debería empezar a pensar en que los ciudadanos, en vez de elegir a personas que encarnen proyectos, ideologías, o letras muertas de lo establecido en partidos políticos, votemos directamente, proyectos, propuestas, modelos o formas de hacer las cosas y que la ejecución de las mismas, pase a ser un tema totalmente secundario, esto sí podría denominarse algo que genere una revalidación de lo democrático, pero no estamos en condiciones de hacerlo actualmente, primordialmente porqué el gobierno de ese pueblo, está en manos de uno sólo, a lo sumo, en cogobierno por un legislativo (con flagrantes problemas en relación a la representatividad, que sería todo un capítulo aparte el analizarlo) y supeditado a un judicial, que siempre falla, de fallar en todas sus acepciones, liberar la opción de ese pueblo, para que elija su gobierno, mediante las ideas que se le propongan, sin que sea esto eclipsado por la figura de un líder o lo que fuere, en tanto y en cuanto siga siendo uno, recién podrá ser posible, cuando su vínculo con la vida y la muerte, no tenga que ser anatematizado mediante la creencia o no creencia, que como vimos son las dos caras de una misma moneda, en un ser único y todo poderoso, creador de este mundo y de todos los otros, los posibles como los imposibles.

 

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La violencia del estado que en la actualidad se traduce en su sobre-presencia en ciertos sectores a costa de la ausencia del mismo en vastas áreas y bolsones, la sobreactuación de un supuesto sentir o hacer democrático, en donde sólo se ejerce una dudosa aclamatoria de mayorías (sistemas de preselección de candidatos cerrada, como internas que no se llevan a cabo, que transfieren el sentido de elegir por el de optar, entre quiénes ellos, de acuerdo  a sus reglas disponen que tengamos que optar, es decir elegir condicionados) debería estar tipificado en la normativa, como uno de los delitos más flagrantes contra las instituciones y el pleno ejercicio de la libertad, de tal manera, la ciudadanía no tendría excusas como para no levantarse en puebladas, en manifestaciones que dan cuenta de la total y absoluta anomia, en que la incapacidad de cierto sector de la clase política nos puede volver a conducir en cualquier otro momento u oportunidad. Propuestas es lo que sobra, se precisa de predisposición de estos para hacerles sentir a la ciudadanía que algo determinan, con el pago de sus impuestos y con sus votos. En tiempos electorales, una práctica que debería ser desterrada y que es una muestra expresa del democraticidio, es la compra de votos, sea mediante una dádiva, prebenda, por intermedio de corte de chapas, dinero, mercadería, merca o lo que fuere, como de las mentiras flagrantes e inconsistentes las que ofrecen por doquier. Como también lo es la no sanción de los hechos de corrupción, o la dilación en demasía para resolver los mismos, perpetrados por hombres que hayan pertenecido al funcionariado público.

 

Si somos presa de políticos corruptos seguiremos encarcelados en el imperativo de una sociedad penalizada y penalizante para sancionar delitos y no para reconvertir conductas que no nos lleven a ellas.

 

Hasta aquí sí se quiere, nada nuevo bajo el sol, o desconocido para todos aquellos a quiénes, Alfonsín nos prometió que con “la democracia se educa, se come, se cura, no necesitamos nada más, que nos dejen de mandonear…” la nueva modalidad, de estas suertes de “democraticidios” que nos afectan, es que el poder unipersonal del ejecutivo nacional, pasó a un sistema, tal como lo definió un constitucionalista “vicepresidencialista” y por tanto, Alberto, el creador del “borocotismo”, tal como Víctor Frankenstein, pasó a ser víctima de su propia creación, de su mutación práctica de lo representativo.

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En la aceleración, profundización o intensificación del cristinismo, camporismo o kirchnerismo recargado, en el que recayó Alberto, no quedaría otro espacio en la historia para él, que un título de un libro escrito por Miguel Bonasso, acerca de Héctor Cámpora; “El presidente que no fue”.

 

La mayoría que se construyó a tales efectos, con una propagación mayor que la de un virus desconocido y contagioso, se reconstituye con proverbial dinámica y en las próximas elecciones demostrará cuán cerca o lejos puede estar de un poder político, en la actualidad, “borocotizado”.

 

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(*) Por Francisco Tomás González Cabañas.

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