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Una flotación “demasiado” sucia

ALBERTO MEDINA MENDEZ (*)

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Los economistas dieron en llamar “flotación sucia” a ese recurso por el cual el Estado mediante políticas monetarias dirigistas, interviene en el mercado de divisas para establecer el precio de las monedas.


El término, tal vez surge como contraposición al de la flotación limpia en el que el valor de las monedas se determina como consecuencia del libre juego de la oferta y demanda. En nuestro país las políticas intervencionistas gozan de gran apoyo popular no solo en la sociedad sino también en los ámbitos académicos, como así también en la base ideológica de la partidocracia local. El afán por controlarlo todo, fundamentalmente las variables económicas, también ha triunfado en esto del mercado de divisas. Nuestro país regresó a esto de la flotación sucia desde que se retiro abruptamente del nefasto régimen de convertibilidad con el que convivimos por años. Ese sistema proponía otra forma de dirigismo estatal estableciendo un tipo de cambio fijo. Nuestros economistas, siempre han tenido especial devoción por esta forma de controlar la economía. Son patológicamente desconfiados del mercado. Pretenden manejar esta variable, que entienden, estratégica. Incluso, ampulosamente, llaman “política cambiaria”, y hasta “política económica” a esto de determinar el valor de las divisas. Es que manipular el valor de la moneda propia y por lo tanto su valor relativo expresado en otras monedas extranjeras siempre ha sido el recurso más fácil para intentar resolver cuestiones de fondo. Es el camino mas corto. No precisamente el adecuado. Muchos argentinos compraron la idea de que un “dólar alto” nos hace competitivos, convirtiéndonos rápidamente en exportadores, con una balanza comercial favorable que permite ingresar divisas. Suena mágico. Es como ponerse tacos para poder mirar desde un lugar mas elevado. Dólar alto y de pronto somos eficientes, competitivos. Vaya falacia. No lo somos, solo hemos creado escenarios artificiales que consiguen efectos tan inexistentes como efímeros en base a una deformación de la realidad. Uno de los mayores daños que genera, es que ni bien creemos que somos competitivos, asumimos que ese “dólar alto” es derecho adquirido, que no debemos mejorar nada de nuestras estructuras de costos, que tenemos una productividad extraordinaria, cuando en realidad no solo no lo es, sino que descansa en esta artificial herramienta. La intervención estatal en el mercado cambiario, como en cualquier otro, no hace más que distorsionar el sistema de precios y quitarnos la brújula, los parámetros de una mejor asignación de recursos. Los supuestos efectos bondadosos parecen evidentes, pero es el mismo gobierno quien se ocupa de minimizar la inmensa cantidad de efectos negativos que en forma más que proporcional debe pagar la sociedad como precio para lograr tener en pie esa mentira. El final es predecible. Ningún artificio económico se puede sostener indefinidamente. Cae por su propio peso. Además el resto de las variables se ocupan de encontrar mecanismos de sinceramiento automático, que lamentablemente, y aunque no se deseen sus efectos, hacen daño a su paso. El gobierno, apelando a su originalidad, poniendo el sello propio de nuestra ya prestigiosa capacidad creativa, ha encontrado nuevas formas de explotar al máximo esta maquina de destrucción que ha sido y es la política cambiaria. En estas semanas, se ha convertido en la nueva herramienta de sometimiento a los que piensan diferente. El campo asiste hoy a la caída libre del precio de la divisa norteamericana expresada en pesos. Nueva forma de amedrentar y mostrar quien tiene la manija. Otra muestra más de la provocadora e impune detentación de poder. En alguna oficina publica se esta decidiendo hasta cuando se dejara caer el dólar y cuando se retomara la senda del precio que precisan para que sus números mágicos cierren y la caja oficial este suficientemente satisfecha. Han “hecho caja” durante algún tiempo, han ahorrado artificialmente y se pueden tomar un respiro. Entienden que algo de manipulación cambiaria es la medicina que le falta al campo para terminar de arrodillarse, aceptando su derrota en esta confrontación. Hay que decirlo con todas las letras. Esta forma de manejar la economía conlleva una cuota de inmoralidad superlativa. No ahora, sino siempre. El fantasma de la corrupción merodea toda la escena. Alguien decide el precio de una mercadería, en este caso el dólar. Esa persona, o conjunto de ellas, sentados en algún despacho, atribuyéndose un poder que la Constitución no les confiere en párrafo alguno, deciden no solo sobre el destino de cada uno de nosotros, sino también, sobre las fortunas de muchos individuos. Es que aquel que sabe cuando va a bajar y cuando va a subir, el que decide el valor de la divisa, es como el que sabe el número del billete ganador de la lotería. Solo debe saber cuando comprarlo y ese dato lo tiene al alcance de la mano, porque el mismo lo define. Demasiado poder concentrado en pocas manos. Mas de lo que los constituyentes previeron para nuestros gobernantes. Creemos ingenuamente que detrás de las famosas políticas activas, de los “siempre dispuestos” defensores del rol del Estado, existen solo bien intencionados hombres. El poder no debe estar concentrado en pocas manos. Decía Lord Acton “El poder corrompe, el poder absoluto corrompe absolutamente” El Estado no solo no puede intervenir en la economía porque genera inevitablemente un daño superior al que pretende evitar. Su participación como presunto mejor administrador de los recursos solo muestra más ineficiencia que la que supone corregir. No solo no puede, sino que no debe intervenir. Su participación es espuria. Solo logra corrupción, esa que no existiría de no mediar su arbitraria intervención. La historia argentina esta plagada de este recurso técnico de la flotación sucia. Esta vez no solo se la ha utilizado como tal, sino además como moderna herramienta para amedrentar. Encima sigue merodeando el fantasma de la corrupción, sospecha que se sustenta en que alguien ya sabe hasta cuando va a bajar y sabe cuando y hasta cuanto volverá a subir. Después de todo el nombre de flotación sucia le queda bastante bien. Solo se puede decir que esta vez es “demasiado” sucia. (*) Recibido por Corrientes a Día de Alberto Medina Méndez, amedinamendez@gmail.com. Corrientes – Corrientes – Argentina

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Opinión

Cuando el mérito no importa

OPINIÓN (*)

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Dijo en San Juan el presidente Fernández: “lo que nos hace evolucionar o crecer no es el mérito, como nos han hecho creer en los últimos años, porque el más tonto de los ricos tiene muchas más posibilidades que el más inteligente de los pobres”.


Esto es tan falso, tan terriblemente insultante para la inteligencia, que es difícil decidir por dónde empezar a analizarlo.  Sólo diré que Steve Jobs (Apple), Bill Gates (Windows), Jeff Bezos (Amazon) y Marcos Galperin (Mercado Libre), son algunas de las fortunas más grandes del mundo y de Argentina, y NINGUNO fue hijo de rico.  Este pelotudismo socrático y retrógrado ha sido totalmente superado en los países desarrollados… ¡Y PRECISAMENTE PORQUE LO SUPERARON SON DESARROLLADOS!

 

Luego invocó a Alberdi y Sarmiento, reinterpretándolos con un pensamiento tan retorcido que los vuelve irreconocibles.  Dijo admirarlos porque “vislumbraron la importancia de la educación pública, que nada es más importante que el conocimiento humano” y del sanjuanino aseguró que “en un gesto inigualable de igualdad, resolvió que todos los que estudian en la escuela pública calcen un guardapolvo blanco para que las diferencias sociales allí donde se aprende no aparezcan.  Con todo eso nos dijo que el estado debe estar muy presente en el desarrollo humano y que finalmente lo que más vale es la igualdad, es propender a un sistema más igualitario”.

 

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Pobres Alberdi y Sarmiento.  Si pensamos cuales referentes históricos argentinos estuvieron absolutamente en contra de la intromisión del estado (que debía ser pequeño) en el quehacer cotidiano de los ciudadanos, fueron sin dudas estas dos inmensas figuras de nuestra patria.  Hacer semejantes distorsiones de su pensamiento es una ofensa a sus memorias y, como se hacía en la escuela, debería lavarse la boca con jabón para limpiar sus palabras.

 

Alberdi decía que “la omnipotencia del Estado es la negación de la libertad individual” y que “la grandeza del vecino, forma parte elemental e inviolable de la nuestra”, LO OPUESTO al igualitarismo y el desconocimiento del mérito.

 

¿Y qué pensaba Sarmiento?, al que dijo admirar.  El sanjuanino dijo: “las cumbres se alcanzan doblando el empeño” y “toda la historia de los progresos humanos es la simple imitación del genio”; Don Domingo era un ferviente defensor del mérito, concepto que el señor presidente denigra.

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Es increíble que en la actualidad, con lo fácil que es conocer la realidad de otros países, todavía existan personas “educadas” (en realidad son apenas instruidas, la educación implica pensamiento crítico algo que les es ajeno) que sean tan ciegas como para dejarse engañar así.

 

El presidente habla de defender el federalismo y a las provincias del “pulpo” del puerto, cuándo el mayor héroe de esta gente fue Rosas, quien prohibió los puertos del Paraná para que todo el comercio exterior pasara por Buenos Aires, empobreciendo a las otras provincias.  Obsesión rosista por el monopolio del puerto porteño que condujo a la muerte a valerosos patriotas en la Vuelta de Obligado, sacrificio disfrazado con la mentira de la “defensa de soberanía”.

 

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Valga la apostilla: ese fue el mismo Rosas que le quitó los sueldos a los docentes de las escuelas y universidades estatales, hundiendo en la ignorancia a los pobres y yendo en contra de la tan mentada “igualdad de oportunidades” con la que se llenan la boca.

 

¿Habla del federalismo y de trato igualitario para todas las provincias?, cuando el peronismo fue el mayor promotor del crecimiento del conurbano bonaerense y que le otorgó tantos subsidios a la luz, el gas y a los combustibles, que hacía que en Buenos Aires se pagara hasta 5 veces más barato los servicios públicos que en el resto del país.  ¿En serio?  ¿Se puede ser tan caradura?  Y lo peor, ¿se puede ser tan idiota como para creerles?

 

También dijo Fernández: “lo que uno más debería desear como argentino, es que cada argentino tenga la oportunidad de nacer…”, ¿oportunidad de nacer?, ¿de qué oportunidad de nacer habla quien defiende el aborto?, ¿se puede ser más cínico y contradictorio?  “…Y de morirse feliz después de haber vivido bien, en la provincia donde ha nacido”, ¿morirse feliz?, ¿Cómo Solange que murió sin ver a su padre?, ¿o Facundo Astudillo?, ¿o Franco Martínez?, ¿o Franco Isorni?, ¿o Luis Espinoza?, todos desaparecidos y muertos en democracia en este 2020.

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Entiendo (no comparto) que los que “están prendidos” defiendan “el modelo”… ¿pero el resto?, ¿el laburante que deja más de la mitad de su sueldo en impuestos para mantener punteros y para que le den por sus impuestos la porquería de salud, educación, seguridad y justicia que tenemos?, ¿el profesional que como universitario debería ser capaz de ver más allá de las mentiras de los demagogos?  Cómo decía Sarmiento y se aplica a los “educados” que egresan de la universidad: “era el que más sabia… Pero el que menos entendía”.

 

Lo cierto es que a decir del gran sanjuanino: “la ignorancia es atrevida”, pero aún es más atrevida la avaricia, la soberbia y el despotismo de quienes conducen hoy el destino de nuestra patria y que lejos están de seguir el siguiente principio rector del cuyano: “fui criado en un santo horror por la mentira, al punto que el propósito de ser siempre veraz ha entrado a formar el fondo de mi carácter y de ello dan testimonio todos los actos de mi vida”.

 

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Quienes creemos en la Libertad, en la igualdad ante la Ley y no por la Ley, y en el Respeto por la vida y la propiedad del prójimo, no solo tenemos el deber ético y moral, sino también la impostergable necesidad de oponernos y manifestarnos en contra de los atropellos que se están cometiendo contra los argentinos y contra la República.   

 

El momento es YA… antes de que terminen de hundirnos y de someternos, antes de que no quede nada por salvar.

(*)  Rogelio López Guillemain

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Opinión

Reconvertir proyectos e innovar

POR MARIA EUGENIA MANCINI

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La pandemia de COVID-19 ha tenido un impacto profundo en nuestras sociedades. Además de la crisis sanitaria, ha afectado la educación, la vida social y los medios de subsistencia. A una economía difícil, esto lo ha profundizado aún más.


Para nuestros jóvenes muchos de estos impactos será a largo plazo y multidimensionales: Por ejemplo, 191 países han implementado el cierre de escuelas a nivel nacional o local, y 1,5 mil millones de personas no pueden asistir a la escuela ya que no disponen de tecnología básica para acceder a las plataformas educativas.

 

Sin embargo, hay muchos jóvenes liderando esta crisis y no se han quedado de brazos cruzados. Hay una Juventud que está apoyando el diseño y la ejecución de programas sociales pensando en caminos creativos y de respuesta.

 

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También debemos destacar la variedad de emprendimientos que han surgido adaptando propuestas comerciales a estos nuevos tiempos donde se pudo ver la creatividad y el desarrollo de productores locales.

Es fundamental continuar apoyando estos proyectos para que tengan continuidad formulando estrategias competitivas, incentivando y se conviertan en micro empresas sustentables económicamente.

 

Sumar programas de recuperación en base a economías locales y ver como su fuerza creativa comienza a enriquecer a instituciones, proyectos sustentables  y caminos nuevos para salir adelante.

 

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Pienso que un camino de desarrollo  es no solo fortalecer las economías regionales sino volver a los oficios, capacitarnos y tener herramientas prácticas para generar recursos propios.

 

Estamos atravesando un momento de reinvención muy grande y donde más que nunca necesitamos estar unidos, sacar nuestras fortalezas y trabajar juntos como sociedad pensando en lo que queremos construir, diseñando la sociedad futura, poniendo  foco en nuestros recursos y liderar.

 

Es fundamental generar herramientas para crear una sociedad más igualitaria y solidaria y no solo como respuesta a la pandemia sino también pensando a largo plazo y abordando todos  el compromiso de crear un cambio duradero.

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Opinión

La “borocotización” de Alberto

(*) OPINIÓN

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Recuerda una crónica del diario perfil: “Eduardo Lorenzo Borocotó el 23 octubre de 2005 obtuvo una banca. Pero antes de asumir algo cambió. El 9 de noviembre visitó la Casa Rosada, acompañado por su hijo. ¿Con quién tenía cita? Con el actual presidente Alberto Fernández, quien era jefe de gabinete de Néstor Kirchner.  Borocotó se reunió con los dos. A Kirchner no lo conocía. A Fernández, sí.


El mismo día del encuentro en la Rosada, Borocotó anunció su partida del bloque macrista: armó un mono-bloque independiente, afín al kirchnerismo. Alberto Fernández explicó la jugada: "Tenemos que ser amplios. Hay muchos votantes y dirigentes de ARI que están descontentos con Carrió, por ejemplo. Y nosotros estamos abiertos a recibirlos, así como a los radicales, peronistas y a todos los que crean en el proyecto del Presidente".

 

En nuestras democracias actuales, se debería empezar a pensar en que los ciudadanos, en vez de elegir a personas que encarnen proyectos, ideologías, o letras muertas de lo establecido en partidos políticos, votemos directamente, proyectos, propuestas, modelos o formas de hacer las cosas y que la ejecución de las mismas, pase a ser un tema totalmente secundario, esto sí podría denominarse algo que genere una revalidación de lo democrático, pero no estamos en condiciones de hacerlo actualmente, primordialmente porqué el gobierno de ese pueblo, está en manos de uno sólo, a lo sumo, en cogobierno por un legislativo (con flagrantes problemas en relación a la representatividad, que sería todo un capítulo aparte el analizarlo) y supeditado a un judicial, que siempre falla, de fallar en todas sus acepciones, liberar la opción de ese pueblo, para que elija su gobierno, mediante las ideas que se le propongan, sin que sea esto eclipsado por la figura de un líder o lo que fuere, en tanto y en cuanto siga siendo uno, recién podrá ser posible, cuando su vínculo con la vida y la muerte, no tenga que ser anatematizado mediante la creencia o no creencia, que como vimos son las dos caras de una misma moneda, en un ser único y todo poderoso, creador de este mundo y de todos los otros, los posibles como los imposibles.

 

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La violencia del estado que en la actualidad se traduce en su sobre-presencia en ciertos sectores a costa de la ausencia del mismo en vastas áreas y bolsones, la sobreactuación de un supuesto sentir o hacer democrático, en donde sólo se ejerce una dudosa aclamatoria de mayorías (sistemas de preselección de candidatos cerrada, como internas que no se llevan a cabo, que transfieren el sentido de elegir por el de optar, entre quiénes ellos, de acuerdo  a sus reglas disponen que tengamos que optar, es decir elegir condicionados) debería estar tipificado en la normativa, como uno de los delitos más flagrantes contra las instituciones y el pleno ejercicio de la libertad, de tal manera, la ciudadanía no tendría excusas como para no levantarse en puebladas, en manifestaciones que dan cuenta de la total y absoluta anomia, en que la incapacidad de cierto sector de la clase política nos puede volver a conducir en cualquier otro momento u oportunidad. Propuestas es lo que sobra, se precisa de predisposición de estos para hacerles sentir a la ciudadanía que algo determinan, con el pago de sus impuestos y con sus votos. En tiempos electorales, una práctica que debería ser desterrada y que es una muestra expresa del democraticidio, es la compra de votos, sea mediante una dádiva, prebenda, por intermedio de corte de chapas, dinero, mercadería, merca o lo que fuere, como de las mentiras flagrantes e inconsistentes las que ofrecen por doquier. Como también lo es la no sanción de los hechos de corrupción, o la dilación en demasía para resolver los mismos, perpetrados por hombres que hayan pertenecido al funcionariado público.

 

Si somos presa de políticos corruptos seguiremos encarcelados en el imperativo de una sociedad penalizada y penalizante para sancionar delitos y no para reconvertir conductas que no nos lleven a ellas.

 

Hasta aquí sí se quiere, nada nuevo bajo el sol, o desconocido para todos aquellos a quiénes, Alfonsín nos prometió que con “la democracia se educa, se come, se cura, no necesitamos nada más, que nos dejen de mandonear…” la nueva modalidad, de estas suertes de “democraticidios” que nos afectan, es que el poder unipersonal del ejecutivo nacional, pasó a un sistema, tal como lo definió un constitucionalista “vicepresidencialista” y por tanto, Alberto, el creador del “borocotismo”, tal como Víctor Frankenstein, pasó a ser víctima de su propia creación, de su mutación práctica de lo representativo.

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En la aceleración, profundización o intensificación del cristinismo, camporismo o kirchnerismo recargado, en el que recayó Alberto, no quedaría otro espacio en la historia para él, que un título de un libro escrito por Miguel Bonasso, acerca de Héctor Cámpora; “El presidente que no fue”.

 

La mayoría que se construyó a tales efectos, con una propagación mayor que la de un virus desconocido y contagioso, se reconstituye con proverbial dinámica y en las próximas elecciones demostrará cuán cerca o lejos puede estar de un poder político, en la actualidad, “borocotizado”.

 

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(*) Por Francisco Tomás González Cabañas.

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