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Opinión

Una mirada sobre nosotros mismos

PERIODISMO (*)

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Mas allá de no coincidir con la fecha elegida para la celebración del día del periodista en Argentina, por no representar de modo alguno los paradigmas de la libertad de expresión y el espíritu de contrapoder intrínseco del periodismo, esta oportunidad parece mas que pertinente para recorrer algunos aspectos poco abordados en relación al vulgar discurso que aparece año a año, como inercia demagógica de estos tiempos.


Las adulaciones, palmadas y obsecuente actitud de muchos para con el periodismo, contrastan con las otras, también importantes en número, que se ocupan de responsabilizar a los que ejercen la actividad, de todos los males que padece la sociedad. Siendo un poco más cautos, tal vez se deba decir que, en realidad, ni una cosa, ni la otra. Muchas mentiras y falsas creencias rodean a este oficio. Pero, las más de ellas, de tanto repetirlas terminan pareciendo ciertas, aunque sin elementos concretos que la sostengan. Habrá que decir, a favor de los fabuladores, que sus argumentos, además de lineales, parecen verosímiles, y es tal vez este último dato, el que culmina dándole cierto sustento. Una añeja presunción pretende poner en un pedestal a quienes ejercen la tarea de informar. Suponen que la labor de los comunicadores, está rodeada de un aura especial, algo que la hace intocable, superlativa, sublime y superior. Condescendiente y conveniente argumento que solo eleva el insustancial ego de una profesión que, por si misma, ya atrapa a ególatras personajes y mediocres con baja autoestima, de esos que necesitan ser alabados cada tanto para no deprimirse. Muchos halagadores consuetudinarios, apelan a esta herramienta para mendigar un poco de protagonismo en los medios, invitaciones, invocaciones, o inclusive, cuando no, para evitar criticas. La vanidosa actitud tan propia del rubro, hacen de este tipo de posibilidades, moneda corriente y campo propicio para el superficial elogio fácil. Muchos siguen sosteniendo que los periodistas como formadores de opinión, consiguen que cualquier cosa que digan se convierta en verdad. Quienes eso afirman, sobreestiman al periodismo y a los medios y subestiman profundamente a la sociedad manifestándole su marcado desprecio. No se debe caer en la trampa de sobredimensionar el alcance de los medios, la perversidad de sus actos y la penetración de su discurso. En un mundo capaz de fabricar fantasmas, que sigue creyendo en paranoicas conspiraciones y en las corporaciones que todo lo pueden, ese pensamiento mágico, se hace funcional. Sobradas pruebas tenemos, a estas alturas, de que las mentiras tienen patas cortas y que el poder de los medios no es tal. Si así fuera, algunos nunca habrían caído en desgracia y muchos poderosos soportados por la prensa aun perdurarían. No es lo que ocurrió. Es que solo cabe recordar una de las tantas versiones de aquella frase que se le atribuye a Abraham Lincoln, que decía que se puede engañar a algunos durante mucho tiempo, a muchos durante algún tiempo, pero no a todos durante mucho tiempo. Por retorcidas que sean las elucubraciones, la prensa, es eso, un poder mas, el cuarto o el que sea, pero solo una parte mas del delicado y necesario equilibrio de fuerzas que hacen caminar mejor o peor al mundo. Entre las históricas demandas, están esas que dicen que es necesario un periodismo “independiente”, Ya lo afirmaba un viejo maestro, que nos enseñaba sobre el periodismo independiente, lugar común, reiterado como verdad a los cuatro vientos. La calidad de independiente es respecto de algo, del poder, del Estado, de los partidos políticos, de los clientes, de los sectores económicos, políticos o religiosos, de las ideas. Por lo tanto, no existe tal cosa como el periodismo independiente, pues invariablemente se depende, de uno u otro modo, de las propias creencias y prejuicios, de los conocimientos y experiencias, de la base cultural, del entramado ideológico y de las convicciones religiosas que llevamos con nosotros a cuestas de modo permanente. Tal vez la referencia a independiente, tenga que ver expresamente con el poder en sentido genérico, y en ese aspecto seguramente no solo es deseable, sino que además es requisito para ejercer la profesión, por su esencial característica de contrapeso. También se espera cierta objetividad periodística. Sin explicar la idea, solo se recita y se repite hasta el cansancio. Ese argumento pretende sostenerse en que la verdad es única y ser objetivo asume decirla y conservarla como valor. Es probablemente cierto eso de que la verdad pueda ser una sola, lo que no es cierto es que debe ser observada desde un solo lugar. La verdad tiene muchas aristas, y se pueden llegar a múltiples, casi infinitas conclusiones, sobre un mismo hecho, priorizando algunos aspectos por sobre otros, sin escapar a la verdad. Por eso, cuando se habla de objetividad, tal vez muchos deban revisar ideas para ser mas realistas, porque cada uno de nosotros lo hacemos, opinamos, desde nuestro lugar, desde nosotros mismos, con criterio propio, lo que nos hace formidablemente subjetivos, al analizar los acontecimientos desde una perspectiva particular, que puede ser singular o coincidente con el resto. Un párrafo aparte habrá que dedicarle a la perseverante actitud de colocarse en el rol de victima. La posición débil, de sojuzgamiento y sometimiento es típica de los mediocres de la casta. El periodismo, como cualquier otro tipo de labor, requiere de una dosis de talento y mucho de convicciones. Si no se tienen ambas, al menos en las proporciones mínimas, se termina haciendo lo que otros quieren, y no lo que uno pretende. No cualquiera que está frente a un micrófono o a las cámaras de televisión, en una redacción de un periódico o de un portal digital, es periodista. Una cuota de talento, y otro tanto de esfuerzo, principios, sacrificio e inteligencia pueden hacer la diferencia. Como en toda ocupación, no triunfan todos, no llega cualquiera, solo los que han logrado combinar sus habilidades con algún criterio. Y no es cuestión de caer en la demagógica postura de justificar a los anodinos para seguir alimentando la hipócrita tendencia aduladora de estos tiempos. El periodismo debe hacer una profunda autocrítica, ya no por lo dicho, ni por lo hecho, por lo escrito y mostrado, sino por las permanentes omisiones, por lo ocultado premeditadamente, por lo callado y no mostrado, por la complicidad de sus silencios. La falta de coraje profesional, los temores, el miedo a la libertad y la larga historia de voluntades quebrantadas son el costado más frágil de esta vocación. Privar a la sociedad de algo, por la falta de valor, por los excesos de prudencia y las protecciones implícitas, hablan bastante mal de esta noble actividad. Y hay que hacerse cargo, habrá que asumirlo primero, si queremos corregirlo. Al periodismo no lo dignifica su tarea cotidiana, sino la forma de ejercerlo. Intentemos ser serios, hagamos al menos el esfuerzo, vale la pena hacer un ejercicio de revisión profunda para que la crónica compartida no sea una ingenua caricatura de lo que queremos ser y no somos. Ejercemos una profesión plagada de leyendas, que poco tienen que ver con la realidad, y aun tenemos mucho por ajustar, si pretendemos obtener la legitimidad que no otorga el esfuerzo, sino el deseable resultado de nuestro sacrificio. Para lograrlo, tal vez debamos abandonar el testimonio cándido que pretende ocultar nuestras, cada vez, más evidentes falencias. Sería un buen comienzo y un excelente homenaje a la profesión. Pero el ingrediente principal, no puede faltar a la cita. Sin libertad, el ejercicio periodístico no tiene valor alguno. Bien lo decía Albert Camus “una prensa libre puede ser buena o mala, pero sin libertad, la prensa nunca será otra cosa que mala”. (*) Recibido por Corrientes al Día de Alberto Medina Méndez amedinamendez@gmail.com – Skype: amedinamendez www.albertomedinamendez.com

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Cuando el mérito no importa

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Dijo en San Juan el presidente Fernández: “lo que nos hace evolucionar o crecer no es el mérito, como nos han hecho creer en los últimos años, porque el más tonto de los ricos tiene muchas más posibilidades que el más inteligente de los pobres”.


Esto es tan falso, tan terriblemente insultante para la inteligencia, que es difícil decidir por dónde empezar a analizarlo.  Sólo diré que Steve Jobs (Apple), Bill Gates (Windows), Jeff Bezos (Amazon) y Marcos Galperin (Mercado Libre), son algunas de las fortunas más grandes del mundo y de Argentina, y NINGUNO fue hijo de rico.  Este pelotudismo socrático y retrógrado ha sido totalmente superado en los países desarrollados… ¡Y PRECISAMENTE PORQUE LO SUPERARON SON DESARROLLADOS!

 

Luego invocó a Alberdi y Sarmiento, reinterpretándolos con un pensamiento tan retorcido que los vuelve irreconocibles.  Dijo admirarlos porque “vislumbraron la importancia de la educación pública, que nada es más importante que el conocimiento humano” y del sanjuanino aseguró que “en un gesto inigualable de igualdad, resolvió que todos los que estudian en la escuela pública calcen un guardapolvo blanco para que las diferencias sociales allí donde se aprende no aparezcan.  Con todo eso nos dijo que el estado debe estar muy presente en el desarrollo humano y que finalmente lo que más vale es la igualdad, es propender a un sistema más igualitario”.

 

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Pobres Alberdi y Sarmiento.  Si pensamos cuales referentes históricos argentinos estuvieron absolutamente en contra de la intromisión del estado (que debía ser pequeño) en el quehacer cotidiano de los ciudadanos, fueron sin dudas estas dos inmensas figuras de nuestra patria.  Hacer semejantes distorsiones de su pensamiento es una ofensa a sus memorias y, como se hacía en la escuela, debería lavarse la boca con jabón para limpiar sus palabras.

 

Alberdi decía que “la omnipotencia del Estado es la negación de la libertad individual” y que “la grandeza del vecino, forma parte elemental e inviolable de la nuestra”, LO OPUESTO al igualitarismo y el desconocimiento del mérito.

 

¿Y qué pensaba Sarmiento?, al que dijo admirar.  El sanjuanino dijo: “las cumbres se alcanzan doblando el empeño” y “toda la historia de los progresos humanos es la simple imitación del genio”; Don Domingo era un ferviente defensor del mérito, concepto que el señor presidente denigra.

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Es increíble que en la actualidad, con lo fácil que es conocer la realidad de otros países, todavía existan personas “educadas” (en realidad son apenas instruidas, la educación implica pensamiento crítico algo que les es ajeno) que sean tan ciegas como para dejarse engañar así.

 

El presidente habla de defender el federalismo y a las provincias del “pulpo” del puerto, cuándo el mayor héroe de esta gente fue Rosas, quien prohibió los puertos del Paraná para que todo el comercio exterior pasara por Buenos Aires, empobreciendo a las otras provincias.  Obsesión rosista por el monopolio del puerto porteño que condujo a la muerte a valerosos patriotas en la Vuelta de Obligado, sacrificio disfrazado con la mentira de la “defensa de soberanía”.

 

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Valga la apostilla: ese fue el mismo Rosas que le quitó los sueldos a los docentes de las escuelas y universidades estatales, hundiendo en la ignorancia a los pobres y yendo en contra de la tan mentada “igualdad de oportunidades” con la que se llenan la boca.

 

¿Habla del federalismo y de trato igualitario para todas las provincias?, cuando el peronismo fue el mayor promotor del crecimiento del conurbano bonaerense y que le otorgó tantos subsidios a la luz, el gas y a los combustibles, que hacía que en Buenos Aires se pagara hasta 5 veces más barato los servicios públicos que en el resto del país.  ¿En serio?  ¿Se puede ser tan caradura?  Y lo peor, ¿se puede ser tan idiota como para creerles?

 

También dijo Fernández: “lo que uno más debería desear como argentino, es que cada argentino tenga la oportunidad de nacer…”, ¿oportunidad de nacer?, ¿de qué oportunidad de nacer habla quien defiende el aborto?, ¿se puede ser más cínico y contradictorio?  “…Y de morirse feliz después de haber vivido bien, en la provincia donde ha nacido”, ¿morirse feliz?, ¿Cómo Solange que murió sin ver a su padre?, ¿o Facundo Astudillo?, ¿o Franco Martínez?, ¿o Franco Isorni?, ¿o Luis Espinoza?, todos desaparecidos y muertos en democracia en este 2020.

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Entiendo (no comparto) que los que “están prendidos” defiendan “el modelo”… ¿pero el resto?, ¿el laburante que deja más de la mitad de su sueldo en impuestos para mantener punteros y para que le den por sus impuestos la porquería de salud, educación, seguridad y justicia que tenemos?, ¿el profesional que como universitario debería ser capaz de ver más allá de las mentiras de los demagogos?  Cómo decía Sarmiento y se aplica a los “educados” que egresan de la universidad: “era el que más sabia… Pero el que menos entendía”.

 

Lo cierto es que a decir del gran sanjuanino: “la ignorancia es atrevida”, pero aún es más atrevida la avaricia, la soberbia y el despotismo de quienes conducen hoy el destino de nuestra patria y que lejos están de seguir el siguiente principio rector del cuyano: “fui criado en un santo horror por la mentira, al punto que el propósito de ser siempre veraz ha entrado a formar el fondo de mi carácter y de ello dan testimonio todos los actos de mi vida”.

 

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Quienes creemos en la Libertad, en la igualdad ante la Ley y no por la Ley, y en el Respeto por la vida y la propiedad del prójimo, no solo tenemos el deber ético y moral, sino también la impostergable necesidad de oponernos y manifestarnos en contra de los atropellos que se están cometiendo contra los argentinos y contra la República.   

 

El momento es YA… antes de que terminen de hundirnos y de someternos, antes de que no quede nada por salvar.

(*)  Rogelio López Guillemain

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Opinión

Reconvertir proyectos e innovar

POR MARIA EUGENIA MANCINI

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La pandemia de COVID-19 ha tenido un impacto profundo en nuestras sociedades. Además de la crisis sanitaria, ha afectado la educación, la vida social y los medios de subsistencia. A una economía difícil, esto lo ha profundizado aún más.


Para nuestros jóvenes muchos de estos impactos será a largo plazo y multidimensionales: Por ejemplo, 191 países han implementado el cierre de escuelas a nivel nacional o local, y 1,5 mil millones de personas no pueden asistir a la escuela ya que no disponen de tecnología básica para acceder a las plataformas educativas.

 

Sin embargo, hay muchos jóvenes liderando esta crisis y no se han quedado de brazos cruzados. Hay una Juventud que está apoyando el diseño y la ejecución de programas sociales pensando en caminos creativos y de respuesta.

 

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También debemos destacar la variedad de emprendimientos que han surgido adaptando propuestas comerciales a estos nuevos tiempos donde se pudo ver la creatividad y el desarrollo de productores locales.

Es fundamental continuar apoyando estos proyectos para que tengan continuidad formulando estrategias competitivas, incentivando y se conviertan en micro empresas sustentables económicamente.

 

Sumar programas de recuperación en base a economías locales y ver como su fuerza creativa comienza a enriquecer a instituciones, proyectos sustentables  y caminos nuevos para salir adelante.

 

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Pienso que un camino de desarrollo  es no solo fortalecer las economías regionales sino volver a los oficios, capacitarnos y tener herramientas prácticas para generar recursos propios.

 

Estamos atravesando un momento de reinvención muy grande y donde más que nunca necesitamos estar unidos, sacar nuestras fortalezas y trabajar juntos como sociedad pensando en lo que queremos construir, diseñando la sociedad futura, poniendo  foco en nuestros recursos y liderar.

 

Es fundamental generar herramientas para crear una sociedad más igualitaria y solidaria y no solo como respuesta a la pandemia sino también pensando a largo plazo y abordando todos  el compromiso de crear un cambio duradero.

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Opinión

La “borocotización” de Alberto

(*) OPINIÓN

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Recuerda una crónica del diario perfil: “Eduardo Lorenzo Borocotó el 23 octubre de 2005 obtuvo una banca. Pero antes de asumir algo cambió. El 9 de noviembre visitó la Casa Rosada, acompañado por su hijo. ¿Con quién tenía cita? Con el actual presidente Alberto Fernández, quien era jefe de gabinete de Néstor Kirchner.  Borocotó se reunió con los dos. A Kirchner no lo conocía. A Fernández, sí.


El mismo día del encuentro en la Rosada, Borocotó anunció su partida del bloque macrista: armó un mono-bloque independiente, afín al kirchnerismo. Alberto Fernández explicó la jugada: "Tenemos que ser amplios. Hay muchos votantes y dirigentes de ARI que están descontentos con Carrió, por ejemplo. Y nosotros estamos abiertos a recibirlos, así como a los radicales, peronistas y a todos los que crean en el proyecto del Presidente".

 

En nuestras democracias actuales, se debería empezar a pensar en que los ciudadanos, en vez de elegir a personas que encarnen proyectos, ideologías, o letras muertas de lo establecido en partidos políticos, votemos directamente, proyectos, propuestas, modelos o formas de hacer las cosas y que la ejecución de las mismas, pase a ser un tema totalmente secundario, esto sí podría denominarse algo que genere una revalidación de lo democrático, pero no estamos en condiciones de hacerlo actualmente, primordialmente porqué el gobierno de ese pueblo, está en manos de uno sólo, a lo sumo, en cogobierno por un legislativo (con flagrantes problemas en relación a la representatividad, que sería todo un capítulo aparte el analizarlo) y supeditado a un judicial, que siempre falla, de fallar en todas sus acepciones, liberar la opción de ese pueblo, para que elija su gobierno, mediante las ideas que se le propongan, sin que sea esto eclipsado por la figura de un líder o lo que fuere, en tanto y en cuanto siga siendo uno, recién podrá ser posible, cuando su vínculo con la vida y la muerte, no tenga que ser anatematizado mediante la creencia o no creencia, que como vimos son las dos caras de una misma moneda, en un ser único y todo poderoso, creador de este mundo y de todos los otros, los posibles como los imposibles.

 

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La violencia del estado que en la actualidad se traduce en su sobre-presencia en ciertos sectores a costa de la ausencia del mismo en vastas áreas y bolsones, la sobreactuación de un supuesto sentir o hacer democrático, en donde sólo se ejerce una dudosa aclamatoria de mayorías (sistemas de preselección de candidatos cerrada, como internas que no se llevan a cabo, que transfieren el sentido de elegir por el de optar, entre quiénes ellos, de acuerdo  a sus reglas disponen que tengamos que optar, es decir elegir condicionados) debería estar tipificado en la normativa, como uno de los delitos más flagrantes contra las instituciones y el pleno ejercicio de la libertad, de tal manera, la ciudadanía no tendría excusas como para no levantarse en puebladas, en manifestaciones que dan cuenta de la total y absoluta anomia, en que la incapacidad de cierto sector de la clase política nos puede volver a conducir en cualquier otro momento u oportunidad. Propuestas es lo que sobra, se precisa de predisposición de estos para hacerles sentir a la ciudadanía que algo determinan, con el pago de sus impuestos y con sus votos. En tiempos electorales, una práctica que debería ser desterrada y que es una muestra expresa del democraticidio, es la compra de votos, sea mediante una dádiva, prebenda, por intermedio de corte de chapas, dinero, mercadería, merca o lo que fuere, como de las mentiras flagrantes e inconsistentes las que ofrecen por doquier. Como también lo es la no sanción de los hechos de corrupción, o la dilación en demasía para resolver los mismos, perpetrados por hombres que hayan pertenecido al funcionariado público.

 

Si somos presa de políticos corruptos seguiremos encarcelados en el imperativo de una sociedad penalizada y penalizante para sancionar delitos y no para reconvertir conductas que no nos lleven a ellas.

 

Hasta aquí sí se quiere, nada nuevo bajo el sol, o desconocido para todos aquellos a quiénes, Alfonsín nos prometió que con “la democracia se educa, se come, se cura, no necesitamos nada más, que nos dejen de mandonear…” la nueva modalidad, de estas suertes de “democraticidios” que nos afectan, es que el poder unipersonal del ejecutivo nacional, pasó a un sistema, tal como lo definió un constitucionalista “vicepresidencialista” y por tanto, Alberto, el creador del “borocotismo”, tal como Víctor Frankenstein, pasó a ser víctima de su propia creación, de su mutación práctica de lo representativo.

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En la aceleración, profundización o intensificación del cristinismo, camporismo o kirchnerismo recargado, en el que recayó Alberto, no quedaría otro espacio en la historia para él, que un título de un libro escrito por Miguel Bonasso, acerca de Héctor Cámpora; “El presidente que no fue”.

 

La mayoría que se construyó a tales efectos, con una propagación mayor que la de un virus desconocido y contagioso, se reconstituye con proverbial dinámica y en las próximas elecciones demostrará cuán cerca o lejos puede estar de un poder político, en la actualidad, “borocotizado”.

 

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(*) Por Francisco Tomás González Cabañas.

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