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Victimas del Cuarto Poder, O de la inextinguible llama del nazismo.

LA ÉTICA EN TIEMPOS DE PENURIA (*)

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Victimas del Cuarto Poder; (a mi amigo Rafael Vargas Gómez). Género: Drama. Director: Bobby Roth; Actores: Peter Coyote, Nathalie Baye, Jurgen Prochnow, Hippolyte Girardot. Título Original: The Man Incide.


WALLRAFF: UN PERIODISTA EN LA MARAÑA DEL PASADO La reputación del periodista Günter Wallraff, paradigma del periodismo izquierdista de denuncia del racismo o la manipulación de la prensa es acusado de haber servido a la STASI, el siniestro y criminal ente de seguridad de la Alemania comunista. Wallraff, quien en los años 80 se disfrazó de inmigrante como Alí el obrero, e hizo avergonzar a la sociedad germana con su libro “Cabeza de turco”, por las revelaciones sobre el abuso a los extranjeros trabajadores tiene algunas facetas de su pasado por aclarar, a juzgar por los archivos de la policía secreta germano-oriental. Según las últimas revelaciones, entre 1968 y 1971, el periodista constó como “colaborador no oficial” – el equivalente a un confidente más o menos de plantilla- de la Stasi, bajo el nombre clave de “Wagner”, con la misión de espiar a otras personas. El tal Wagner filtró a los servicios secretos de la Alemania comunista – y, por extensión, a los soviéticos- información sobre “métodos de guerra psicológica” y “sustancias químicas”, al parecer conseguida del seguimiento a investigadores occidentales y de las actividades del consorcio Bayer. A LA CAZA DE LOS NAZIS AGAZAPADOS Las sospechas de que Wallraff sirvió a la Stasi no son nuevas, puesto que ya en 1992, tras el éxito editorial de “Cabeza de turco”, tuvo que hacer frente a tales acusaciones, que rebatió con el argumento de que se trataba de una maniobra para desprestigiarlo. Wallraff no negó nunca haber tenido contactos -o incluso buenos vínculos- con la Stasi, puesto que ésta le abrió sus archivos en los años 80, cuando éste buscaba información sobre nazis en cargos directivos en la Alemania occidental. Pero tanto entonces como ahora rechaza haber espiado para la policía secreta. El escándalo ha tomado ahora más fuerza, a la luz de las denominadas “Actas Rosenholz”, un material de la Stasi que, tras la reunificación, cayó en manos primero de la KGB y luego de la CIA, hasta que el pasado julio fueron devueltos a Alemania. La nueva documentación ha permitido subsanar una serie de lagunas de conocimiento. Hasta ahora, existían dudas acerca de la identidad de ese “Wagner”, por un salto de fechas y dos errores tipográficos. ATANDO CABOS Cotejando la información conservada en Alemania con la aportada por la CIA se ha reconstruido el acertijo, al parecer sin margen de duda, según un informe de nueve páginas, presentado esta semana en Berlín. Hasta ahora el departamento que custodia los archivos de la Stasi en Berlín había tachado de insostenibles las acusaciones. Pero la situación ha cambiado, según ha admitido ahora su actual directora, Marianne Birthler. Las actas Rosenholz no exculpan ya a Wallraff, sino que apuntan a lo contrario. Tal vuelco en el caso se ha producido, dice Birthler, “tras el análisis de las pruebas recibidas de la CIA”. HABLA EL ACUSADO Wallraff rebate estos argumentos: “Las acusaciones nuevas son iguales a las antiguas. Sólo que hay un par de actas más”, afirma el periodista. Puede que todo se deba a una confusión de nombres, apunta, puesto que Wagner “es un apellido muy común”. Cuando se ventilaron las primeras sospechas, el periodista se defendió hablando de “campaña de descrédito, orquestada por medios sensacionalistas vengativos”. Wallraff es un viejo enemigo de ciertos medios, concretamente de “Bild”, el periódico más leído de Europa y, por lo demás, de tipo sensacionalista, en cuya redacción se infiltró para denunciar luego, en formato de libro, los entresijos de sus consejos de redacción y la manipulación informativa. Más famoso aún le hizo otra operación de “camuflaje”: cuando adoptó la identidad del “turco” Alí, aceptó los trabajos más duros -o hasta suicidas, ya que hizo de Conejillo de Indias de la industria farmacéutica y mecánico de una central nuclear- para vivir en propia carne la marginalidad y desprecio a que se ve sometida la inmigración. El resultado fue “Cabeza de turco”, best-seller en Alemania, que le valió la enemistad eterna de quienes se vieron “retratados” en la denuncia, como la Unión Cristianosocial de Baviera (CSU), cuyo patriarca, Franz Josef Strauss, le había llevado ya a tribunales. BUENAS INTENCIONES Y MALOS AMIGOS Independientemente de las acusaciones, cierto es que Günter Wallraff es otro triste ejemplo de aquellos intelectuales de izquierda que quisieron un mundo más justo y lucharon por las libertades civiles aliándose, paradójicamente, con una dictadura. Su despertar empero, sólo llegó cuando el régimen comunista no lo consideró más útil y le recortó sus propios derechos. Las nuevas revelaciones sobre el pasado de Wallraff saltaron a la opinión pública a través del diario “Die Welt”, del grupo Springer – asimismo editor de “Bild”-. Ello permite al escritor aseverar que se trata de las acusaciones de siempre, lanzadas por los eternos enemigos. Sólo que, ahora, el caso ha adoptado una nueva perspectiva para la oficina Birthler, en cuyas actas consta que “W” dejó de trabajar en 1973, tras comprobarse que era un individuo “no fiable, inconsistente y olvidadizo”. Como ya lo dijera el propio Bertold Brecht, “la revolución se devora a sus propios hijos”. MARIA JESÚS CASALS CARRO DEFINE A WALLRAFF Conviene recordar algunos aspectos de Gunther Wallraff a quien se le llamó el Robin Hood de los periodistas alemanes porque eligió la denuncia de los poderosos para proteger a los más débiles. Sus métodos fueron trasgresores en una Alemania cuyos periódicos ocultaban lo indeseable y cuyos lectores no querían leer lo que no les gustaba oír. Wallraff ha sido quizá un personaje irrepetible por lo heroico de sus acciones y por su generosidad sin límites que le llevó a prescindir hasta de tener vida propia. Durante más de 25 años fue capaz de transformarse -no de disfrazarse, he ahí el matiz- en diferentes personalidades para introducirse en lugares y situaciones que de otro modo no hubiera sido posible. Vivía estas experiencias hasta el más profundo de los fondos, por muy duras que fuesen y por largo tiempo, incluso años. Este periodista indeseable, como él mismo se calificó en un recordado libro (1979), trabajó en una inhumana cadena de montaje de coches, se introdujo como paciente en un psiquiátrico, pasó por uno de esos seudo-periodistas, Hans Esser se hizo llamar, de la tremenda prensa sensacionalista alemana gobernada por Axel Springer. Durante cuatro meses de trabajo pudo reunir material suficiente para revelar los trucos y mentiras, inventos y sucios métodos del sensacionalista y reaccionario Bild Zeitung, diario de más de 6 millones de ejemplares. Se hizo pasar por un alemán rico y pro-nazi y descubrió de ese modo la intentona golpista del general portugués Spínola. Se encadenó a una verja en Atenas pidiendo libertades para el pueblo porque quería conocer cómo era la represión en la Grecia de la dictadura militar: fue detenido, torturado y pasó tres meses en la cárcel griega. Fue un empresario católico que sentía “escrúpulos de conciencia” y por eso fue a consultar sus dudas a once sacerdotes y obispos: ¿puedo vender NAPALM al ejército norteamericano en el Vietnam?, les preguntó. Todos, sacerdotes y obispos, le aconsejaron que podía vender su química abrasiva y letal. Gunther Wallraff publicaba libros después con todas estas experiencias practicando así lo que él mismo asumió y defendió como un contra-periodismo. Y tan comprometido estaba en este cometido que la fuerza de sus relatos no residía en su primera persona ni en el detalle de sus transmutaciones, ni siquiera en el asombro de vivir y trabajar como un turco en Alemania durante más de dos años. La fuerza residía en la sobriedad de su estilo explicativo, sin concesiones estilísticas, en el rigor del relato con nombres de personas, lugares, fechas, dichos y hechos. Documentaba exhaustivamente sus relatos para que el lector pudiera comprender la cara oculta de la realidad. Gran parte de sus ingresos millonarios por sus libros los empleó en crear fundaciones -como el Fondo de Solidaridad con los extranjeros – para la defensa de los grupos de marginados que le sirvieron como modelo de sus denuncias. Otra parte de esas ganancias las tuvo que emplear para pagar los costes de sus innumerables procesos judiciales. Ha vivido oculto, amenazado y hasta con protección policial. Aquel afamado libro suyo, Cabeza de turco, que vendió millones de ejemplares, fue un testimonio fundamental en la reciente historia no sólo de Alemania, sino también de Europa. Y lo que vivió en la piel del turco Alí -su más ambicioso trabajo, su impostura más radical y más profunda como describió Rosa Montero (1987: III)- durante treinta largos meses dejó la constatación de una realidad que era necesario saber, conocer y reconocer. Gunther Wallraff, efectivamente, no fue un periodista. Tampoco un literato. Wallraff fue el contra-periodista, el descubridor de escándalos reales que nos salpican a todos, el que enseñaba la terrible obscenidad de las peores miserias de los poderosos en particular y de la condición humana en general, el que nos recordó que seguía habiendo esclavos y la explotación del hombre por el hombre. Si hubiera ahora un Gunther Walraff español se iría a África y se transmutaría en un magrebí indocumentado y sin dinero. Cruzaría el Estrecho en patera, intentaría sobrevivir en los campos de trabajo del Levante y hasta tal vez saldría en un reportaje de televisión denunciando que a las ovejas se les da lo que a ellos, seres humanos, se les niega: un chamizo para guarecerse. Tiempo después lo contaría en un libro y se iría lejos de las iras de tantos y tantos personajes descubiertos en su racismo rampante y en su mezquino espíritu. Wallraff, el contra-periodista, sólo quiso despertar conciencias y lo consiguió. Juan Goytisolo, en un artículo titulado “En las aguas heladas del cálculo egoísta” que acompañaba a modo de epílogo la edición española de Cabeza de turco (1987: 238-239) nos dejó una inolvidable defensa de la actuación de Gunther Wallraff: ¿Quién conoce, en efecto, fuera de los mismos interesados, la xenofobia, explotación y desprecio vividos día tras día? Hay que vestirse, colorearse, asumir los rasgos visibles de la extranjería, como ha hecho Gunther Wallraff durante dos años, para penetrar en la vida íntima del “mala pinta”. Su obra “Cabeza de Turco” es sobrecogedora, no porque nos introduzca en un mundo exótico -el de la comunidad turca instalada en Alemania-, sino porque expone sin paliativos nuestra propia radiografía. Que el autor halle en plena República Federal de Alemania situaciones fielmente descritas en las novelas de Dikens y Zola no constituye una sorpresa: cualquier observador sin anteojeras puede comprobarlo “de visu”. Lo que da un raro valor al libro -a su admirable relato de la aventura de un narrador solitario en “las aguas heladas del cálculo egoísta”- es la “mirada nueva, más amplia, más rica” del autor a la “estrechez de espíritu y frialdad de carámbano” de sus compatriotas. Ahí sí descubrimos algo, y la visión de Wallraff, investido de un privilegio similar al de Midas, exotiza cuanto toca: revestido de su flamante apariencia de turco, se interna y nos interna en un infierno ordinario con una santidad matizada de humor e ironía, con una indignación que se vierte en un pujo incontenible de risa. La marginalidad del punto de vista singulariza y parece dotar de un aura de novedad excepcional situaciones cotidianas y triviales, desrealiza sus contornos, las transmuta en un escenario esperpéntico en el que Frau Willi, la empresaria de pompas fúnebres dispuesta a consentir una rebaja del 10% en el precio de la futura repatriación del cadáver del presunto obrero turco desahuciado por cáncer si éste le abona de antemano los gastos, adquiere un valor emblemático. ¿Cómo no reconocer en ella la monstruosidad de nuestra amable y obsequiosa vecina? El recorrido casi picaresco en busca de empleo del falso Alí es el de doce millones de asiáticos, negros, árabes o latinoamericanos de “mala pinta”, continuamente enfrentados a circunstancias en las que la monstruosa normalidad de las conductas florece a sus anchas. Explorador de los límites de la abyección humana, Wallraff nos obliga a sondear insospechables honduras y bajar entre risas a los intestinos nauseabundos de la Europa superior, culta y civilizada En Barcelona, con chilaba no es un reportaje, no es periodismo. Ni contra-periodismo. Es un juego, vendido como espectáculo, propio de esos malos actores “a lo Wallraff” que siempre tienen el recurso de la ducha confortable y tan higiénica. Ningún periodista tiene la obligación de ser un Wallraff. Es más, su profesión no es el contra-periodismo sino el periodismo con sus reglas de juego claras y exigentes: no ocultar su condición de periodista, no engañar para conseguir información, no promover escándalos como espectáculo ni como arma ideológica para conseguir fines no confesados. Documentarse, buscar, saber preguntar, saber escuchar, saber escribir, saber contar, saber analizar. Respetar los límites de los géneros porque son los códigos de credibilidad de su profesión. Una profesión que se verá obligado a defender como un servicio social de primer orden. Ya en 1919, Max Weber (1983:97-99) describió en este elocuente alegato la dimensión de esta enorme responsabilidad: El periodista es en la actualidad el representante más importante de esa clase de políticos que fundamentan su actuación en el lenguaje. (…). El periodista comparte con el demagogo, el letrado (al menos en el continente, pues su situación en Inglaterra es distinta, al igual que en la Prusia del pasado) y el artista este destino: carece de una clasificación social fija. Forma parte de una casta de parias. La sociedad lo tasa siempre según sus representantes de ética más dudosa. En consecuencia, circulan las ideas más extravagantes sobre los periodistas y su trabajo. No todos saben que para realizar un trabajo periodístico realmente valioso se requiere tanto “”espíritu””como para cualquier trabajo científico -en particular porque es preciso crear de forma inmediata, como si se obedeciera a una orden, y buscar un efecto inmediato-, aunque las condiciones sean, desde luego, distintas. Casi nunca se presta la debida atención al hecho de que la responsabilidad del periodista es muy grande; por lo general, el sentido de responsabilidad de un periodista honrado no suele estar por debajo del de un científico; más bien, está por encima, como lo ha demostrado la guerra. Sin embargo, sólo retenemos en la memoria los trabajos periodísticos irresponsables, debido a que su efecto suele ser terrible. Nadie cree, por ejemplo, que la discreción de un periodista competente supera, en general, a la de otras personas. Las enormes tentaciones que esta profesión conlleva, y las otras circunstancias que hacen al entorno del trabajo periodístico, producen esas consecuencias que han habituado al público a mirar a la prensa con una mezcla de desprecio… y de miserable cobardía … INTRODUCCIÓN A UNA ÉTICA EN TIEMPOS DE PENURIA. ESCRIBE OSCAR PORTELA ¿Porque escribir una nota sobre un filme que no conoce nadie y que es poco probable que lo conozcan debido a su nula distribución incluido en dvd? Pues porque es algo más que un simple filme excepcionalmente realizado, actuado y escrito. Se trata de algo aún de que la cinta exige una interpretación que va más allá de una discusión acerca de la funciones de lo que denominamos Cuarto Poder, de una Tesis sobre la Cuestión Ética que entraña la heroica y abnegada función de formar informando. Se trata de algo más de de las denuncias sobre la corrupción de la Prensa en Función de las Hegemonías políticas. Se trata pues de mostrar que lo que llamamos concentración de poder encuentra en la información el modo de anular el espacio de lo privado y convertirlo en “acodo de lo público”: (Sendas Perdidas: Heidegger). En lo que el mismo maestro denominó “publicidad de todo ente” se encuentra el ejerce por donde pasan todas las formas de manipulación de conciencias como modo de llegar al complot político que Hitler soñó he hizo realidad. Hitler sabía que solo en la superficie el nazismo como forma extrema de maltusianismo había fracasado. Sabía incluso que aquella guerra constituía solo un episodio de algo que iba más allá de la contingencia de la derrota fáctica. Había demostrado al mudo algo que el mundo no sabía: que un gobierno mundial era posible – aún a costa de eliminar a media humanidad del planeta: esta y no otra el “la voluntad que se sabe a si misma” en el instrumental de la esencia de la técnica. El nihilismo es más amplio que todo desierto. Aún más: es para Heidegger la posibilidad de todo desierto y como este le decía a Junger la línea que determina donde se debe saltar sobre el desierto somos nosotros mismos.: (Sobre la Línea). Poco importa si alguien a quien pocos conocen – entre estos yo- como Gunther Walrraff estuvo en un momento de su vida unido o no ha organizaciones nazis. Esto nos conduciría a reducir su tarea a la coyuntura contingente que toda vida humana entraña. Lo que si importa es que existió y significó para la Alemania dorada de la Social Democracia, las denuncias de los infames connubios del gran Empresariado con una Prensa que reflotaba todas las formas de las nuevas formas de esclavitud que reina en la Cultura Globalizada. La valentía lindante con la psicopatía de Wallraff lo lleva a abandonar toda forma de vida que no sea la de la simulación y el nomadismo. En la sociedad del “recelo” todo “otro” es el Enemigo. Y yo soy mi propio enemigo. La veracidad la historia que muestra el rostro invisible del nazismo (equidistante de izquierdas y derechas) es implacable y atemorizante. En verdad Wallraff logró camuflado ser integrante del staff del diario más leído de Alemania y ese pequeño o inmenso guetho donde se determinan las formas de interpretar las formas de la realidad al servicio de los complots políticos y económicos, solo sobreviven los más fuertes. ¿Y quienes son los mas fuertes? Aquellos que con la impudicia del deshonor están dispuestos a los Himler a barrer con todo lo que se interponga entre el poder total – la servidumbre de los débiles – y la administración de una verdad que debe aún ser puesta a prueba. Son los frágiles los más débiles. Cristo en la Cruz demostró lo contrario. Con su familia en peligro de muerte, el mismo y su nueva compañera bordeando la final caída en el abismo, Wallraff fue descubierto pero logró salvar su vida. Sus aventuras o desventuras no habían terminado. El archivo Wallraff encriptado en el Diario no había sido retirado. Y sin el no había libro de denuncia, sino cárcel y denuncia ante los más altos estrados judiciales, acerca de su doble identidad. Con la sutileza de un maestro Bobby Roth nos lleva a un momento crucial del film. Aquel en el que el segundo director del periódico – ¿secretamente enamorado de Wallraff? – , decide salvarlo entregándole el dossier Walldorff , y las falsificaciones y adulteraciones de personalidad que obraban en poder de Diario. La muerte de este ambiguo personaje porque ambigua es la naturaleza del hombre es un momento culminante del film. ¿Porque escribir sobre un filme que el publico no verá y que no verán los profesores de filosofía ni los políticos y menos los jóvenes? Porque de el se desprende una luz de esperanza que es la luz del amor. No de la piedad sino del amor. En una era donde la Ética se convierte en un Castillo de Cristal custodiado por ángeles sin sexo, el filme marca además el camino por donde debe transitarse para plantearse una vez más los interrogantes de las Grandes Éticas. No tal vez en nombre de una humanitas muerta, sino en la de este simio mutante que es el hombre y cuya “naturaleza” pivotea “sobre el abismo de la ausencia de fundamento”. Hallar el camino que conduzca a esos fundamentos constituye el desafío del pensar como “re-unión” y no como “raepresentatio”, en un ámbito donde voces secretas regulan nuestra relación con el cosmos, la tierra y los otros. La penuria no solo carencia. No solo ausencia. Es la intransitable senda que conduce del habitar al construir. Hoy no habitamos. Lo vio Kafka. Solo somos el absurdo que espera la hora – nuestra hora – para penetrar a un sombrío Castillo. El construido por Dedalus hace tres mil años atrás. Las lecciones de actuaciones que dan Peter Coyote, Nathalie Baye, Jurgen Prochnow, Hippolyte Girardot, hacen no solo creíble la historia. La magnifican. Prochnow muestra en éste filme que es – a pesar de los pesares -, uno de los actores más importantes de nuestro tiempo. (*) De la redacción de Corrientes al Día, Oscar Portela; Corrientes 18 de octubre de 2007

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Cuando el mérito no importa

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Dijo en San Juan el presidente Fernández: “lo que nos hace evolucionar o crecer no es el mérito, como nos han hecho creer en los últimos años, porque el más tonto de los ricos tiene muchas más posibilidades que el más inteligente de los pobres”.


Esto es tan falso, tan terriblemente insultante para la inteligencia, que es difícil decidir por dónde empezar a analizarlo.  Sólo diré que Steve Jobs (Apple), Bill Gates (Windows), Jeff Bezos (Amazon) y Marcos Galperin (Mercado Libre), son algunas de las fortunas más grandes del mundo y de Argentina, y NINGUNO fue hijo de rico.  Este pelotudismo socrático y retrógrado ha sido totalmente superado en los países desarrollados… ¡Y PRECISAMENTE PORQUE LO SUPERARON SON DESARROLLADOS!

 

Luego invocó a Alberdi y Sarmiento, reinterpretándolos con un pensamiento tan retorcido que los vuelve irreconocibles.  Dijo admirarlos porque “vislumbraron la importancia de la educación pública, que nada es más importante que el conocimiento humano” y del sanjuanino aseguró que “en un gesto inigualable de igualdad, resolvió que todos los que estudian en la escuela pública calcen un guardapolvo blanco para que las diferencias sociales allí donde se aprende no aparezcan.  Con todo eso nos dijo que el estado debe estar muy presente en el desarrollo humano y que finalmente lo que más vale es la igualdad, es propender a un sistema más igualitario”.

 

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Pobres Alberdi y Sarmiento.  Si pensamos cuales referentes históricos argentinos estuvieron absolutamente en contra de la intromisión del estado (que debía ser pequeño) en el quehacer cotidiano de los ciudadanos, fueron sin dudas estas dos inmensas figuras de nuestra patria.  Hacer semejantes distorsiones de su pensamiento es una ofensa a sus memorias y, como se hacía en la escuela, debería lavarse la boca con jabón para limpiar sus palabras.

 

Alberdi decía que “la omnipotencia del Estado es la negación de la libertad individual” y que “la grandeza del vecino, forma parte elemental e inviolable de la nuestra”, LO OPUESTO al igualitarismo y el desconocimiento del mérito.

 

¿Y qué pensaba Sarmiento?, al que dijo admirar.  El sanjuanino dijo: “las cumbres se alcanzan doblando el empeño” y “toda la historia de los progresos humanos es la simple imitación del genio”; Don Domingo era un ferviente defensor del mérito, concepto que el señor presidente denigra.

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Es increíble que en la actualidad, con lo fácil que es conocer la realidad de otros países, todavía existan personas “educadas” (en realidad son apenas instruidas, la educación implica pensamiento crítico algo que les es ajeno) que sean tan ciegas como para dejarse engañar así.

 

El presidente habla de defender el federalismo y a las provincias del “pulpo” del puerto, cuándo el mayor héroe de esta gente fue Rosas, quien prohibió los puertos del Paraná para que todo el comercio exterior pasara por Buenos Aires, empobreciendo a las otras provincias.  Obsesión rosista por el monopolio del puerto porteño que condujo a la muerte a valerosos patriotas en la Vuelta de Obligado, sacrificio disfrazado con la mentira de la “defensa de soberanía”.

 

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Valga la apostilla: ese fue el mismo Rosas que le quitó los sueldos a los docentes de las escuelas y universidades estatales, hundiendo en la ignorancia a los pobres y yendo en contra de la tan mentada “igualdad de oportunidades” con la que se llenan la boca.

 

¿Habla del federalismo y de trato igualitario para todas las provincias?, cuando el peronismo fue el mayor promotor del crecimiento del conurbano bonaerense y que le otorgó tantos subsidios a la luz, el gas y a los combustibles, que hacía que en Buenos Aires se pagara hasta 5 veces más barato los servicios públicos que en el resto del país.  ¿En serio?  ¿Se puede ser tan caradura?  Y lo peor, ¿se puede ser tan idiota como para creerles?

 

También dijo Fernández: “lo que uno más debería desear como argentino, es que cada argentino tenga la oportunidad de nacer…”, ¿oportunidad de nacer?, ¿de qué oportunidad de nacer habla quien defiende el aborto?, ¿se puede ser más cínico y contradictorio?  “…Y de morirse feliz después de haber vivido bien, en la provincia donde ha nacido”, ¿morirse feliz?, ¿Cómo Solange que murió sin ver a su padre?, ¿o Facundo Astudillo?, ¿o Franco Martínez?, ¿o Franco Isorni?, ¿o Luis Espinoza?, todos desaparecidos y muertos en democracia en este 2020.

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Entiendo (no comparto) que los que “están prendidos” defiendan “el modelo”… ¿pero el resto?, ¿el laburante que deja más de la mitad de su sueldo en impuestos para mantener punteros y para que le den por sus impuestos la porquería de salud, educación, seguridad y justicia que tenemos?, ¿el profesional que como universitario debería ser capaz de ver más allá de las mentiras de los demagogos?  Cómo decía Sarmiento y se aplica a los “educados” que egresan de la universidad: “era el que más sabia… Pero el que menos entendía”.

 

Lo cierto es que a decir del gran sanjuanino: “la ignorancia es atrevida”, pero aún es más atrevida la avaricia, la soberbia y el despotismo de quienes conducen hoy el destino de nuestra patria y que lejos están de seguir el siguiente principio rector del cuyano: “fui criado en un santo horror por la mentira, al punto que el propósito de ser siempre veraz ha entrado a formar el fondo de mi carácter y de ello dan testimonio todos los actos de mi vida”.

 

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Quienes creemos en la Libertad, en la igualdad ante la Ley y no por la Ley, y en el Respeto por la vida y la propiedad del prójimo, no solo tenemos el deber ético y moral, sino también la impostergable necesidad de oponernos y manifestarnos en contra de los atropellos que se están cometiendo contra los argentinos y contra la República.   

 

El momento es YA… antes de que terminen de hundirnos y de someternos, antes de que no quede nada por salvar.

(*)  Rogelio López Guillemain

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Opinión

Reconvertir proyectos e innovar

POR MARIA EUGENIA MANCINI

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La pandemia de COVID-19 ha tenido un impacto profundo en nuestras sociedades. Además de la crisis sanitaria, ha afectado la educación, la vida social y los medios de subsistencia. A una economía difícil, esto lo ha profundizado aún más.


Para nuestros jóvenes muchos de estos impactos será a largo plazo y multidimensionales: Por ejemplo, 191 países han implementado el cierre de escuelas a nivel nacional o local, y 1,5 mil millones de personas no pueden asistir a la escuela ya que no disponen de tecnología básica para acceder a las plataformas educativas.

 

Sin embargo, hay muchos jóvenes liderando esta crisis y no se han quedado de brazos cruzados. Hay una Juventud que está apoyando el diseño y la ejecución de programas sociales pensando en caminos creativos y de respuesta.

 

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También debemos destacar la variedad de emprendimientos que han surgido adaptando propuestas comerciales a estos nuevos tiempos donde se pudo ver la creatividad y el desarrollo de productores locales.

Es fundamental continuar apoyando estos proyectos para que tengan continuidad formulando estrategias competitivas, incentivando y se conviertan en micro empresas sustentables económicamente.

 

Sumar programas de recuperación en base a economías locales y ver como su fuerza creativa comienza a enriquecer a instituciones, proyectos sustentables  y caminos nuevos para salir adelante.

 

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Pienso que un camino de desarrollo  es no solo fortalecer las economías regionales sino volver a los oficios, capacitarnos y tener herramientas prácticas para generar recursos propios.

 

Estamos atravesando un momento de reinvención muy grande y donde más que nunca necesitamos estar unidos, sacar nuestras fortalezas y trabajar juntos como sociedad pensando en lo que queremos construir, diseñando la sociedad futura, poniendo  foco en nuestros recursos y liderar.

 

Es fundamental generar herramientas para crear una sociedad más igualitaria y solidaria y no solo como respuesta a la pandemia sino también pensando a largo plazo y abordando todos  el compromiso de crear un cambio duradero.

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Opinión

La “borocotización” de Alberto

(*) OPINIÓN

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Recuerda una crónica del diario perfil: “Eduardo Lorenzo Borocotó el 23 octubre de 2005 obtuvo una banca. Pero antes de asumir algo cambió. El 9 de noviembre visitó la Casa Rosada, acompañado por su hijo. ¿Con quién tenía cita? Con el actual presidente Alberto Fernández, quien era jefe de gabinete de Néstor Kirchner.  Borocotó se reunió con los dos. A Kirchner no lo conocía. A Fernández, sí.


El mismo día del encuentro en la Rosada, Borocotó anunció su partida del bloque macrista: armó un mono-bloque independiente, afín al kirchnerismo. Alberto Fernández explicó la jugada: "Tenemos que ser amplios. Hay muchos votantes y dirigentes de ARI que están descontentos con Carrió, por ejemplo. Y nosotros estamos abiertos a recibirlos, así como a los radicales, peronistas y a todos los que crean en el proyecto del Presidente".

 

En nuestras democracias actuales, se debería empezar a pensar en que los ciudadanos, en vez de elegir a personas que encarnen proyectos, ideologías, o letras muertas de lo establecido en partidos políticos, votemos directamente, proyectos, propuestas, modelos o formas de hacer las cosas y que la ejecución de las mismas, pase a ser un tema totalmente secundario, esto sí podría denominarse algo que genere una revalidación de lo democrático, pero no estamos en condiciones de hacerlo actualmente, primordialmente porqué el gobierno de ese pueblo, está en manos de uno sólo, a lo sumo, en cogobierno por un legislativo (con flagrantes problemas en relación a la representatividad, que sería todo un capítulo aparte el analizarlo) y supeditado a un judicial, que siempre falla, de fallar en todas sus acepciones, liberar la opción de ese pueblo, para que elija su gobierno, mediante las ideas que se le propongan, sin que sea esto eclipsado por la figura de un líder o lo que fuere, en tanto y en cuanto siga siendo uno, recién podrá ser posible, cuando su vínculo con la vida y la muerte, no tenga que ser anatematizado mediante la creencia o no creencia, que como vimos son las dos caras de una misma moneda, en un ser único y todo poderoso, creador de este mundo y de todos los otros, los posibles como los imposibles.

 

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La violencia del estado que en la actualidad se traduce en su sobre-presencia en ciertos sectores a costa de la ausencia del mismo en vastas áreas y bolsones, la sobreactuación de un supuesto sentir o hacer democrático, en donde sólo se ejerce una dudosa aclamatoria de mayorías (sistemas de preselección de candidatos cerrada, como internas que no se llevan a cabo, que transfieren el sentido de elegir por el de optar, entre quiénes ellos, de acuerdo  a sus reglas disponen que tengamos que optar, es decir elegir condicionados) debería estar tipificado en la normativa, como uno de los delitos más flagrantes contra las instituciones y el pleno ejercicio de la libertad, de tal manera, la ciudadanía no tendría excusas como para no levantarse en puebladas, en manifestaciones que dan cuenta de la total y absoluta anomia, en que la incapacidad de cierto sector de la clase política nos puede volver a conducir en cualquier otro momento u oportunidad. Propuestas es lo que sobra, se precisa de predisposición de estos para hacerles sentir a la ciudadanía que algo determinan, con el pago de sus impuestos y con sus votos. En tiempos electorales, una práctica que debería ser desterrada y que es una muestra expresa del democraticidio, es la compra de votos, sea mediante una dádiva, prebenda, por intermedio de corte de chapas, dinero, mercadería, merca o lo que fuere, como de las mentiras flagrantes e inconsistentes las que ofrecen por doquier. Como también lo es la no sanción de los hechos de corrupción, o la dilación en demasía para resolver los mismos, perpetrados por hombres que hayan pertenecido al funcionariado público.

 

Si somos presa de políticos corruptos seguiremos encarcelados en el imperativo de una sociedad penalizada y penalizante para sancionar delitos y no para reconvertir conductas que no nos lleven a ellas.

 

Hasta aquí sí se quiere, nada nuevo bajo el sol, o desconocido para todos aquellos a quiénes, Alfonsín nos prometió que con “la democracia se educa, se come, se cura, no necesitamos nada más, que nos dejen de mandonear…” la nueva modalidad, de estas suertes de “democraticidios” que nos afectan, es que el poder unipersonal del ejecutivo nacional, pasó a un sistema, tal como lo definió un constitucionalista “vicepresidencialista” y por tanto, Alberto, el creador del “borocotismo”, tal como Víctor Frankenstein, pasó a ser víctima de su propia creación, de su mutación práctica de lo representativo.

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En la aceleración, profundización o intensificación del cristinismo, camporismo o kirchnerismo recargado, en el que recayó Alberto, no quedaría otro espacio en la historia para él, que un título de un libro escrito por Miguel Bonasso, acerca de Héctor Cámpora; “El presidente que no fue”.

 

La mayoría que se construyó a tales efectos, con una propagación mayor que la de un virus desconocido y contagioso, se reconstituye con proverbial dinámica y en las próximas elecciones demostrará cuán cerca o lejos puede estar de un poder político, en la actualidad, “borocotizado”.

 

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(*) Por Francisco Tomás González Cabañas.

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