Opinión
¿Y si Nisman tenía razón?
ERNESTO TENEMBAUM
En la década del setenta, durante unos años, se hizo popular el concepto de Síndrome de China. Era el momento de auge de la energía nuclear.
(www.mendozapost.com) El síndrome de China hacía referencia a la posibilidad de que el material fundido en un reactor nuclear atravesara la barrera de hormigón o cemento que lo contenía y fluyera hacia afuera causando una tragedia estremecedora. Se lo denominaba Síndrome de China porque se especulaba con la posibilidad de que, si esa filtración se producía, el material nuclear y radiactivo llegara al otro lado del planeta.
Síndrome de China fue, también, el nombre de una película muy popular, protagonizada por tres buenos actores: Jane Fonda, quien era una periodista de televisión, aburrida de cubrir notas de color como el nuevo animalito que había nacido en el zoológico; Michael Douglas, un joven y barbudo camarógrafo con ideas ecologistas; y el genial Jack Lemon, era un ingeniero que ocupaba un rol clave en una central nuclear.
Durante una nota de rutina, los dos periodistas descubren que algo raro pasa en ese establecimiento. Lo siguen y persiguen al ingeniero hasta que este les cuenta que la central es insegura y que por motivos económicos se oculta el peligro. El tipo está desesperado. Esa central es su vida. Bebe, se pone nervioso, y finalmente se encierra en el control de la central nuclear y pide la presencia del periodismo para contar que están ocultando la inseguridad de la planta.
Cuando llegan las cámaras, el personaje de Lemon no puede explicar nada. Se embarulla en cuestiones técnicas, grita, tartamudea, suda, hasta que el grupo Swat consigue entrar al lugar y lo mata.
Inmediatamente, los voceros de la empresa lamentan la muerte de su empleado al que, con cara compungida, describen como un tipo con problemas mentales, un pobre hombre, un extraviado. La peli no termina ahí, pero -para lo que sigue- basta.
Desde el momento en que el fiscal Alberto Nisman presentó su denuncia contra el gobierno nacional, una cantidad enorme de intelectuales, periodistas, juristas de pasado prestigioso, y políticos se dedicaron a carecterizarlo de diversas maneras peyorativas: un pobre hombre, de amistad íntima con otro hombre al que recibía asiduamente en su departamento, que abandonó a su hija menor de edad en un aeropuerto, que no escribía lo que firmaba, que recibía órdenes de poderes tenebrosos sobre cuando presentar un escrito, cuando volver al país, qué decir en cada caso, un fiscal todo servicio, un hombre de alto poder adquisitivo.
Algunas de esas cosas serán ciertas, otras no, seguramente en ese relato se ocultan algunas virtudes del fiscal respaldado primero y luego excomulgado por el oficialismo.
Ese tipo de actitudes son clásicas de organizaciones totalitarias: un disidente es un traidor y se necesita aniquilar su imagen pública para que no sea creíble, primero, y para que todo el mundo sepa el costo que tendrá seguir su camino. Se protege a los fieles pero se es despiadado con los que discrepan.
En medio de esa andanada diversas personalidades -empezando por la presidenta de la Nación, Cristina Fernández, y su canciller, Héctor Timerman- se concentraron en polemizar con la acusación de Nisman contra ellos.
Es muy interesante detallar sus argumentos porque, quizá, mirados de otro modo, echan luz sobre una pregunta que, para el kirchnerismo -sus periodistas, sus juristas con pasado prestigioso, sus intelectuales- parece tabú.
El kirchnerismo sostiene que el alegato de Nisman se cae por su propio peso debido a que los dos supuestos centrales de su texto no se cumplen.
Si, para Nisman, el Memorandum de Entendimiento con la República Islámica del Irán fue un plan para intercambiar impunidad para los asesinos de la AMIA por acuerdos comerciales con Irán, basta ver lo que ocurrió después para percibir que esto es falso: no se levantaron las alertas rojas contra los sospechosos ni se incrementó ningún intercambio -ni energético ni de ningún tipo- con los iraníes. Los objetivos que, según Nisman, tuvo el Memorándum, no se produjeron, por lo tanto esos no eran los objetivos y, por lo tanto, lo de Nisman es un mamotreto, un rosario de mentiras, o un delirio, o una operación, o una confusión.
Esa argumentación es muy apta para personas crédulas o desmemoriadas. Pero es débil. Para empezar, no todos los objetivos que un Gobierno se propone, se cumplen.
Por ejemplo, luego del colorido viaje de la Presidenta de la Nación a Angola en 2012, presentado como una especie de panacea para el desarrollo argentino, los intercambios comerciales con Angola disminuyeron. Es decir, hubo un objetivo declamado que no se cumplió. ¿Por qué no se puede producir ese tipo de situaciones en otros ámbitos?
¿QUE FUE ESE MEMORANDUM? ¿QUÉ QUISO HACER EL GOBIERNO?
Pero el aspecto más curioso de ese argumento no es su debilidad sino sus consecuencias cuando se extrapola hacia otros aspectos del mismo debate.
Para defender el curioso, extraño, llamativo Memorándum de Entendimiento, la Presidente y su canciller explican que lo firmaron para desbloquear la causa AMIA. O sea, hicieron un acuerdo con los principales sospechosos de aquel atentado criminal para tratar de conformar una comisión mixta que esclarezca la verdad sobre su origen.
Pues bien: dos años después, ni se conformó la comisión, ni se extraditó a nadie, ni es esclareció nada. Si el escrito de Nisman era falso -para los kirchneristas-, porque no se cumplieron los objetivos que él le atribuye el Memorándum de Entendimiento, ¿por qué serían verdaderas las razones con que Cristina y Timerman defienden el mismo Memorandum, si tampoco se cumplieron los objetivos que ellos mismos declaman?
Y he aquí la pregunta central que los sesudos y no tan sesudos análisis sobre las acusaciones de Nisman no se atreven a hacer: ¿Que fue ese Memorandum? ¿Qué quiso hacer el Gobierno? ¿Qué es lo que ocultan bajo la repetición maníaca de que lo único que buscaban era la Justicia?
Hasta aquí, hay dos teorías.
Una es la de Nisman: el Gobierno buscó -aunque no haya obtenido- acuerdos beneficiosos en el área comercial a cambio de entregar la causa contra Irán, que había respaldado hasta ese momento.
Otra es la del Gobierno: El Memorándum fue un intento de asociación con supuestos criminales para esclarecer su supuesto crimen.
¿Cuál de las dos estará más cerca de la verdad? ¿Por qué razón, cuando se dedican a destrozar a Nisman ya sea con los argumentos más serios, o con los más viles, los funcionarios del Gobierno y sus periodistas, y sus intelectuales, y sus juristas con pasado prestigioso, no se hacen las preguntas obvias que siguen?
Está bien: lo que dice Nisman está débilmente fundamentado, no alcanza para configurar un delito, no describe lo que pasó con el Memorándum o, simplemente, es mentira. Pero, ¿que fue ese memorándum? ¿Para qué se firmó? ¿Qué buscaban? ¿Asociarse con criminales para que ellos colaboren? ¿Realmente eso es creíble?
A las personas que se dedican a destripar a alguien que realmente no se puede defender, ¿no les genera curiosidad ese giro tan extraño del Gobierno? ¿Ni para un párrafo? ¿No les conmueve un poquito estar discutiendo con un muerto para que su palabra no sea escuchada?
Es curioso observar, por ejemplo, el cambio de discurso del gobierno argentino respecto del tema. Si del 2007 al 2009, el Gobierno denunciaba a Irán ante las Naciones Unidas por negarse a extraditar a sus funcionarios para que sean juzgados en territorio argentino -Cristina llegó a recordar que los iraníes niegan el holocausto-, en el 2010 y 2011 se ofrece que los iraníes fueran juzgados en un país neutral, en 2012 se informa que se iniciarán diálogos formales con los iraníes y en 2013 ya se acepta que no haya extradición, ni justicia en un país neutral y se firma un acuerdo para conformar una comisión bipartita.
¿No les conmueve un poquito estar discutiendo con un muerto para que su palabra no sea escuchada?
Irán no cumple nada de esto. Pero Argentina deja de acusarlo ante las Naciones Unidas. El discurso argentino cambió. La negativa de Irán a colaborar con la Justicia argentina, no.
¿Qué fue todo eso? ¿Solo torpeza? ¿Un mal cálculo con buenas intenciones?
Es muy probable que Alberto Nisman no haya fundamentado con solvencia sus acusaciones, que haya quedado atrapado en el laberinto de servicios, embajadas, políticos oficialistas, en el que él mismo entró, que se sintiera solo cuando el Gobierno dejó de respaldar su trabajo, a punto tal que impidieron que participara del debate parlamentario sobre el Memorándum.
Es posible que esa situación personal lo empujara a sudar, a contradecirse, a adelantarse a los hechos, a asegurar cosas que no podía demostrar categóricamente. Al fin y al cabo, sus dos caminos posibles eran complicados: abandonar su acusación o denunciar al Gobierno. Debe haber sido complicado estar en su pellejo.
Pero su escrito abre una pregunta lacerante: ¿Qué era ese memorándum?
El debate sobre todo este asunto involucra a Nisman pero, antes que él, debe centrarse en el giro de Cristina y de Timerman.
¿Qué buscaron con ese memorandum? ¿Hay algún argumento con el que pueden convencer de que no se trató del segundo encubrimiento al peor atentado terrorista de la historia? ¿O simplemente van a insistir con que buscaban “justicia” a través de una comisión bipartirta?
Naturalmente, lo más sencillo es desprestigiar a Jack Lemon, el ingeniero que dice la verdad pero no se entiende lo que dice. Es un delirante, un pobre hombre, un desequilibrado.
Total, no se puede defender.
Dijo en San Juan el presidente Fernández: “lo que nos hace evolucionar o crecer no es el mérito, como nos han hecho creer en los últimos años, porque el más tonto de los ricos tiene muchas más posibilidades que el más inteligente de los pobres”.
Esto es tan falso, tan terriblemente insultante para la inteligencia, que es difícil decidir por dónde empezar a analizarlo. Sólo diré que Steve Jobs (Apple), Bill Gates (Windows), Jeff Bezos (Amazon) y Marcos Galperin (Mercado Libre), son algunas de las fortunas más grandes del mundo y de Argentina, y NINGUNO fue hijo de rico. Este pelotudismo socrático y retrógrado ha sido totalmente superado en los países desarrollados… ¡Y PRECISAMENTE PORQUE LO SUPERARON SON DESARROLLADOS!
Luego invocó a Alberdi y Sarmiento, reinterpretándolos con un pensamiento tan retorcido que los vuelve irreconocibles. Dijo admirarlos porque “vislumbraron la importancia de la educación pública, que nada es más importante que el conocimiento humano” y del sanjuanino aseguró que “en un gesto inigualable de igualdad, resolvió que todos los que estudian en la escuela pública calcen un guardapolvo blanco para que las diferencias sociales allí donde se aprende no aparezcan. Con todo eso nos dijo que el estado debe estar muy presente en el desarrollo humano y que finalmente lo que más vale es la igualdad, es propender a un sistema más igualitario”.
Pobres Alberdi y Sarmiento. Si pensamos cuales referentes históricos argentinos estuvieron absolutamente en contra de la intromisión del estado (que debía ser pequeño) en el quehacer cotidiano de los ciudadanos, fueron sin dudas estas dos inmensas figuras de nuestra patria. Hacer semejantes distorsiones de su pensamiento es una ofensa a sus memorias y, como se hacía en la escuela, debería lavarse la boca con jabón para limpiar sus palabras.
Alberdi decía que “la omnipotencia del Estado es la negación de la libertad individual” y que “la grandeza del vecino, forma parte elemental e inviolable de la nuestra”, LO OPUESTO al igualitarismo y el desconocimiento del mérito.
¿Y qué pensaba Sarmiento?, al que dijo admirar. El sanjuanino dijo: “las cumbres se alcanzan doblando el empeño” y “toda la historia de los progresos humanos es la simple imitación del genio”; Don Domingo era un ferviente defensor del mérito, concepto que el señor presidente denigra.
Es increíble que en la actualidad, con lo fácil que es conocer la realidad de otros países, todavía existan personas “educadas” (en realidad son apenas instruidas, la educación implica pensamiento crítico algo que les es ajeno) que sean tan ciegas como para dejarse engañar así.
El presidente habla de defender el federalismo y a las provincias del “pulpo” del puerto, cuándo el mayor héroe de esta gente fue Rosas, quien prohibió los puertos del Paraná para que todo el comercio exterior pasara por Buenos Aires, empobreciendo a las otras provincias. Obsesión rosista por el monopolio del puerto porteño que condujo a la muerte a valerosos patriotas en la Vuelta de Obligado, sacrificio disfrazado con la mentira de la “defensa de soberanía”.
Valga la apostilla: ese fue el mismo Rosas que le quitó los sueldos a los docentes de las escuelas y universidades estatales, hundiendo en la ignorancia a los pobres y yendo en contra de la tan mentada “igualdad de oportunidades” con la que se llenan la boca.
¿Habla del federalismo y de trato igualitario para todas las provincias?, cuando el peronismo fue el mayor promotor del crecimiento del conurbano bonaerense y que le otorgó tantos subsidios a la luz, el gas y a los combustibles, que hacía que en Buenos Aires se pagara hasta 5 veces más barato los servicios públicos que en el resto del país. ¿En serio? ¿Se puede ser tan caradura? Y lo peor, ¿se puede ser tan idiota como para creerles?
También dijo Fernández: “lo que uno más debería desear como argentino, es que cada argentino tenga la oportunidad de nacer…”, ¿oportunidad de nacer?, ¿de qué oportunidad de nacer habla quien defiende el aborto?, ¿se puede ser más cínico y contradictorio? “…Y de morirse feliz después de haber vivido bien, en la provincia donde ha nacido”, ¿morirse feliz?, ¿Cómo Solange que murió sin ver a su padre?, ¿o Facundo Astudillo?, ¿o Franco Martínez?, ¿o Franco Isorni?, ¿o Luis Espinoza?, todos desaparecidos y muertos en democracia en este 2020.
Entiendo (no comparto) que los que “están prendidos” defiendan “el modelo”… ¿pero el resto?, ¿el laburante que deja más de la mitad de su sueldo en impuestos para mantener punteros y para que le den por sus impuestos la porquería de salud, educación, seguridad y justicia que tenemos?, ¿el profesional que como universitario debería ser capaz de ver más allá de las mentiras de los demagogos? Cómo decía Sarmiento y se aplica a los “educados” que egresan de la universidad: “era el que más sabia… Pero el que menos entendía”.
Lo cierto es que a decir del gran sanjuanino: “la ignorancia es atrevida”, pero aún es más atrevida la avaricia, la soberbia y el despotismo de quienes conducen hoy el destino de nuestra patria y que lejos están de seguir el siguiente principio rector del cuyano: “fui criado en un santo horror por la mentira, al punto que el propósito de ser siempre veraz ha entrado a formar el fondo de mi carácter y de ello dan testimonio todos los actos de mi vida”.
Quienes creemos en la Libertad, en la igualdad ante la Ley y no por la Ley, y en el Respeto por la vida y la propiedad del prójimo, no solo tenemos el deber ético y moral, sino también la impostergable necesidad de oponernos y manifestarnos en contra de los atropellos que se están cometiendo contra los argentinos y contra la República.
El momento es YA… antes de que terminen de hundirnos y de someternos, antes de que no quede nada por salvar.
(*) Rogelio López Guillemain
La pandemia de COVID-19 ha tenido un impacto profundo en nuestras sociedades. Además de la crisis sanitaria, ha afectado la educación, la vida social y los medios de subsistencia. A una economía difícil, esto lo ha profundizado aún más.
Para nuestros jóvenes muchos de estos impactos será a largo plazo y multidimensionales: Por ejemplo, 191 países han implementado el cierre de escuelas a nivel nacional o local, y 1,5 mil millones de personas no pueden asistir a la escuela ya que no disponen de tecnología básica para acceder a las plataformas educativas.
Sin embargo, hay muchos jóvenes liderando esta crisis y no se han quedado de brazos cruzados. Hay una Juventud que está apoyando el diseño y la ejecución de programas sociales pensando en caminos creativos y de respuesta.
También debemos destacar la variedad de emprendimientos que han surgido adaptando propuestas comerciales a estos nuevos tiempos donde se pudo ver la creatividad y el desarrollo de productores locales.
Es fundamental continuar apoyando estos proyectos para que tengan continuidad formulando estrategias competitivas, incentivando y se conviertan en micro empresas sustentables económicamente.
Sumar programas de recuperación en base a economías locales y ver como su fuerza creativa comienza a enriquecer a instituciones, proyectos sustentables y caminos nuevos para salir adelante.
Pienso que un camino de desarrollo es no solo fortalecer las economías regionales sino volver a los oficios, capacitarnos y tener herramientas prácticas para generar recursos propios.
Estamos atravesando un momento de reinvención muy grande y donde más que nunca necesitamos estar unidos, sacar nuestras fortalezas y trabajar juntos como sociedad pensando en lo que queremos construir, diseñando la sociedad futura, poniendo foco en nuestros recursos y liderar.
Es fundamental generar herramientas para crear una sociedad más igualitaria y solidaria y no solo como respuesta a la pandemia sino también pensando a largo plazo y abordando todos el compromiso de crear un cambio duradero.
Recuerda una crónica del diario perfil: “Eduardo Lorenzo Borocotó el 23 octubre de 2005 obtuvo una banca. Pero antes de asumir algo cambió. El 9 de noviembre visitó la Casa Rosada, acompañado por su hijo. ¿Con quién tenía cita? Con el actual presidente Alberto Fernández, quien era jefe de gabinete de Néstor Kirchner. Borocotó se reunió con los dos. A Kirchner no lo conocía. A Fernández, sí.
El mismo día del encuentro en la Rosada, Borocotó anunció su partida del bloque macrista: armó un mono-bloque independiente, afín al kirchnerismo. Alberto Fernández explicó la jugada: "Tenemos que ser amplios. Hay muchos votantes y dirigentes de ARI que están descontentos con Carrió, por ejemplo. Y nosotros estamos abiertos a recibirlos, así como a los radicales, peronistas y a todos los que crean en el proyecto del Presidente".
En nuestras democracias actuales, se debería empezar a pensar en que los ciudadanos, en vez de elegir a personas que encarnen proyectos, ideologías, o letras muertas de lo establecido en partidos políticos, votemos directamente, proyectos, propuestas, modelos o formas de hacer las cosas y que la ejecución de las mismas, pase a ser un tema totalmente secundario, esto sí podría denominarse algo que genere una revalidación de lo democrático, pero no estamos en condiciones de hacerlo actualmente, primordialmente porqué el gobierno de ese pueblo, está en manos de uno sólo, a lo sumo, en cogobierno por un legislativo (con flagrantes problemas en relación a la representatividad, que sería todo un capítulo aparte el analizarlo) y supeditado a un judicial, que siempre falla, de fallar en todas sus acepciones, liberar la opción de ese pueblo, para que elija su gobierno, mediante las ideas que se le propongan, sin que sea esto eclipsado por la figura de un líder o lo que fuere, en tanto y en cuanto siga siendo uno, recién podrá ser posible, cuando su vínculo con la vida y la muerte, no tenga que ser anatematizado mediante la creencia o no creencia, que como vimos son las dos caras de una misma moneda, en un ser único y todo poderoso, creador de este mundo y de todos los otros, los posibles como los imposibles.
La violencia del estado que en la actualidad se traduce en su sobre-presencia en ciertos sectores a costa de la ausencia del mismo en vastas áreas y bolsones, la sobreactuación de un supuesto sentir o hacer democrático, en donde sólo se ejerce una dudosa aclamatoria de mayorías (sistemas de preselección de candidatos cerrada, como internas que no se llevan a cabo, que transfieren el sentido de elegir por el de optar, entre quiénes ellos, de acuerdo a sus reglas disponen que tengamos que optar, es decir elegir condicionados) debería estar tipificado en la normativa, como uno de los delitos más flagrantes contra las instituciones y el pleno ejercicio de la libertad, de tal manera, la ciudadanía no tendría excusas como para no levantarse en puebladas, en manifestaciones que dan cuenta de la total y absoluta anomia, en que la incapacidad de cierto sector de la clase política nos puede volver a conducir en cualquier otro momento u oportunidad. Propuestas es lo que sobra, se precisa de predisposición de estos para hacerles sentir a la ciudadanía que algo determinan, con el pago de sus impuestos y con sus votos. En tiempos electorales, una práctica que debería ser desterrada y que es una muestra expresa del democraticidio, es la compra de votos, sea mediante una dádiva, prebenda, por intermedio de corte de chapas, dinero, mercadería, merca o lo que fuere, como de las mentiras flagrantes e inconsistentes las que ofrecen por doquier. Como también lo es la no sanción de los hechos de corrupción, o la dilación en demasía para resolver los mismos, perpetrados por hombres que hayan pertenecido al funcionariado público.
Si somos presa de políticos corruptos seguiremos encarcelados en el imperativo de una sociedad penalizada y penalizante para sancionar delitos y no para reconvertir conductas que no nos lleven a ellas.
Hasta aquí sí se quiere, nada nuevo bajo el sol, o desconocido para todos aquellos a quiénes, Alfonsín nos prometió que con “la democracia se educa, se come, se cura, no necesitamos nada más, que nos dejen de mandonear…” la nueva modalidad, de estas suertes de “democraticidios” que nos afectan, es que el poder unipersonal del ejecutivo nacional, pasó a un sistema, tal como lo definió un constitucionalista “vicepresidencialista” y por tanto, Alberto, el creador del “borocotismo”, tal como Víctor Frankenstein, pasó a ser víctima de su propia creación, de su mutación práctica de lo representativo.
En la aceleración, profundización o intensificación del cristinismo, camporismo o kirchnerismo recargado, en el que recayó Alberto, no quedaría otro espacio en la historia para él, que un título de un libro escrito por Miguel Bonasso, acerca de Héctor Cámpora; “El presidente que no fue”.
La mayoría que se construyó a tales efectos, con una propagación mayor que la de un virus desconocido y contagioso, se reconstituye con proverbial dinámica y en las próximas elecciones demostrará cuán cerca o lejos puede estar de un poder político, en la actualidad, “borocotizado”.
(*) Por Francisco Tomás González Cabañas.