A los 38 años, Claudio Caniggia anunció su retiro: “Tuve ofertas pero no hubo ninguna que me convenciera”. Se va otro grande…

Los ojos se empañan… El 3 de julio de 1990, en Nápoles, el cielo celeste y blanco se ensombrece. Por eso, el Dios, perdón el Diez, le encomienda a uno de sus laderos que aleje los nubarrones. Entonces, el Hijo del Viento, con una melena rubia y una postura encorvada, se relame, intuye, sueña. Mientras, Diego desparrama a unos cuantos de los de amarillo y, antes de desplomarse, la acaricia. La pelota se filtra entre los desorientados defensores, y desemboca en los pies del que se relamía, intuía, soñaba. Tres segundos más tarde, con Taffarel despatarrado en el suelo, el Hijo del Viento ahuyenta a los nubarrones, y el cielo se pinta de celeste y blanco… “El gol más importante de mi carrera fue el que le metí a Brasil en el Mundial 90, luego del pase de Diego”, confesó Claudio Paul Caniggia en Radio Del Plata. “La verdad es que en ese primer tiempo —argumentó Cani— estábamos para la goleada en contra. ¡Y pensar que después lo ganamos! Pocas veces me comí un semejante baile en la cancha. Je, leí que Diego habló de Branco. El brasileño tenía un poco de sueño, pero nunca supe nada”. El 18 de febrero de 2002, los mismos nubarrones de Nápoles, oportunistas, oscurecen el cielo celeste y blanco sin que el Hijo del Viento los repela. “Después de siete meses de inactividad, aunque me entreno todos los días, y a pesar de que estoy muy bien físicamente, decidí dejar de jugar”, anunció Cani. “Tuve ofertas —siguió el ex delantero de la Selección—, pero no hubo ninguna que me convenciera. Por eso, a los 38 años, y luego de meditarlo bien, llegué a esa decisión”. Eso, a pesar de que reconoció que hubo contactos con San Lorenzo, aunque “todo se diluyó”. Los vuelos de un pájaro. Caniggia se asomó, a los 18 años, el 14 de diciembre de 1985. Entonces, River, con Goycochea, Gallego, Francescoli y compañía, jugó versus Unión, en una de sus escalas hacia el campeonato 85/86. El equipo de Veira se impuso 3-0, pero hoy, las estadísticas, siempre tan puntillosas con los resultados, se regocijan con otro dato: Cani debutó no bien ingresó por Néstor Gorosito. “El mejor equipo en el que jugué fue ese River, era tremendo”, rememoró. Acerca de su última experiencia en el Qatar FC, se sinceró: “Fue un embole. No me agregó nada en lo profesional, aunque sí me convino económicamente, y nada más”. Más identificado con la Selección (“Me encantaría un partido de despedida”) que con Boca o River, estuvo en los mundiales 90, 94 y 2002, pero no perdonó el bache del 98: “El peor momento fue cuando un entrenador no me quiso llevar a ese Mundial. Nunca entendí esa decisión. Si hoy me lo cruzara, no me sentaría a tomar ni un café con él”. Passarella optó en aquel momento por Balbo y prescindió del delantero de Boca, que en ese Clausura 98 tuvo un promedio Olé de 6,29. Por eso, el Pájaro valoró a Bielsa, quien lo citó para el del 2002. “Le estaré eternamente agradecido. Pocas veces vi un técnico con su seriedad. Me llamó cuando muy pocos apostaban por mí. ¡Si hasta yo dudaba!”, reconoció Caniggia. Pero en ese Mundial no ingresó: “La expulsión con Suecia me llamó la atención. Sí puteé al árbitro, pero no creo que me haya individualizado. Había mucha gente en el banco conmigo”. Su reconocimiento a Bielsa no fue excluyente: “Haciendo un balance, ahora que estoy viejo, llego a la conclusión de que el mejor entrenador que tuve fue Basile”. Eso sí: no se olvidó de Bilardo, quien lo hizo debutar en la Selección el 10 de junio de 1987, en la caída 3-1 ante Italia. “Me enseñó cosas, pero no me dejaba respirar, me marcaba de cerca, je. Un fenómeno Carlos”, contó Cani. Naturalmente, Maradona no se quedó afuera de la retrospectiva: “Fue mi mejor compañero, no habrá uno como él. Era un mago. Me hizo muy bien. Todos habríamos sido distintos sin Diego”. Los ojos se empañan… (Fuente: Diario Deportivo Olé)