El prestigioso semanario británico “The Economist” publicó una investigación en la que repasa la historia reciente del país. Sostiene: “Kirchner, a pesar de su comienzo nada prometedor, logró un grado inusual de dominio político”. Según The Economist, la Argentina tiene una gran oportunidad de revertir su historia de declive. Pero va a necesitar aprender las lecciones correctas del pasado, dijo Michael Reid. (Fuente Infobae)

De los miércoles a los sábados, si surge una cena en un restaurante top de Barrio Norte en Buenos Aires a las nueve de la noche sin reserva, puede terminar en una hora de espera para una mesa, indica el semanario. Florida, la calle peatonal para hacer shopping, que corre paralela al Río de la Plata, se atesta de turistas tomando ventajas del peso barato y los brillantes nuevos comercios de ropa, electrónicos y libros. “Argentina s economy is booming”, dice The Economist, y describe así la recuperación que ganó espacio el año pasado: desde septiembre, el PBI se expandió en una tasa del 11%. Y como la economía se levantó, la autoridad política parece haber revivido en paralelo. ”Lo que lo hace remarcable es que sólo dos años atrás, Argentina estaba en el caos. En 2001, sufrió su peor colapso económico en más de un siglo. En diciembre de ese año, después de que u$s20 mil millones hubieran volado del país y de que los depósitos bancarios fueron congelados, una combinación incongruente de pandillas de desempleados y manifestantes de la clase media causaron que Fernando de la Rúa, el presidente radical, renuncie”, describió. Según la cacofonía del “que se vayan todos”, el sistema político pareció implosionar. Tres presidentes entraron y salieron en una semana. Uno de ellos declaró el mayor default soberano de la historia sobre una deuda pública de u$s80 mil millones, aplaudido por el Congreso”, recuerda The Economist. Eduardo Duhalde, un jefe político peronista, desmanteló el sistema de paridad cambiaria que había unido en paridad el peso al dólar, por una década. Dejar eso iba a ser de cualquier manera complicado, pero el modo en que Duhalde lo hizo, lo empeoró: decretó que los depósitos en dólares y los préstamos se convirtieran a pesos, a distintos tipos de cambio. También cambió las tarifas de los servicios a pesos y los congeló, dice el semanario. Fue un esfuerzo engañoso de ayudar a inversores, industriales, deudores y la clase media, a expensas de los bancos, privatices y contribuyentes, apunta la revista, pero añade. “Mr Duhalde” sí manejó hacia la calma las tensiones sociales y llevó al país a unas elecciones en abril de 2003, en las que los más importantes candidatos eran tres peronistas y dos radicales. Carlos Menem, el que fuera presidente del país desde 1989 a 1999, ganó por 24% de los votos, lo que lo puso delante de Néstor Kirchner, su “compañero” peronista. Pero en el ballottage, las encuestas sugerían que Kirchner ganaría 75% de los votos en la segunda vuelta. Lamentablemente, apunta The Economist, Menem se bajó, quitándole su oportunidad de tener un mandato popular. Kirchner fue un presidente inesperado. Sacó beneficios de la paradoja de la Argentina post colapso: por un lado, votantes del peronismo, como el único partido ofreciendo autoridad, a pesar de sus internas; por otro lado, el fervor por la renovación política. Kirchner se las arregló para unir ambas características, afirma. Fue respaldado por Duhalde y su poderoso aparato político en Buenos Aires, pero también es un “outsider”. Descendiente de inmigrantes suizos y croatas, era gobernador de Santa Cruz, una provincia triste y rica por el petróleo, del tamaño de Italia pero con sólo 200.000 habitantes. A pesar de su comienzo nada prometedor, Kirchner logró un grado inusual de dominio político, armada por dos décadas de democracia restaurada solo en los años de Menem. Los peronistas mantienen una confortable mayoría en las dos cámaras, y en 14 de las 24 provincias tienen a sus gobernadores. A un año del mandato de Kirchner, las encuestas sugieren que 70% de los argentinos lo aprueban, menciona la revista. El crecimiento vino de darle uso a toda la capacidad ociosa del país. Pero hay cuellos de botella que reaparecen. La inversión es necesaria, apunta el semanario. “Lavagna señala que las inversiones el año ultimo ascendieron un cincuenta por ciento; si alcanza el 17% de PBI para el último cuarto de 2003. Pero solo mantener el stock de capitales se requieren inversiones del orden del 18% de PBI, según Luis Secco, consultor económico”. Si la Argentina tiene que tomar cuanto puede de esta oportunidad, Kirchner tendrá que adoptar un rápido y quizás impopular accionar para aclarar los pendientes desde el colapso. Pero sobre todo, necesitará aprender las buenas lecciones de ese suplicio. Un buen modo de comenzar es bajo el imperio de la ley, finaliza