(Por Marcela Turati – Grupo Reforma – Managua, Nicaragua). Aunque la enorme silueta de César Sandino sigue vigilando Managua y persisten las fachadas con impactos de bala recordando que hace 25 años triunfó una Revolución popular en este país, de los ideales que llevaron al poder al Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) ya no queda nada. La cruzada alfabetizadora del Gobierno sandinista bajó los índices de analfabetismo al 10 por ciento, pero ahora 4 de cada 10 campesinos no sabe leer ni escribir y 34 por ciento de los nicaragüenses de 3 a 18 años no tienen acceso al sistema educativo, según cifras oficiales.

Un cuarto de siglo después del derrocamiento de la dinastía Somoza, pareciera que la Revolución quedó en la prehistoria; que nunca ocurrió. “El analfabetismo hoy es socialmente una vergüenza”, opina el ex Ministro de Educación sandinista, Carlos Tunnermann, iniciador de la Cruzada Nacional de Alfabetización que movilizó a miles de jóvenes que fungieron como maestros. “Hoy hay más pobres que antes”, afirma Manuel Ortega Hegg, ex jefe de asesores del Gobierno sandinista, quien en entrevista con REFORMA añade otro dato: “Este año, 800 mil niños ni siquiera ingresaron a la escuela, y estamos hablando de una Nicaragua de 5 millones de habitantes”. El ahora director del Centro de Análisis Sociocultural de la Universidad Centroamericana dice que la red social construida por el sandinismo quedó desmantelada. Se acabó la gratuidad en la salud y la educación. Además, por los problemas económicos ha emigrado casi un 20 por ciento de los nicaragüenses. La “Nicaragua liberada” que se pensaba seguiría los pasos de Cuba, sobrevive sólo en canciones que se escuchan en centros nocturnos para nostálgicos y en museos improvisados por los ex combatientes que se niegan a perder la memoria. La Revolución enfrentó problemas desde sus inicios cuando, en 1981 Ronald Reagan llegó a la Presidencia de Estados Unidos y bloqueó la economía nicaragüense, financió a la contrarrevolución (“la Contra”) nutrida con campesinos inconformes, ex miembros de la Guardia Nacional y mercenarios. En 1990, tras casi 10 años de combatir a “la contra” y una aguda escasez provocada por el bloqueo estadounidense, los nicaragüenses votaron por sacar del poder a los sandinistas que encabezaba Daniel Ortega, quien aún lidera el Partido Sandinista pese a que tres veces consecutivas ha perdido las elecciones presidenciales. EL DESENCANTO DE LOS PROTAGONISTAS “Con la derrota del Frente Sandinista se vino abajo toda la organización del barrio y la solidaridad entre vecinos. Antes todos nos ayudábamos, participábamos en las Comunidades (Eclesiales) de Base, hospedábamos a la gente que venía a apoyar en la guerra, pero cuando perdimos todos cerraron los portones, pusieron bardas y dejaron de interesarse por el mejoramiento del barrio”. Esto lo dice Adilia, la envejecida dueña de la casa de huéspedes “Ideas de Mamá”, de un barrio clasemediero de Managua, mientras mira nostálgica la calle. Algunos pocos aún le dan un voto de confianza al Partido Sandinista. “Dábamos salud y educación gratuita. Repartimos las tierras. Pero nunca nos dejaron gobernar”, dice Vidal Mejía, un sadinista que como todos los adolescentes hizo el Servicio Militar Patriótico y peleó contra “la Contra”. Este militante del Partido Sandinista reconoce que durante el Gobierno Sandinista primó la corrupción; que las reformas agrarias fueron mal elaboradas y que el servicio militar ganó la animadversión de las madres de familia que votaron por sacar al FSLN del poder. “Algunas mamás de la propia organización después nos confesaron llorando que votaron en contra del propio Partido para defender a sus hijos de ir a la guerra por eso del servicio militar obligatorio”, dice. El taxista Juan Castillo es otro que tiene malos recuerdos del Gobierno revolucionario: “Nunca votaré por ellos, no les perdono que de niño me mandaran a la guerra. Fue horrible. Y las filas que hacíamos para conseguir algo de comida, por su afán de llevarle la contraria a Estados Unidos”. Para el ex jefe de asesores de los Sandinistas, el FSLN se autoderrotó: “El drama mayor que sufrió el país ha sido que el Partido que abanderó la Revolución y la solidaridad, transparencia, entrega a los demás, lucha por intereses colectivos, honestidad, abandonó esos principios. La derrota no fue haber pedido en las urnas fue poner por encima del país los intereses individuales”. “Desgraciadamente el Partido se está entregando a lo electorero y a los pactos con la derecha”, estima por su parte Roger Escobar, un joven de 24 años militante de la Juventud Sandinista.