Fue un muy buen día para el candidato conservador Nicolas Sarkozy: alcanzó el 31,11% de los votos en la primera vuelta de las elecciones presidenciales francesas y se ubicó como favorito para el ballottage que deberá disputar el 6 de mayo frente a la socialista Ségolène Royal, que obtuvo el 25,84% de los sufragios.

La jornada, caracterizada por una asistencia masiva a las urnas (84,6%), marcó el regreso a la clásica polarización entre la izquierda y la derecha en Francia. Inmediatamente después del cierre de las urnas, cuatro encuestas pronosticaron la victoria de Sarkozy en la segunda vuelta, con entre el 52 y el 54% de los votos, frente al 46/48% de Royal. “Al situar a Royal en el segundo puesto, los franceses demostraron su voluntad de ir hasta el final en el debate de dos modelos diferentes de sociedad”, dijo anoche Sarkozy después de conocer su victoria. “Pido el voto de aquellos que se reconocen en mi programa para reformar a Francia sin brutalizarla”, fue el mensaje de la candidata socialista. En unos comicios considerados históricos, el centrista François Bayrou obtuvo un resultado decepcionante –cerca del 18% de los votos–, mientras que la gran sorpresa fue la aplastante derrota que sufrió el líder de extrema derecha Jean-Marie Le Pen, que tuvo poco más del 10 por ciento. Royal, además de haber lavado la humillación sufrida por su partido en 2002, cuando no pudo disputar la segunda vuelta, se convirtió en la primera mujer con verdaderas posibilidades de convertirse en presidenta de Francia. Uno de los elementos dominantes de esta jornada fue el elevado porcentaje de participación, estimado en un 84,6 por ciento, en unas elecciones en las que el voto no era obligatorio. Esa cifra, apenas inferior al récord de la Quinta República -84,75 por ciento, establecido en 1965-, muestra la importancia que dieron los franceses a unos comicios que marcaron un regreso a la tradicional polarización entre izquierda y derecha. Con el 100 por ciento de los sufragios escrutados, Sarkozy obtuvo el 31,11 por ciento de los votos; Royal, el 25,84 por ciento; Bayrou, el 18,55 por ciento, y Le Pen, el 10,51. Además de Bayrou y Le Pen, otros ocho candidatos quedaron eliminados de la carrera al palacio del Elíseo, cinco de ellos representantes de la extrema izquierda. Ninguno superó el 5 por ciento de los votos. El pronunciamiento de los electores frustró la posibilidad de la alternativa centrista que representaba Bayrou. En casi medio siglo de historia de la Quinta República, sólo pudo surgir una tercera fuerza en 1974, encarnada por Valéry Giscard d Estaing. Pero ese fenómeno “contra natura” de la política francesa sólo fue posible por la “traición” de Jacques Chirac, que arrastró a un sector del partido gaullista detrás de la candidatura de Giscard d Estaing. Otra excepción, pero de diferente naturaleza, se produjo en 2002, cuando el resultado decepcionante que obtuvo el primer ministro socialista Lionel Jospin permitió a Le Pen disputar el ballottage frente a Chirac. Las elecciones de ayer, que apasionaron a los franceses, marcan la llegada de una nueva generación política tras 12 años de presidencia de Chirac. En una jornada de sol y temperaturas estivales, persistieron en todas partes las filas de espera frente a las mesas de votación, más allá de la hora de cierre, a las 20 locales. Esa movilización benefició a Royal, que en los últimos días había multiplicado los llamados al “voto útil” para evitar al Partido Socialista (PS) una catástrofe similar a la de 2002. Pero Le Pen perdió esta vez su apuesta de repetir la hazaña: quedó en la cuarta posición, después de haber sido la segunda fuerza más votada en las elecciones de hace cinco años. “Creía que los franceses estaban lo suficientemente descontentos, pero me equivoqué”, dijo anoche. Después de haberse presentado a cinco elecciones presidenciales en algo más de 30 años, Le Pen sale de la vida política en las peores condiciones y deja a su hija Marina -considerada su sucesora- un partido dividido y debilitado por la atracción que ejerce el discurso enérgico de Sarkozy. El próximo 6 de mayo, los 44,5 millones de electores serán nuevamente llamados a las urnas para designar al sucesor de Chirac, que deja la escena política a los 74 años. Cuatro sondeos difundidos anoche por las consultoras Ipsos-Dell, BVA, Ifop y CSA indicaron que Sarkozy obtendría entre el 52 y el 54 por ciento en la segunda vuelta, frente a entre el 46 y el 48 por ciento para Royal. El candidato conservador abordará la etapa final en una posición de fuerza. Sarkozy afirmó ayer que respetaba a su adversaria socialista y deseó que la campaña para la segunda vuelta fuera “un debate de ideas”. Por su parte, Royal hará todo lo posible para reunir un frente anti-Sarkozy lo más amplio posible. Tres partidos de extrema izquierda le aseguraron su apoyo. “Hago un llamamiento a todos aquellos que quieren que Francia sea la república del respeto”, dijo anoche la candidata socialista. Sarkozy había dicho que una nueva campaña electoral comenzaría tras la primera vuelta. Ese anunciado enfrentamiento, entre la derecha y la izquierda, entre un hombre y una mujer, entre dos personalidades controvertidas que prometieron romper con la política tradicional en Francia, volverá sin duda a apasionar al país. Para realizar la ambición de su vida, Sarkozy deberá ganar votos de la extrema derecha y el centro y esforzarse en tranquilizar a los millones de electores que lo califican de “inquietante”. “Sólo deseo una cosa: unir al pueblo francés en torno a un nuevo sueño”, dijo anoche. Royal, que ayer pidió “hacer triunfar los valores humanos frente a los bursátiles”, tendrá que movilizar sectores más allá de la izquierda contra Sarkozy. Un sector del PS había llamado a una alianza Bayrou-Royal antes de la primera vuelta. La actitud del candidato centrista será analizada detalladamente en los próximos días. “Siete millones de personas han votado por un cambio. La política francesa no volverá a ser como antes”, dijo Bayrou anoche. “Por fin hay un centro en Francia”, agregó. Sarkozy prometió la “ruptura” con un programa liberal que incluirá una reducción de la carga fiscal y social a las empresas. En busca de votos, el candidato conservador se aventuró con frecuencia en el terreno de la extrema derecha, con temas como la inmigración y la identidad nacional. Royal, cuyos repentinos cambios tácticos y “metidas de pata” en política exterior perjudicaron su campaña, pretende encarnar una renovación de la izquierda. Ambos prometieron devolver la confianza a un país que duda y no consigue superar su condición de mal alumno de la clase entre sus socios europeos en materia de desempleo y crecimiento. También garantizaron que se ocuparían de los sectores de la población donde persiste una gran tensión, después de la convulsión de los suburbios en 2005, que dejaron al descubierto los problemas de integración de gran parte de la juventud originaria de Africa y de los países árabes. Estas elecciones en la segunda economía de la zona euro son seguidas con intensa atención, sobre todo por la Unión Europea (UE). El bloque quedó sumido en el estancamiento después del rotundo no francés al proyecto de Constitución europea, en 2005.