El gobierno de Israel decidió avanzar. En una súbita escalada, el miércoles atacó por primera vez, por tierra y por aire, lo que parece su nuevo blanco en la región: el feudo que la milicia islámica de Hamas erigió en la pequeña y atemorizada franja mediterránea de Gaza, donde es –desde hace una semana y después de una cruenta batalla interna entre palestinos– la única autoridad.

“Fue la ofensiva más grave desde que está el nuevo cuadro de situación, con una autoridad palestina dividida en dos. Y fue también la ratificación de que Israel tiene efectivamente un plan militar que podría llevarse a cabo en Gaza”, se advirtió a La Nacion en medios diplomáticos. Por lo menos cuatro palestinos resultaron muertos –dos de ellos, milicianos de Hamas– y varios israelíes fueron heridos luego de que, en respuesta a un ataque contra la ciudad de Sderot, la fuerza aérea de Israel atacara posiciones de militantes que disparaban cohetes Al-Kassam desde el norte de Gaza. Pero a la escalada de tanques y aviones siguió, unas horas más tarde, otra de carácter verbal, en este caso desde el corazón palestino. “Los golpistas de Gaza son unos asesinos y los planes que tienen carecen de futuro”, ametralló el debilitado presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Mahmoud Abbas. “Han reemplazado un proyecto nacional por otro de tinieblas”, insistió Abbas, en referencia a quienes eran, hasta hace 10 días, sus socios de gobierno. Y hoy son la nueva autoridad en el pequeño y superpoblado bastión donde se teme una crisis humanitaria. Y, como si fuera poco, Abbas aseguró que sus hermanos palestinos de Hamas intentaron asesinarlo recientemente. “Llegué a ver un video en el que seis personas del movimiento hablaban de 250 kilos de explosivo y repetían «esta bomba es para Abu Mazen [su nombre de guerra]»”, relató. Las cosas están sumamente tensas aquí, donde los dos roces -el militar y el verbal- se perfilaron como primeros ensayos de reacción ante el nuevo y explosivo mapa del conflicto regional, una vez consumada esta división entre dos gobiernos palestinos. Uno, secular y moderado, en Cisjordania, comandado por el debilitado Abbas. Y otro, islamista y radical, en Gaza, a cargo de un Hamas que experimenta, en estos días, toda la euforia del que se siente vencedor. “A partir de este momento, Israel tiene a 50 kilómetros de su capital a una entidad islamista que no lo reconoce como Estado. Y, frente a eso, difícilmente pueda mantenerse de brazos cruzados”, insistieron analistas locales. Lo ocurrido encaja con la información conocida días atrás, cuando trascendió que el nuevo ministro de Defensa israelí, Ehud Barak, tenía en carpeta un plan de ataque para el nuevo cuadro de situación en Gaza. Reconocido como estratega, Barak asumió esa sensible cartera en un intento de revertir el golpe que sufrió Israel -y, especialmente, el gobierno del primer ministro Ehud Olmert- tras la derrota militar ante las fuerzas terroristas de Hezbollah en el Líbano, enfrentamiento del que ahora se cumple un año. Anoche, milicianos palestinos dispararon otros cinco cohetes Qassam contra la ciudad israelí de Sderot, donde causaron dos heridos leves. La Jihad Islámica se responsabilizó por el ataque, y no se descartaba otra incursión israelí en represalia. Pese a que la ofensiva de Israel ayer en Gaza fue la incursión militar más grave contra el gobierno que declara Hamas, sus voceros le negaron importancia. “Nosotros estamos dispuestos a una tregua con Israel si Israel deja de disparar sus cohetes. Pero de lo contrario, nadie podrá proteger sus fronteras”, amenazó quien ostenta el cargo de nuevo comandante de Hamas en Gaza, Mahmoud Zahar. Pero nadie levantó el guante; ni siquiera lo miró. Hamas sigue solo mientras, en cambio, Israel rompió ayer su bloqueo de 16 meses al debilitado gobierno palestino de Abbas e inició contactos diplomáticos. La nueva estrategia diplomática fue confirmada por la canciller israelí, Tzipi Livni. La ministra mantuvo ya una conversación telefónica con el jefe del “gobierno de emergencia” nombrado por Abbas, que comanda el economista Salam Fayyad como primer ministro. “El establecimiento de su gabinete de emergencia, en reemplazo de uno que tenga a Hamas como parte integrante, permitirá progresos en varias cuestiones, incluso en lo político”, habría dicho Livni. Para Israel significa un giro de 180 grados respecto del férreo bloqueo que impuso al llamado gobierno de “unidad”, hoy disuelto en la escandalosa y sangrienta pugna entre Hamas y el debilitado Al-Fatah. Y lo cierto es que Hamas sospecha de semejante giro. Y en una mezcla de carcajada e indignación asegura que Abbas e Israel “ahora son socios en un mismo plan” para la separación de Gaza y Cisjordania que acaba de consumarse. Fuente: La Nación