Por encima de su pasado y su fama de bocazas, el ex Take That se consagra como el mayor entretenedor del pop actual con su nuevo álbum, “Intensive care”.

Robbie Williams es uno de esos artistas que, sobre todo en su país, provocan sensaciones encontradas. En su biografía figura la rémora de un pasado que remite a Take That, la ‘boy band’ con la que se convirtió un ídolo de fans y conoció un éxito adolescente que le abocó a una vida rápida en la que la prensa sensacionalista británica se ha recreado. Sus salidas a cuatro patas de tugurios de Londres o Los Ángeles, su confesada dependencia de las drogas y el alcohol, sus tatuajes o la rumorología sobre sus presuntas intenciones de cortarse las venas en su etapa depresiva han provocado ríos de tinta. Por ese lado, Robbie conecta con la mitología de las estrellas de rock terminales, aunque faltaba refrendar esa condición con la necesaria parte musical. El estatus logrado por Robbie Williams es el propio de los artistas que se sitúan por encima del bien y del mal. No sólo se ha redimido, sino que gracias a su inteligencia y capacidad de reinvención personal ya es un artista respetable. Robbie ha sobrevivido a la fama rápida y el dinero fácil, pero también a sí mismo. Y eso que a finales de los 90 parecía carne de cañón. Atrapado en la espiral de drogas y alcohol a la que le abocó la ruptura de los prefabricados Take That, su final parecía escrito: un primer disco solista con el que daría que hablar, para pasar pronto al olvido. Punto. AUTOCONTROL Sus compañeros Gary Barlow y Mark Owen se ajustaron al guión, Robbie no. Él pudo salir de esa trayectoria predeterminada, y eso que, tras las 40.000 modestas copias que vendió su primer álbum, “Life thru a lens”, pocos daban un duro por él. Robbie aprendió a dominar su carácter, reconoció que tenía un problema (o dos, el alcohol y las drogas), sentó un poco la cabeza con la ayuda de su amigo Elton John -que le recomendó su tratamiento de desintoxicación- y se redimió encandilando a la voluble crítica británica con canciones con la capacidad de trascender géneros y públicos. «El éxito me obligó a perder la inocencia y crecer demasiado rápido, pero supe reaccionar a tiempo para no convertirme en el George Best (legendario futbolista irlandés del Manchester United en los 70) del pop», llegó a decir quien confesó haber consumido su primer ácido a los 14 años. Y es que a diferencia de otros ídolos adolescentes, Robbie ha logrado despojarse de su pasado puramente comercial para ganarse una merecida reputación como compositor y “showman” de primer orden. Para conseguirlo, ni siquiera ha tenido que renunciar a su fama de bocazas, que alimenta saliendo en defensa de la adicción de Kate Moss («muchos de quienes la critican se meten más que ella», ha dicho) o asegurando que le parece «genial» que sus discos se cuelguen ilegalmente en Internet; una frase que tuvo la ocurrencia de manifestar en la cumbre mundial de la industria (el Midem de Cannes), recién renegociado su millonario contrato con la multinacional EMI y cifrado hace tres años en más de 80 millones de euros. Precisamente, esta cantidad puso en su día por las nubes el umbral de rentabilidad de una multinacional que empieza a recuperarse de la crisis gracias en buena medida a las ventas de Robbie. Cerca de 35 millones de copias ha colocado de los cinco discos con los que ha sido “número 1” en el Reino Unido y de “Live Summer 2003”, álbum en directo que registró en Knebworth, donde fue capaz de convocar en tres conciertos sucesivos a 375.000 seguidores y a más de 3,5 millones de televidentes. Con ese precedente y a tono con su estatus de icono del pop británico, Robbie decidió presentar su nuevo álbum la pasada semana con una actuación en el Velodrom de Berlín que, por primera vez, se grabó en formato cinecast de alta definición para ser estrenado a su vez en cines de todo el mundo. Un contrato de esponsorización similar al logrado por U2 con Ipod le ha valido de nuevo la acusación de ser un «vendido», algo que, por supuesto, le trae a estas alturas sin cuidado. El baño de multitudes en el Live 8, donde emuló a Freddy Mercury ante una audiencia televisiva de 1.500 millones, y su actuación berlinesa, en la que demostró su versatilidad y carisma escénico haciendo guiños a Elton John, Jagger, Lou Reed, Frankie Goes to Hollywood o Gloria Gaynor, han abonado el terreno para un álbum que verá la luz el lunes. “Intensive care” ha sido grabado en Los Ángeles, donde Robbie se mudó huyendo de la presión mediática de Londres aprovechando que en Estados Unidos está aún lejos de ser una estrella. Stephen Duffy (Duran Duran) ha ocupado el lugar de Guy Chambers como coautor de los temas. «Mucha gente tiene opiniones negativas de Robbie, pero es el compositor pop más increíble que he conocido», afirma Duffy. La alianza demuestra la capacidad de Robbie Williams para entregar intachables discos de pop plural, capaces de encandilar tanto a sus seguidores acérrimos como a buena parte del público indie de Gastonbury, que antes solía caricaturizarle. A Robbie le hemos visto encarnarse en Tom Jones y Freddy Mercury, “samplear” al John Barry más “jamesbondiano”, rendir tributo a Frank Sinatra mutando en “corner” con “Smile while you wining”, facturar brillantes gemas del pop como “Hot Funge”, baladas desarmantes (‘Angels’) o temas de espíritu mod como “Man machina”. Al tiempo, Robbie ha sabido homologarse con la aristocracia musical representada por un Elton John, con el que, asuntos de salud aparte, sigue teniendo mucho que ver. DEUDAS Un poco de todo eso puede apreciarse en ‘Intensive care’. El disco ha llegado precedido por el prometedor “Tripping”, tema dinámico que el propio cantante ha calificado como una mezcla de ópera rock y bandas sonoras gangsteriles al estilo de “Love, stock and two smoking barrels” o ‘Snatch’. Pero, además, incluye desde homenajes velados a los veteranos Human League (“Ghosts” y “Spread your wings”) hasta baladas marca de la casa como “Advertising space” o “Please dont die”, pasando por incursiones stonianas (“A place to crash”) y austeros temas dolientes deudores de Neil Young (Robbie dixit) como “King of bloke and bird”). Por haber, hay hasta canciones menores que Robbie parece haber querido salvar con una letra que dé materia de especulación. Es el caso de “Your gay friend”. «Ya que tu matrimonio no se acaba nunca, seré tu amigo gay», dice parte de una letra que, según Williams, habla por sí misma y contrasta con manifestaciones recientes sobre su felicidad y su deseo de casarse, tener hijos y sentar la cabeza «algún día». Tras encadenar seis discos en lo alto de las listas británicas y dieciocho singles en el Top 10, habrá que esperar a que su próxima gira europea siga la estela de esa saga de espectáculos multitudinarios y desbordantes que le caracterizan, como su arrollador show en el festival Live 8 o el espectáculo “Live at Knebworth”, cuyo DVD es todavía el más vendido de la historia en el Reino Unido.