El más mediático de los mandatarios británicos cerró su agenda con una hora de charla con la otrora estrella de Hollywood y ahora gobernador de California, Arnold Schwarzenegger. La prensa se había regocijado al predecir que venía a darle su famoso “Hasta la vista, baby”, para pronto descubrir que, como el más famoso personaje del ex actor, Terminator, Blair se apresta a renacer de las cenizas, al pasar de Downing Street a Jerusalén.

Blair se cuidó de no confirmar la noticia de su nombramiento por parte del Cuarteto de Madrid -integrado por las Naciones Unidas, la Unión Europea, Rusia y Estados Unidos- como enviado especial en Medio Oriente. Una nominación que habría corrido por cuenta de la secretaria de Estado norteamericana, Condoleezza Rice, en nombre del presidente George W. Bush. La confirmación, esperada para la tarde del martes, después de una reunión del grupo en Jerusalén, no se concretó, aparentemente por la reticencia de la delegación rusa. Vladimir Putin seguiría contrariado por la actitud británica ante el asesinato del ex espía de la KGB Alexander Litvinenko y por el apoyo británico al escudo de defensa norteamericano en Europa del Este. Al mismo tiempo, varios países árabes advirtieron que su presencia en Medio Oriente “complicará seguramente las cosas”. Aun así, todo el mundo da por hecho su nombramiento. Tanto es así que en el distrito de Sedgefield, que él representa en el Parlamento desde 1984, ya están buscándole reemplazante. Mientras tanto, su sucesor, Gordon Brown, saboreaba ayer la victoria de haber robado un “soldado” a las filas conservadoras sin siquiera haberse acomodado en la silla de primer ministro. Quizás atraído por el llamado de Brown a formar “un gobierno de todos los talentos”, el parlamentario conservador Quentin Davies, que hasta 2003 fue vocero tory en Irlanda del Norte, anunció su salto al bote laborista con una despiadada carta al líder conservador, David Cameron. En la misiva, Davies dijo que el Partido Conservador se sostenía sobre “arenas movedizas” y acusó a Cameron de ocuparse solamente de su “agenda de relaciones públicas”. Esta última frase estuvo dirigida tanto a herir a Cameron -a quien se lo tilda de “clon de Blair” por su tendencia a la informalidad y a los gestos de gran efecto- como a complacer a Brown, que se ha ganado fama de todo lo contrario. Muchos especulan con la idea de que Davies recibirá la cartera de secretario de Estado para Irlanda del Norte. Es probable que el gobierno de apertura de Brown incluya a algunos “blairistas”, como el ministro de Medio Ambiente, David Miliband, y a hombres de negocios, como el magnate Alan Sugar, que aquí protagoniza la serie televisiva El aprendiz, que en Estados Unidos hizo famosa Donald Trump. Las otras plazas más importantes quedarían en manos de su equipo en la Tesorería: el ex ministro de Asistencia Social Alistair Darling, Ed Miliband (hermano de David, pero “brownista” de la primera hora), el ex periodista del Financial Times y su mano derecha, Ed Balls, y la mujer de éste, Yvette Cooper. El ex canciller Jack Straw, a quien le debe su exitosa campaña partidaria, sería colocado en un puesto similar al del viceprimer ministro, pero con una denominación distinta. Todos ellos tendrán como prioridad marcar distancia del gobierno de Blair, del cual Brown fue un importante actor, para dar la impresión de una genuina renovación. Al mismo tiempo, deberán encontrar una forma de sacar sin humillaciones a las tropas en Irak y tratar de reducir su presencia en Afganistán. A nivel personal, Brown prometió un gobierno menos presidencialista que su predecesor, para retornar al sistema de decisiones colegiadas y a un florecimiento de la vida parlamentaria. Pero la hora de poner sus promesas en práctica todavía no ha llegado. En un último gesto de desafío a sus críticos, Blair decidió terminar su gestión presidiendo la tradicional sesión de preguntas y respuestas parlamentarias. La misma que él redujo de dos sesiones semanales a una sola, los miércoles, día que, aun así, siguió considerando “el peor de la semana”. Blair se enfrentará así, por última vez, a la interpelación de sus pares. Sólo entonces volverá a Downing Street para despedirse del personal de su residencia, antes de emprender el camino a Buckingham Palace, donde presentará formalmente su renuncia a Isabel II. Una vez presentada su dimisión, la reina convocará a Brown para que la visite y después forme gobierno. Entonces, sí, habrá comenzado la nueva era Brown. Fuente: La Nación