A veces, los cambios históricos suceden calladamente, mientras nadie está mirando. Las grandes instituciones pierden poder con un gemido antes que con un estallido. Ese es el caso del Fondo Monetario Internacional (FMI), que tendrá su reunión anual de cierre con el Banco Mundial la semana próxima en Washington DC.

(Rebanadas de Realidad)- Apenas unos pocos años atrás, el FMI era la mas poderosa institución financiera del mundo. Cuando las crisis económicas y financieras peinaban Asia Oriental en 1997, fue el FMI el que estableció las dolorosas condiciones que los gobiernos debían reunir para acceder a los más de 120.000 millones de dólares en fondos extranjeros. Cuando la infección financiera se extendió a Rusia y Brasil, el FMI continuó, financiando los préstamos multi-billonarios en dólares que -aunque sin ningún éxito- tenían como fin sostener las sobrevaluadas divisas al límite del colapso. Aquellos días han pasado. Los países asiáticos comenzaron, después de su experiencia de pesadilla con el Fondo en 1997-1998, a acumular grandes reservas internacionales de divisas extranjeras – de manera de no tener que ir a rogarle nunca más al FMI. Pero el golpe final al fondo vino del país que la Primera Diputada Directora Gerente del FMI, Anne Krueger llama “el mundo A”: Argentina. Argentina sufrió una terrible depresión de 4 años, comenzada en 1998. Un país que recientemente estuvo ranqueado entre los de más alto nivel de vida de América Latina, de pronto tuvo a la mayor parte de su población cayendo debajo de la línea de pobreza. Muchos argentinos culparon al FMI, que jugó un rol protagónico en el diseño de las políticas que llevaron al colapso, y pareció prescribir la medicina equivocada durante la crisis: altas tasas de interés, restricción presupuestaria, y mantener el insostenible vínculo del peso argentino con el dólar. En diciembre de 2001 el gobierno defaulteó 100.000 millones de dólares de deuda, el mayor default de deuda soberana de la historia. La moneda y el sistema bancario colapsaron, y el país se hundió más en la depresión. Por solo por unos meses más. Entonces, para asombro de la mayor parte de la gente, la economía comenzó a recobrarse. La recuperación comenzó y se mantuvo sin ninguna ayuda del FMI. Por el contrario: en 2002, el Fondo y otros entes crediticios oficiales (incluido el Banco Mundial), en realidad formaron una red de 4.100 millones de dólares -más del 4% del PBI- fuera de Argentina. Pero el gobierno fue capaz de profundizar más su propio rumbo económico, rechazando las demandas del FMI de establecer altas tasas de interés, aumentar la austeridad presupuestaria, y los aumentos de precios. Argentina incluso adoptó una línea dura con los acreedores extranjeros poseedores de la deuda defaulteada, a pesar de las repetidas amenazas del Fondo. Cuando la presión llegó al punto límite en Setiembre de 2003, Argentina hizo lo impensable: un default temporario al mismísimo FMI, hasta que el FMI cedió. El resultado: una rápida y robusta recuperación económica, con un destacable crecimiento del PBI del 8.8% en 2003 y 9% en 2004. Con una proyectada ganancia del 7,3% del PBI para 2005, Argentina continúa siendo la economía de crecimiento mas acelerado de América Latina. Antes de la confrontación de Argentina con el Fondo en 2003, solo países quebrados o parias con nada más que perder -como Congo, Iraq-, habían defaulteado al FMI. Eso se debe al poder del FMI de cortar no solo sus propios créditos sino la mayor parte de los préstamos de más grande Banco Mundial, otros organismos multilaterales, los gobiernos de los países ricos, e incluso mucho del sector privado. Esto ha sido la fuente de la enorme influencia del FMI sobre la política económica en los países en desarrollo: en efecto, un cartel de acreedores liderados por el Fondo, que responde primariamente al Departamento del Tesoro de EEUU. Pero Argentina mostró que un país postrado pudo enfrentar al FMI, y no solo vivir para contarlo, sino incluso producir una sólida recuperación económica. Esto cambia el mundo. Si bien el FMI continua teniendo mucho peso en los países más pobres (por ejemplo, en el Africa Sub-Sahariana), si influencia en los países de ingreso medio se ha derrumbado. El Fondo es ahora una sombra de lo que fue. Los reformistas durante los últimos 15 años discutían si el cambio vendría mediante la alteración de las políticas del FMI, o a través de la pérdida de influencia del Fondo. Ahora el debate ha sido cerrado por la historia. El FMI no ha sido reformado, pero su poder para dar forma la política económica en los países en desarrollo se ha visto enormemente reducida. (*) Por Mark Weisbrot co-director del prestigioso Center for Economic & Policy Research (CEPR), en Washington, D.C.