Con un casco cubriéndole el rostro y al volante de una motocicleta, el “subcomandante Marcos” inició su caravana por todo México y una nueva etapa de lucha zapatista: política, no militar. “¡Adiós, “compas”!” gritó a los indígenas, reporteros y fotógrafos que esperaban su salida, tras una valla formada por hombres y mujeres con el rostro cubierto con paliacates o pasamontañas.

(EFE)- El 1 de enero, cuando se cumplieron 12 años del alzamiento indígena en contra del “mal gobierno”, el neoliberalismo y el racismo, el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) estrenó su compromiso de mantener el cese el fuego y pelear por sus demandas a través de la lucha política y pacífica. Si hace 12 años salieron de la selva, uniformados, con las caras tapadas, armados con rifles, palos y machetes para declarar la guerra; ayer, con el rostro oculto, pero ya sin armas, salieron de sus comunidades para iniciar una campaña política por todo el país. A las 11:25 de la soleada mañana, el líder rebelde inició su gira de seis meses por los 32 estados de la República, denominada “La otra campaña”. En el trayecto, el EZLN buscará aliarse con los movimientos sociales regionales para crear un frente único de organizaciones de izquierda, un programa nacional de lucha y, a la larga, una nueva constitución. O, como el EZLN explicó en un comunicado: para formar una “organización política zapatista, civil, pacífica, anticapitalista y de izquierda” e “ir enlazando las diferentes resistencias y luchas que hay en nuestro país”. A bordo de su motocicleta “Sombraluz”, en cuyo equipaje llevaba una gallina, el subcomandante avanzó por el camino de terracería de La Garrucha, un pueblo con chozas maltrechas de madera, donde los servicios básicos no han llegado, y en cuya entrada un letrero indica a los recién llegados: “Está usted en territorio zapatista en rebeldía. Aquí manda el pueblo y el gobierno obedece”. “Sombraluz” llevó al líder del interior de las cañadas hasta San Cristóbal de las Casas, ciudad emblemática del zapatismo y punto de entrada y salida de la zona indígena del sureste chiapaneco hacia el resto del país. Se esperaba que a su llegada a San Cristóbal diera un mitin por la noche. “La otra campaña” durará el mismo tiempo que las campañas electorales a la presidencia de la República de los partidos políticos. Hasta ayer no se sabía cuántos comandantes indígenas acompañarán en su gira al “delegado Zero”, como se denominó a sí mismo Marcos en tono de burla hacia su nuevo look con panza, que le valió muchas críticas de los medios de comunicación. En días pasados, el gobierno foxista había dado la bienvenida a la campaña zapatista y garantizado su libre tránsito por el país. Algunos senadores y diputados, obispos, organizaciones de derechos humanos, movimientos indígenas, y hasta el grupo guerrillero EPR, saludaron también la iniciativa. El convoy zapatista fue encabezado por la motocicleta y seguido por camiones destartalados —de donde se escuchaban a todo volumen corridos revolucionarios y grabaciones de los comunicados y cuentos zapatistas con la voz de Marcos—, así como camiones de carga y camionetas rebosantes de hombres de rostro cubierto. La seguridad del contingente correrá por cuenta de organizaciones afines; el gobierno anunció que no intervendrá. La campaña zapatista se inicia cuando la guerrilla parecía estancada y en plena ruptura con el Partido de la Revolución Democrática (PRD), el partido de izquierda con el que simpatizaba. Se da tras un largo silencio de su carismático líder, lapso en el que se especuló su retiro del movimiento y hasta su muerte. A más de una década del alzamiento armado, varios de sus adeptos han dejado las filas del movimiento por rencillas internas o porque su vida era muy dura en el eterno rechazo a las clínicas, escuelas y programas sociales gubernamentales, en una zona aislada y de difícil subsistencia. DESPERFECTOS EN EL CAMINO En vez de placa, “Sombraluz” llevaba las iniciales del EZLN como matrícula. “Precaución, pingüino a bordo”, advertía un letrero en la caja trasera. Su decoración constaba de un banderín con los colores de la bandera y calcomanías que simulaban impactos de bala; otras con el rostro del líder revolucionario Emiliano Zapata y con el de “Marcos”. Antes de entrar a la ciudad de Ocosingo, el piloto y líder rebelde derrapó y se raspó por meter la mano para no caer al suelo. Por el golpe, su motocicleta sufrió una descompostura. Seis encapuchados lo ayudaron a empujarla para agarrar vuelo, mientras los sorprendidos habitantes de Ocosingo se congregaban a su alrededor y le daban recomendaciones para echarla a andar. “La vamos empujando a ver si jala”, le sugería un joven guerrillero que lo asistió en el desperfecto. “Va”, respondió él. De regreso al camino y en la carretera, indígenas y mujeres con sus vestidos de colores brillantes, algunas amamantando bebés, le manifestaban su apoyo. “¡Viva el “subcomandante insurgente Marcos”! ¡Vivan los pueblos indígenas! ¡Vivan los pueblos en resistencia!”, gritaban. En el festejo de Año Nuevo que la noche anterior se realizó en La Garrucha —mezcla de baile de pueblo al ritmo de cumbia y acto polìtico-militar—, uno de los guerrilleros que dirigieron la ceremonia explicó que mantendrá su lucha por las mismas demandas por las cuales se levantaron en armas en 1994: techo, tierra, trabajo, alimento, salud, educación, información, cultura, independencia, democracia, justicia, libertad y paz. “Seguimos luchando, no descansaremos hasta que se cumplan nuestras demandas. El paso a seguir es la lucha política para organizarnos y juntarnos con otras organizaciones, personas y pueblos pobres”. Así, micrófono en mano, explicó el objetivo de la gira. “La otra campaña” es otro gesto del EZLN para pedir cambios constitucionales que garantizarían derechos a los indígenas, la plena propiedad en sus tierras y el respeto a sus formas tradicionales de gobierno. El EZLN había realizado antes dos marchas al Distrito Federal, en una de las cuales llegaron hasta la Cámara de Diputados y hablaron por la tribuna explicando las causas de su rebelión.