Brandon Vedas, de 21 años, murió frente a su webcam ingiriendo pastillas recetadas, mientras participaba de un chat con personas que lo incitaban a hacerlo. Su madre lo encontró un día después y quiere denunciar por homicidio a los testigos anónimos. Una polémica que recién empieza. Se hizo realidad. Como muchos otros temas que desatan discusiones interminables y ninguna decisión, la polémica sobre el daño que Internet puede provocar en menores y adolescentes fue superada por el macabro suicido de un joven de 21 años, quien se quitó la vida mientras participaba de un foro de conversación con otros usuarios tan anónimos como él.

Mientras esto ocurría, la mamá del joven estaba en el cuarto contiguo al de su hijo, quien acostumbraba a pasar varias horas del día encerrado junto a su computadora. El suicidio on line ocurrió el 12 de enero último en la ciudad de Phoenix, Estados Unidos, y hoy, encabezada por la propia familia de la víctima, la comunidad reclama un debate serio sobre los límites en la red de redes. El ejemplo de “Ripper”, el nombre con el que Vedas aparecía en los foros, dejó al descubierto al menos otros dos problemas que afectan a las generaciones más jóvenes del mundo desarrollado: las drogas y la soledad. Un tercero es la facilidad con la que Vedas consiguió el abanico de pastillas con las que decidió probarles a sus cyberamigos que era “un duro”, tal como dejó grabado en su agónica conversación. “SE LOS DIJE, SOY UN DURO” La madre de Brandon asegura en la página web que armó en homenaje a su hijo, que “Ripper” era un adicto que no pidió ayuda y aboga porque ese silencio, ese mirar para otro lado de los amigos, se termine. En las conversaciones que mantuvo con los integrantes del chat minutos antes de comenzar la ingesta de pastillas, Brandon da prueba de un minucioso conocimiento de psicofármacos como Klonopin, Methadone, Restoril e Inderal. “Eso mata hasta Kurt Cobain”, ironiza uno de los participantes del chat cuando “Ripper” comienza a tragar píldoras delante de su webcam. (Cobain era el cantante del grupo de rock Nirvana, que se suicidó de un disparo en la cabeza tras una larga adicción a la heroína). En este punto del chat –y durante todo el tiempo en que durara la conexión-, es llamativo el desafiante machismo con el que se tratan entre los propios integrantes del foro. Los relatos pre y post muerte resultan de un sarcasmo macabro para quien no está atento a la nueva cultura cybernética. Allí, personas con sobrenombres y edades imposibles de descifrar, dejan que sus lados más oscuros se filtren por los teclados cada vez que así lo desean. “Conseguí un montón de drogas”, confiesa Brandon al ingresar al foro y comienza a tomar las píldoras una tras otras mientras los conferencistas –que lo miran desde sus monitores- le preguntan por tal o cual pastilla que ven alrededor del joven. “Esta es una buena noche, amigos”, sigue el chico que, según se desprende de los diálogos, sólo quería demostrar que su cuerpo aguantaba cualquier cantidad de estupefacientes. “Ripper” se acomoda para que todos puedan verlo, pregunta si lo ven bien y lee en su pantalla que otros usuarios con sobrenombre le escriben: “¡Tomalas, tomalas!” Sólo uno trata de impedirlo: “¡Basta, basta!” Pero se frena cuando un tercero escribe: “Ripper sabe lo que hace”. Los testigos ven a Brandon morir en vivo y en directo y Brandon les escribe el número de dominio con el cual entrar a su página, en el caso de que decidieran llamar a la Policía. Los testigos debaten en llamar a toxicomanía, pero descubren que “Ripper” se mueve. “Mi celular funciona otra vez. Este es el número. Si luzco como muerto, llamen”. Veda sigue ingiriendo pastillas, alguien le dice que debería neutralizar el efecto tomando leche, pero Ripper sigue mostrando píldoras y metiéndolas en su boca: “Les dije que era un duro”, advierte. Una hora más tarde, la última frase de Ripper es: “Estoy jodido”. Su mamá encontró el cadáver un día después. DEBATE ABIERTO Brandon pertenecía a una comunidad de internautas bautizada The Shroomery. En el sitio web los autores ofrecen un pormenorizado informe sobre hongos alucinógenos, desde los efectos hasta cómo cultivarlos. Según los creadores del sitio, el objetivo de la página –y nadie lo duda- es terminar con la alarmante desinformación sobre el tema de lo que producen los hongos y que cada uno pueda elegir cuál tomar “para beneficio de su cuerpo”. Brandon seguramente entendió otra cosa y en este punto es donde el debate queda abierto. ¿Hay que limitar el acceso a determinadas informaciones? ¿Quién se hace responsable de los contenidos que se publican? ¿Cómo evitar que el caso Ripper se repita? Algunas de las tantas preguntas que podrían comenzar a tener respuestas. Nerina Sturgeon (nsturgeon@infobae.com)