Soldados de distintos países de Latinoamérica han llegado a Haití, para integrar la fuerza de paz de la Organización de las Naciones Unidas (ONU). A Gonaives, la cuarta ciudad del país y cuna de la independencia, han llegado 172 soldados que formarán parte de un contingente de 614 hombres con el que contribuye Argentina en el esfuerzo. Entre quienes llegaron el viernes 30 de julio está Carlos Alberto López, para quien la sensación de habitar la isla “es como estar en otro mundo”. Su testimonio y el de otros fue recogido para BBC Mundo por Pablo Biffi, uno de los periodistas enviados a Haití.

Los haitianos están acostumbrados a la presencia de tropas extranjeras en su territorio. Desde 1994 -cuando Aristide regresó al poder con ayuda de soldados estadounidenses- han pasado por aquí tropas de variados países. Para algunos, esta presencia es un símbolo de dominación, en especial en relación con las fuerzas estadounidenses. Pero muchos ven en estos contingentes la posibilidad de que este país tan castigado -con el 80% de su población pobre y 300.000 casos de SIDA (30.000 nuevos cada año)-, se encarrile. LA BENDICIÓN DEL FÚTBOL Las fuerzas argentinas entran en este último escalón, acaso protegidas por un “santo”: “San Diego Maradona”. “Con Argentina hay una relación de afecto muy grande por el fútbol. Aquí todos conocen a sus jugadores. Por eso creo que (las tropas) serán bienvenidas y que no tendrán ningún inconveniente. El común de la gente los recibirá con simpatía”, cuenta Lucko, quien vive junto a su mujer, su madre, su suegra y sus dos hijas, y lleva más de 15 años sin un trabajo formal. Carlo Pierre, director del Liceo Fabre Geffrard, cree que desde que las tropas extranjeras se asentaron en Gonaives, la ciudad es más segura y que los soldados argentinos “serán muy bien tratados por los haitianos”. Pero sostiene que en términos sociales, el beneficio será escaso. “¿Darán trabajo?, No”, se pregunta y contesta al mismo tiempo. Carlo da en la tecla. Si bien la seguridad podría estar amenazada por la inexistencia de una policía capaz de garantizar el orden (sólo hay 4.000 hombres para 8 millones de habitantes), el problema real es más profundo. Un país con un producto bruto interno (PBI) anual por habitante, que apenas llega a los US$400, lo que necesita -más que tropas- es inversión social en salud, educación y generación de puestos de trabajo (hay sólo 110.000 empleos formales). Sin productos que exportar y sin ninguna producción importante -más allá de pequeños emprendimientos para sobrevivir- y con un Estado que no tiene presencia real en gran parte del territorio y que cumple pocas o ninguna función, este país ha sobrevivido en las últimas décadas de la ayuda extranjera y de las remesas de los “afortunados” -muchos de ellos balseros- que han logrado emigrar a Estados Unidos. “OTRO MUNDO” “Es como estar en otro mundo, como mirando una película en la que no entendés nada”, cuenta el soldado Carlos Alberto López, quien, con 26 años, es la primera vez que sale de su país. Con cinco años en el ejército, cuenta que cuando le propusieron rendir examen para hacer la carrera de suboficial o ir a Haití no lo dudó. Antes de salir de Buenos Aires, los soldados recibieron algunas nociones básicas de este país. Oyeron hablar de Aristide, de François “Papa Doc” Duvalier -quien gobernó este país durante el régimen militar de las décadas de los 60 y 70 y fue el creador de Tonton Macoutes, un grupo de temibles paramilitares. Les contaron también que era un país pobre, “pero nunca pensamos que íbamos a ver lo que vimos: chicos revolviendo la basura con los chanchos, el olor, la mugre del agua estancada. Es terrible”, dice el soldado José Luna. Pero ninguno sabe que Boniface Alexandre es el nuevo presidente de Haití o que este país fue el primero de América Latina en declarar su independencia, hace 200 años, y que fue la primera nación libre de esclavos. No saben, tampoco, que estuvo gobernado por un señor llamado Henri Christhope, quien en los años 20 del siglo XIX se hizo proclamar “Rey de Haití”, en un palacio, el de Sans Souci, muy cerca de Gonaives. En los patrullajes de día y de noche, las tropas argentinas aún no han tenido inconvenientes, salvo un par de hechos aislados. Atraparon a un hombre que había golpeado a una persona en la cabeza, y a otro que chocó con su moto y se estaba peleando con quien había herido en el accidente. Cumpliendo con las formalidades, los soldados los detuvieron, los entregaron a la policía y fueron a dar al calabozo hasta vaya saber cuándo.