Luego de un funeral imponente, los restos del Papa descansan en las grutas vaticanas. Alrededor de cuatro millones de personas aclamaron que se lo canonice al grito de “Santo ya”. Así ocurrió con la Madre Teresa, erigida Santa por el mismo Karol Wojtyla, quien también presidió 126 beatificaciones. Hubo otra reunión para elegir el reemplazo de Juan Pablo II, que será definido a partir del 18 de abril. Más de 4 millones de personas aclamaron “Santo ya” para Juan Pablo II, a horas de su funeral y una semana de su deceso.

(Infobae) El pedido popular no es casual y es una réplica del clamor que se escuchó sobre la Madre Teresa, erigida santa por el mismísimo Juan Pablo II. La importante multitud católica que siguió con dolor la enfermedad, muerte y posteriores exequias de Karol Wojtyla reclamó que se lo beatifique, esto es, que se lo reconozca como santo. Aunque el proceso de canonización es mucho más complejo, Juan Pablo II podría seguir los pasos de la Madre Teresa de Calcuta. La Beata fue consagrada por clamor popular. El mundo siempre consideró a la monja que entregó su vida a los pobres de Nueva Delhi como una santa y elegida por Dios. Por eso, el Papa Juan Pablo II no siguió los ritos y las normas tradicionales, y beatificó a la mujer apenas unos 6 años después de su muerte, cuando la Iglesia establece un plazo mínimo de 5 años para iniciar el proceso, y luego de eso se necesitan varios años más para lograr la beatificación. Para que una persona sea declarada santa, deben cumplirse una serie de pasos, que el mismo Juan Pablo II redujo notablemente durante su papado. Básicamente, para que la Iglesia lo reconozca como beato, se debe comprobar que durante el papado, el santo padre logró dos milagros en vida y luego otros dos más luego de su fallecimiento. Juan Pablo redujo los requisitos para beatificar. Por eso se explica que en el último papado, se realizaron 126 ceremonias de beatificación y 41 de canonización. Cuando muere una persona de virtud, que puede ser considerado “santo”, el primer paso a cumplir para iniciar el proceso, es que transcurran 5 años. A partir de allí ingresa el pedido formal de canonización. Canonizar quiere decir declarar que una persona es digna de culto universal. La canonización se lleva a cabo mediante una solemne declaración papal de que una persona está, con toda certeza, con Dios. Gracias a tal destreza, el creyente puede rezar confiadamente al santo en cuestión para que interceda en su favor ante Dios. La Iglesia, posteriormente, determinó un proceso en el que un grupo de expertos debe estudiar toda la vida del personaje, y tras ser declarado como “Venerable”, se debían reconocer dos milagros comprobados por la intercesión del santo para que fuera convertido en Beato. Tras su elevación, deben realizarse dos milagros más para que se consagrado como Santo. En este proceso no todo era tan sencillo, pues existía una figura eclesiástica llamada “El Abogado del Diablo” que debe encontrar todas las objeciones posibles para evitar la canonización. Con Juan Pablo II se modificó esta modalidad y se eliminó la figura que objetaba a los posibles santos, además de reducirse a la mitad la cantidad de milagros requeridos para que se beatifique o se eleve a los altares como Santo a una persona venerada. Quizá, el Papa recientemente fallecido, pueda considerarse como la Madre Teresa, y el pedido de más de 1.000 millones de católicos, lo eleve a los altares en algunos pocos años. Ahora será la Iglesia y los Obispos expertos los que deban estudiar, analizar, y contar con la autorización del nuevo Papa para poder consagrar a los altares la figura de Juan Pablo II. OVACIONES EN EL FUNERAL Cuando los Sediarios asomaron el féretro a la multitud, un cerrado aplauso se escuchó en la Plaza de San Pedro, mientras las campanas a muerto comenzaron a sonar. Una ovación comenzó a escucharse al grito de “Santo ya”, un clamor de millones de personas que podría cumplirse en un plazo corto, salteando el habitual proceso de canonización. La procesión continuó. A su llegada al sagrario de la plaza, el ataúd fue colocado delante del altar, en el suelo. Encima le fue colocado un libro de los Evangelios abierto. La misa fue oficiada por el decano del Colegio Cardenalicio, Joseph Ratzinger, y concelebrada por 164 purpurados. Un total de 320 sacerdotes repartieron la comunión. Un tapiz con Cristo resucitado, colgado de la puerta principal de la basílica de San Pedro, presidió la ceremonia. El funeral abrió el tradicional novenario de misas en sufragio del Papa en la basílica de San Pedro, que se prolongará hasta el 16 de abril, dos días antes de que comience el cónclave del que saldrá el 265 sucesor de San Pedro.