El arroz es fuente de ingreso y alimentación para cientos de millones de personas en todo el mundo. Decenas de países han logrado garantizar la alimentación de sus poblaciones gracias a la producción propia. Entre ellos destaca China, el país más poblado del mundo.

Por su importancia en los esfuerzos diarios de millones de productores para combatir el hambre y la pobreza, la FAO declaró el año 2004 “Año Internacional del Arroz”. El arroz llegó a Centroamérica en el siglo XVIII. Hoy integra, junto a los frijoles y tortillas de maíz, la dieta básica de los centroamericanos. Miles de campesinos de la región se dedican a su cultivo, que proporciona aproximadamente un millón y medio de empleos. El Tratado de Libre Comercio entre Estados Unidos, Centroamérica y la República Dominicana (DR-CAFTA) abre la puerta a la competencia desleal del arroz subsidiado de Estados Unidos y a la eliminación de los aranceles a la importación. De este modo, pone en peligro el medio de vida de miles de arroceros centroamericanos. Así lo denuncia Intermón Oxfam en su último informe La crisis enterrada. Este problema no es exclusivo de Centroamérica. Toda Latinoamérica debe seguir la evolución y consecuencias de este tratado, ya que sirve de ejemplo de las posibles repercusiones del ALCA. Un ensayo que se rige por las mismas premisas liberales, que tanto han afectado a las economías latinoamericanas en las últimas décadas. Ante las probadas y numerosas experiencias, los gobiernos deberían tener el valor de exigir un trato más justo. A principios de los 80, Haití producía casi todo el arroz que necesitaba su población. Tras la apertura de mercados, forzada por el FMI y EEUU, se ha visto inundado de arroz estadounidense subvencionado. Decenas de miles de campesinos han perdido su medio de vida, y la desnutrición infantil en zonas rurales se ha disparado. La historia se repite en Honduras, Sierra Leona y otros países. ¿Cuántas experiencias más hacen falta para darle un giro al comercio internacional? La previsible dependencia de las importaciones de alimentos que provocará el DR-CAFTA en los países centroamericanos puede hacer más profundos los actuales problemas de inseguridad alimentaria. En esta región el 60% de los pobres vive en las zonas rurales y casi siete millones de personas no pueden cubrir sus necesidades alimenticias. Resulta alarmante que durante la década de los noventa, la cifra creciera en términos absolutos y relativos, demostrando que la liberalización comercial acelerada y la política agropecuaria empeoraron los problemas de inseguridad alimentaria. Con menos del 2% de la producción mundial, EE UU es el cuarto exportador de arroz. Gracias a los más de mil millones de dólares anuales que recibe el sector en forma de subsidios, puede exportar un 45% de lo que produce a más de 75 países, a precios por debajo del coste de producción. Las exportaciones de arroz estadounidense desplazan del mercado a miles de productores centroamericanos, mientras unas pocas empresas exportadoras e importadoras se benefician de manera desproporcionada. El sector arrocero de Honduras sabe muy bien cuáles pueden ser los efectos del DR-CAFTA en la agricultura. El sector hondureño fue abriéndose desde 1991 a las importaciones de arroz de EEUU por las presiones de las grandes empresas importadoras. Para cubrir el déficit provocado por la sequía el gobierno decidió reducir bruscamente el arancel a las importaciones de arroz. Se vieron así inundados por toneladas de arroz estadounidense, lo que provocó que los productores se encontraran súbitamente sin mercado en plena salida de la cosecha. Este episodio se conoce en Honduras como el arrozazo. Los precios cayeron más del 28% en un año. Esta crisis de precios llevó a la quiebra a miles de familias arroceras que no pudieron pagar sus créditos y muchas otras decidieron abandonar el cultivo. Otro ejemplo extrapolable a toda la realidad latinoamericana. Si continúan los procesos de liberalización, como los que EE UU impulsa con sus acuerdos comerciales, su seguridad alimentaria estará cada vez más amenazada. El mismo cultivo de arroz que permite subsistir sin déficits alimentarios a muchos países asiáticos, se convierte en Latinoamérica en un elemento más de injusticia y desigualdad. Si los acuerdos comerciales girasen hacia la exportación interna con precios y aranceles justos, se daría un gran paso en la erradicación del hambre en la región. Hace falta valentía política para luchar contra estas premisas comerciales injustas, pero es la única salida. (*) Recibido por Corrientes al Día del Centro de Colaboraciones Solidarias de la Ciudad Universitaria de Madrid, por Fran Araújo – Periodista