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Opinión

La censura

GABRIEL FERNÁNDEZ (*)

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Es habitual, especialmente en algunos períodos en los cuales la acción mediática se intensifica sobre la sociedad, hallarnos con enérgicas denuncias por censura a colegas de los grandes medios de comunicación.


El caso más notable, ya que no el más reciente, ha sido el registrado en Página 12 –diario relacionado con el Grupo Clarín– en relación a un artículo sobre el gobierno nacional elaborado por el recordado periodista Julio Nudler. Otros ejemplos previos, y destacados, se produjeron en Canal 13, con Liliana López Foresi, en América TV, con un programa de investigación, y en no pocos espacios radiales donde resultaron levantados programas de actualidad política. Hay muchos más: todos los días, las jefaturas de los medios deciden, según el lineamiento editorial de las respectivas empresas, evitar la cobetura de un hecho determinado, eliminar o deformar una opinión, ignorar plumas trascendentes. Me decidí a escribir al respecto porque, tras varios debates con colegas y con público adentrado en la cuestión comunicacional, observé que resultaba necesario situar el eje de la cuestión, desmalezar idealismos y comprender algunas cosas que, una vez que se conocen “saltan a la vista”. Va una aclaración innecesaria, pero que seguramente me ahorrará algunas discusiones ásperas con amigos: los casos indicados constituyen, efectivamente, censura. No está mal denunciarlos. Pero sin las aclaraciones pertinentes –y ahí voy– contribuyen al desconocimiento de lo que en verdad sucede en una redacción, en un canal, en una emisora. SER PERIODISTA Cuando llega el 7 de junio, las bandejas de entrada, los domicilios y los lugares de labor de quienes desarrollamos esta actividad, se llenan de entrañables saludos que corresponde agradecer. Sin embargo, esas congratulaciones suelen indicar conceptos más o menos vinculados a la siguiente idea: “para usted, compañero, que es un verdadero periodista, no como aquellos que dicen serlo y escriben contra el pueblo”. Ese es el concepto, palabras más, palabras menos. Años atrás, conversando al respecto con Tito Paoletti, me decía: hay que terminar con esta ilusión; Neustadt y Grondona son periodistas, trabajan en una radio, en un canal, en una revista, ejercen el oficio profesionalmente, son periodistas. Que tergiversen la realidad debido a sus intereses es otro asunto, ahí es donde hay que dar batalla. Vamos más allá. Los ingenieros son ingenieros trátese de profesionales buenos o malos, negligentes o aplicados; los abogados son abogados aunque resulten honrados, corruptos, millonarios o desempleados. Los albañiles son albañiles aunque las paredes que elaboran resulten sólidas o caigan ante la primera ventisca. Decir que alguien que ejerce esta profesión “no es un verdadero periodista” porque secciona o tergiversa la realidad, porque ningunea hechos y personas de importancia, o porque opina de un modo diferente al nuestro, implica la utilización de la palabra periodista como un adjetivo atravesado por virtudes como la veracidad, la sinceridad, la objetividad. A la inversa, como ocurre en no pocos medios grandes, especialmente televisivos, indicar que quien ejerce esta profesión desde una tribuna de alcance reducido “no es un verdadero periodista” porque el gran público desconoce su rostro, implica el empleo de la palabra como un adjetivo compuesto por logros como la popularidad, la cuenta bancaria o el ráting. Son dos visiones equívocas, que se contraponen al Estatuto de nuestro gremio –notable y correctamente incluyente– pero también a toda lógica profesional. Una casa que se derrumba está realizada por arquitectos que sacan mal los cálculos o se corrompen para ahorrar material; un diario que miente está realizado por periodistas que cubren deficientemente la realidad o que la desfiguran para beneficiar la línea editorial de una empresa. Pero esos arquitectos, reitero, son arquitectos. Y esos periodistas, insisto, son periodistas. Negarlo implica brindar al resto de los profesionales un elogio que, por bien recibido que resulte, es injusto. LAS EMPRESAS Desde su mismo surgimiento a escala masiva, los medios de comunicación han sido empresas. En los últimos años muchos de ellos han devenido, proceso de concentración mediante, en grandes conglomerados empresarios. Y así como las empresas de los diversos rubros llevan adelante la política que consideran conveniente para sus intereses, los medios, con aciertos y errores, despliegan las acciones comunicacionales que evalúan pertinentes para crecer económicamente, lograr influencia política, ratificar o modificar cursos sociales, vender más publicidad. Esto ocurre también, bueno es aclararlo, con los medios de izquierda, alternativos, nacionales y/o populares. En muchos casos, los objetivos son diferentes a los anteriores, diametralmente opuestos quizás. Pero ellos delinean una orientación editorial que se respeta de un modo menos cruento pero tan efectivo como en los demás casos. Quienes conocen el trabajo que uno ha llevado adelante, saben que me ha tocado en suerte, además de ejercer puestos en la redacción llana, ser jefe de secciones variadas y director de varios emprendimientos. Como mi intención es no mentir, no porque sea “periodista” sino porque me parece un obrar adecuado para con las personas, señalo lo que sigue. EL TRABAJO La primera selección del día en un medio de comunicación tipo se genera en la reunión de jefes y secretarios con la dirección. Allí se da la primer “censura” cuando se priorizan determinadas informaciones y se dejan de lado otras. El criterio que se utiliza es dual: por un lado, el espacio, por otro, lo que se considera de interés. El primer punto es obvio: si un medio cubriera todo lo que ocurre en su país y en el mundo necesitaría miles de páginas, o de horas, sólo para una edición. El segundo es editorial: ahí se evalúa el impacto del tema según el perfil del lector y también de acuerdo a las necesidades empresariales. Luego los jefes disponen las coberturas y la redacción de los artículos. Los cronistas –en medios audiovisuales llamados movileros– y los redactores hacen su propia selección dentro de una temática y configuran una “nota” de acuerdo a su capacidad y formación. Una vez realizado el material, los responsables de cada sección realizan una nueva actividad censora, que no es otra cosa que su función profesional, corrigiendo los textos, añadiendo aspectos que consideran valiosos, eliminando errores o factores que pueden damnificar la orientación del medio en el cual trabajan. Si algún hecho resulta especialmente conflictivo, los jefes lo elevan hasta la dirección periodística para que tome una decisión y si el problema no halla solución, llega hasta la dirección empresarial, que toma una determinación que suele resultar indiscutible. Así funcionan las cosas –siempre hay variantes en cada lugar– en los medios. En todos los medios. Por eso resulta difícil encontrar artículos favorables a la renacionalización del petróleo argentino en los grandes conglomerados y por eso resulta raro observar artículos que reivindiquen al neoliberalismo en los medios populares. Trazo grueso: el que dispone del capital define la orientación del medio. El que sustenta su dirección define qué sale y qué no en un medio de comunicación. LA CENSURA Como se verá, la censura es una parte inseparable de la actividad periodística. De ahí que la alarma, los ojos en blanco y los gritos que uno percibe cuando emerge públicamente un caso entre miles, hagan importantes estas precisiones. A lo largo de mi vida profesional he sido censurado muchas veces. En ocasiones, debido a un contraste con el lineamiento editorial del medio en el cual estaba. No son pocos mis artículos que no han sido publicados porque contenían revelaciones u opiniones en verdad problemáticas para el poder o para sectores del poder. Sólo por citar, a modo de ejemplo: uno de los textos en cuestión se refería a la distribución de coimas para la sanción de la Ley de Emergencia Económica durante el delarruísmo; otro, anterior, sobre la necesidad de expandir el gasto público, considerándolo inversión social, en rubros como la salud, la educación y la producción. Y hubo más. Los medios que censuraron mis artículos son parte esencial del conglomerado más importante de la comunicación en la Argentina. Jamás se me ocurrió, más allá de exponer mi punto de vista para fundamentar esos materiales, salir a formular denuncias públicas al respecto. Conozco el oficio y entiendo el esquema. Eso no implicó callarme: los materiales igual circularon, a través de los medios que aceptaron publicarlos. En ese período corroboré que para difundir lo que deseaba y consideraba beneficioso para el pueblo argentino necesitaba construir medios que tuvieran la línea editorial adecuada a esos intereses. Los colegas que leen esto ya entienden lo que estoy planteando. Ellos saben que no existe medio en el cual publiquen todo lo que escriben. Saben también que a lo sumo todo termina en una discusión, más o menos acalorada con el superior de turno. Y que a la hora de salida, o al momento de finalizar el trabajo, juntan sus cosas y se dirigen a sus hogares; o al bar más cercano. Pero ya que estamos en nítido tren de sinceramiento, no voy a esquivar el bulto de las responsabilidades directas. Como director de varios medios, me ha tocado –y esto sigue– efectuar dolorosas y enojosas selecciones por razón de espacio, así como cortes en materiales de colegas con gran formación y dedicación. Y también me ha tocado –y esto sigue– rechazar notas contrastantes con la orientación del medio. Me he negado a publicar reivindicaciones explícitas o veladas de la dictadura militar, elogios a las políticas privatistas, pullas contra sectores populares argentinos. Los lectores podrán considerar, conmigo, que esas fueron decisiones atinadas. Pero debo forzarlos, aún en mi contra, a evaluar que las mismas se encuadran, técnicamente, dentro del concepto de “censura”. Guste a quien guste. Pues ¿defendemos o no la libre expresión de ideas? Permítanme una a mi favor: jamás censuré sectores populares en debate aunque sus puntos de vista resultaran opuestos a los míos. Las páginas de los medios que he orientado siempre han estado abiertas a quienes estiman que la liberación nacional y la justicia social resultan valores dignos de ser divulgados. PARÉNTESIS. LOS JÓVENES (En los últimos meses, he tenido la oportunidad de renovar el diálogo con jóvenes generaciones de estudiantes de periodismo y con realizadores de medios populares. Son hermosos momentos en los cuales se pueden escuchar las inquietudes y las aspiraciones de los pibes que van llegando a este oficio — profesión, como lo definiera limpiamente Juan Salinas. Hay de todo. Están los que piensan difundir tremendas investigaciones en los grandes medios. Están los que apuntan hacia la alternatividad. Están los que prefieren el periodismo institucional. Y los que anhelan un buen empleo, venga de donde venga. Están, claro, los que ni siquiera sospechan de qué se trata todo esto ni conocen el rumbo que van a seguir. El futuro de estos chicos es incierto, porque el mismo depende de su propia formación integral, de su talento a la hora de plasmar informaciones y conceptos, del rumbo nacional y del desarrollo comunicacional argentino en varios sentidos. ¿Quién sabe? Me interesa decirles a todos un puñado de cosas: Si ingresan a los grandes medios algunos les dirán que se vendieron. Otros, que así se hace, pibe. Si elaboran medios alternativos o populares les dirán que no tienen capacidad. Otros, que dicen la verdad. Si trabajan bien en alguno de los dos espacios pero no se dan a conocer, les dirán que son periodistas grises. Sus padres y amigos preguntarán ¿nene, nunca vas salir en la tele, qué clase de periodista sos? Si trabajan bien en alguno de los dos espacios y logran reconocimiento, les dirán que son jetones o caretas. Sus padres y amigos preguntarán ¿che, vos salís con la directora, o te hiciste amigo de algún capo? Si se comen maniobras comunicacionales varios les dirán que son de los servicios. Otros, que dan en el clavo. Si rechazan maniobras comunicacionales les dirán que se aíslan y hablan para pocos. Algunos, que baten la justa. Si se corrompen algunos les dirán corruptos y otros, grandes señores. Si no se corrompen algunos les dirán tontos y otros, compañeros. Si se suman a causas populares varios es dirán que son fracasados o traen malas ondas. Algunos, les dirán luchadores. Si se suman a causas antipopulares algunos les dirán que son traidores. Muchos, los señalarán como triunfadores. Si ganan mucho les dirán que han dañado a colegas más talentosos. Otros, que se lo merecen. Si ganan poco les dirán que resultaron ineptos. Algunos, que pobres pero honrados. Por eso, y por muchas cosas más, tal vez lo mejor sea aprender a aprender, no escuchar el rumor innecesario, conocer la realidad a fondo, desarrollar las inquietudes y los talentos propios, saberse un trabajador, sentirse argentino y latinoamericano, respetar al público y a los colegas y, llueva o truene, seguir adelante dentro de las convicciones que se sustentan. Estos factores se pueden desplegar, con dificultad, en cualquiera de las opciones planteadas. Recibirán críticas impiadosas. Y reconocimientos inesperados. Aunque a simple vista no lo parezca.) LAS MEJORES FAMILIAS Espero que estos apuntes sirvan para que el público, no pocos colegas y algunos jóvenes, comprendan que no es atinado evaluar medios y periodistas a través de un idealismo que pretenda ignorar que los primeros son empresas y los segundos, trabajadores. Espero que contribuyan a apuntalar el pensamiento propio y crítico, frente a las informaciones y conceptos que vierten cotidianamente los medios y los periodistas. Espero que resulten de utilidad para entender que la libre expresión no existe y que para lograr difundir noticias y comentarios que sostienen preceptos que consideramos justos es preciso hacerse un lugar con energía y elaborar las propias bocas de expendio. Espero que se entienda que la censura no es un dato excepcional sino una modalidad tradicional y expandida en todos los espacios comunicacionales, sea cual fuere su orientación. Y finalmente, quiero agradecer al Instituto Jauretche por haberme otorgado el último jueves el Premio Arturo Jauretche 2005 a la Labor en Medios Gráficos. No quiero pensar, ni preguntarle a nadie –como diría Víctor Hugo–, a cuántos colegas merecedores de ese premio tuvieron que dejar de lado Marco Roselli y sus colaboradores para sintetizar en uno sólo su aval a la comunicación nacional y popular. Pues toda selección implica una censura. Y la misma se da aún en las mejores familias. Abrazos para todos. (*) Recibido por Corrientes al Día, por Gabriel Jorge Emir Fernández, Director Periodístico de la Revista Questión Latinoamérica y Director de La Señal Medios.

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Cuando el mérito no importa

OPINIÓN (*)

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Dijo en San Juan el presidente Fernández: “lo que nos hace evolucionar o crecer no es el mérito, como nos han hecho creer en los últimos años, porque el más tonto de los ricos tiene muchas más posibilidades que el más inteligente de los pobres”.


Esto es tan falso, tan terriblemente insultante para la inteligencia, que es difícil decidir por dónde empezar a analizarlo.  Sólo diré que Steve Jobs (Apple), Bill Gates (Windows), Jeff Bezos (Amazon) y Marcos Galperin (Mercado Libre), son algunas de las fortunas más grandes del mundo y de Argentina, y NINGUNO fue hijo de rico.  Este pelotudismo socrático y retrógrado ha sido totalmente superado en los países desarrollados… ¡Y PRECISAMENTE PORQUE LO SUPERARON SON DESARROLLADOS!

 

Luego invocó a Alberdi y Sarmiento, reinterpretándolos con un pensamiento tan retorcido que los vuelve irreconocibles.  Dijo admirarlos porque “vislumbraron la importancia de la educación pública, que nada es más importante que el conocimiento humano” y del sanjuanino aseguró que “en un gesto inigualable de igualdad, resolvió que todos los que estudian en la escuela pública calcen un guardapolvo blanco para que las diferencias sociales allí donde se aprende no aparezcan.  Con todo eso nos dijo que el estado debe estar muy presente en el desarrollo humano y que finalmente lo que más vale es la igualdad, es propender a un sistema más igualitario”.

 

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Pobres Alberdi y Sarmiento.  Si pensamos cuales referentes históricos argentinos estuvieron absolutamente en contra de la intromisión del estado (que debía ser pequeño) en el quehacer cotidiano de los ciudadanos, fueron sin dudas estas dos inmensas figuras de nuestra patria.  Hacer semejantes distorsiones de su pensamiento es una ofensa a sus memorias y, como se hacía en la escuela, debería lavarse la boca con jabón para limpiar sus palabras.

 

Alberdi decía que “la omnipotencia del Estado es la negación de la libertad individual” y que “la grandeza del vecino, forma parte elemental e inviolable de la nuestra”, LO OPUESTO al igualitarismo y el desconocimiento del mérito.

 

¿Y qué pensaba Sarmiento?, al que dijo admirar.  El sanjuanino dijo: “las cumbres se alcanzan doblando el empeño” y “toda la historia de los progresos humanos es la simple imitación del genio”; Don Domingo era un ferviente defensor del mérito, concepto que el señor presidente denigra.

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Es increíble que en la actualidad, con lo fácil que es conocer la realidad de otros países, todavía existan personas “educadas” (en realidad son apenas instruidas, la educación implica pensamiento crítico algo que les es ajeno) que sean tan ciegas como para dejarse engañar así.

 

El presidente habla de defender el federalismo y a las provincias del “pulpo” del puerto, cuándo el mayor héroe de esta gente fue Rosas, quien prohibió los puertos del Paraná para que todo el comercio exterior pasara por Buenos Aires, empobreciendo a las otras provincias.  Obsesión rosista por el monopolio del puerto porteño que condujo a la muerte a valerosos patriotas en la Vuelta de Obligado, sacrificio disfrazado con la mentira de la “defensa de soberanía”.

 

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Valga la apostilla: ese fue el mismo Rosas que le quitó los sueldos a los docentes de las escuelas y universidades estatales, hundiendo en la ignorancia a los pobres y yendo en contra de la tan mentada “igualdad de oportunidades” con la que se llenan la boca.

 

¿Habla del federalismo y de trato igualitario para todas las provincias?, cuando el peronismo fue el mayor promotor del crecimiento del conurbano bonaerense y que le otorgó tantos subsidios a la luz, el gas y a los combustibles, que hacía que en Buenos Aires se pagara hasta 5 veces más barato los servicios públicos que en el resto del país.  ¿En serio?  ¿Se puede ser tan caradura?  Y lo peor, ¿se puede ser tan idiota como para creerles?

 

También dijo Fernández: “lo que uno más debería desear como argentino, es que cada argentino tenga la oportunidad de nacer…”, ¿oportunidad de nacer?, ¿de qué oportunidad de nacer habla quien defiende el aborto?, ¿se puede ser más cínico y contradictorio?  “…Y de morirse feliz después de haber vivido bien, en la provincia donde ha nacido”, ¿morirse feliz?, ¿Cómo Solange que murió sin ver a su padre?, ¿o Facundo Astudillo?, ¿o Franco Martínez?, ¿o Franco Isorni?, ¿o Luis Espinoza?, todos desaparecidos y muertos en democracia en este 2020.

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Entiendo (no comparto) que los que “están prendidos” defiendan “el modelo”… ¿pero el resto?, ¿el laburante que deja más de la mitad de su sueldo en impuestos para mantener punteros y para que le den por sus impuestos la porquería de salud, educación, seguridad y justicia que tenemos?, ¿el profesional que como universitario debería ser capaz de ver más allá de las mentiras de los demagogos?  Cómo decía Sarmiento y se aplica a los “educados” que egresan de la universidad: “era el que más sabia… Pero el que menos entendía”.

 

Lo cierto es que a decir del gran sanjuanino: “la ignorancia es atrevida”, pero aún es más atrevida la avaricia, la soberbia y el despotismo de quienes conducen hoy el destino de nuestra patria y que lejos están de seguir el siguiente principio rector del cuyano: “fui criado en un santo horror por la mentira, al punto que el propósito de ser siempre veraz ha entrado a formar el fondo de mi carácter y de ello dan testimonio todos los actos de mi vida”.

 

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Quienes creemos en la Libertad, en la igualdad ante la Ley y no por la Ley, y en el Respeto por la vida y la propiedad del prójimo, no solo tenemos el deber ético y moral, sino también la impostergable necesidad de oponernos y manifestarnos en contra de los atropellos que se están cometiendo contra los argentinos y contra la República.   

 

El momento es YA… antes de que terminen de hundirnos y de someternos, antes de que no quede nada por salvar.

(*)  Rogelio López Guillemain

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Opinión

Reconvertir proyectos e innovar

POR MARIA EUGENIA MANCINI

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La pandemia de COVID-19 ha tenido un impacto profundo en nuestras sociedades. Además de la crisis sanitaria, ha afectado la educación, la vida social y los medios de subsistencia. A una economía difícil, esto lo ha profundizado aún más.


Para nuestros jóvenes muchos de estos impactos será a largo plazo y multidimensionales: Por ejemplo, 191 países han implementado el cierre de escuelas a nivel nacional o local, y 1,5 mil millones de personas no pueden asistir a la escuela ya que no disponen de tecnología básica para acceder a las plataformas educativas.

 

Sin embargo, hay muchos jóvenes liderando esta crisis y no se han quedado de brazos cruzados. Hay una Juventud que está apoyando el diseño y la ejecución de programas sociales pensando en caminos creativos y de respuesta.

 

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También debemos destacar la variedad de emprendimientos que han surgido adaptando propuestas comerciales a estos nuevos tiempos donde se pudo ver la creatividad y el desarrollo de productores locales.

Es fundamental continuar apoyando estos proyectos para que tengan continuidad formulando estrategias competitivas, incentivando y se conviertan en micro empresas sustentables económicamente.

 

Sumar programas de recuperación en base a economías locales y ver como su fuerza creativa comienza a enriquecer a instituciones, proyectos sustentables  y caminos nuevos para salir adelante.

 

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Pienso que un camino de desarrollo  es no solo fortalecer las economías regionales sino volver a los oficios, capacitarnos y tener herramientas prácticas para generar recursos propios.

 

Estamos atravesando un momento de reinvención muy grande y donde más que nunca necesitamos estar unidos, sacar nuestras fortalezas y trabajar juntos como sociedad pensando en lo que queremos construir, diseñando la sociedad futura, poniendo  foco en nuestros recursos y liderar.

 

Es fundamental generar herramientas para crear una sociedad más igualitaria y solidaria y no solo como respuesta a la pandemia sino también pensando a largo plazo y abordando todos  el compromiso de crear un cambio duradero.

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Opinión

La “borocotización” de Alberto

(*) OPINIÓN

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Recuerda una crónica del diario perfil: “Eduardo Lorenzo Borocotó el 23 octubre de 2005 obtuvo una banca. Pero antes de asumir algo cambió. El 9 de noviembre visitó la Casa Rosada, acompañado por su hijo. ¿Con quién tenía cita? Con el actual presidente Alberto Fernández, quien era jefe de gabinete de Néstor Kirchner.  Borocotó se reunió con los dos. A Kirchner no lo conocía. A Fernández, sí.


El mismo día del encuentro en la Rosada, Borocotó anunció su partida del bloque macrista: armó un mono-bloque independiente, afín al kirchnerismo. Alberto Fernández explicó la jugada: "Tenemos que ser amplios. Hay muchos votantes y dirigentes de ARI que están descontentos con Carrió, por ejemplo. Y nosotros estamos abiertos a recibirlos, así como a los radicales, peronistas y a todos los que crean en el proyecto del Presidente".

 

En nuestras democracias actuales, se debería empezar a pensar en que los ciudadanos, en vez de elegir a personas que encarnen proyectos, ideologías, o letras muertas de lo establecido en partidos políticos, votemos directamente, proyectos, propuestas, modelos o formas de hacer las cosas y que la ejecución de las mismas, pase a ser un tema totalmente secundario, esto sí podría denominarse algo que genere una revalidación de lo democrático, pero no estamos en condiciones de hacerlo actualmente, primordialmente porqué el gobierno de ese pueblo, está en manos de uno sólo, a lo sumo, en cogobierno por un legislativo (con flagrantes problemas en relación a la representatividad, que sería todo un capítulo aparte el analizarlo) y supeditado a un judicial, que siempre falla, de fallar en todas sus acepciones, liberar la opción de ese pueblo, para que elija su gobierno, mediante las ideas que se le propongan, sin que sea esto eclipsado por la figura de un líder o lo que fuere, en tanto y en cuanto siga siendo uno, recién podrá ser posible, cuando su vínculo con la vida y la muerte, no tenga que ser anatematizado mediante la creencia o no creencia, que como vimos son las dos caras de una misma moneda, en un ser único y todo poderoso, creador de este mundo y de todos los otros, los posibles como los imposibles.

 

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La violencia del estado que en la actualidad se traduce en su sobre-presencia en ciertos sectores a costa de la ausencia del mismo en vastas áreas y bolsones, la sobreactuación de un supuesto sentir o hacer democrático, en donde sólo se ejerce una dudosa aclamatoria de mayorías (sistemas de preselección de candidatos cerrada, como internas que no se llevan a cabo, que transfieren el sentido de elegir por el de optar, entre quiénes ellos, de acuerdo  a sus reglas disponen que tengamos que optar, es decir elegir condicionados) debería estar tipificado en la normativa, como uno de los delitos más flagrantes contra las instituciones y el pleno ejercicio de la libertad, de tal manera, la ciudadanía no tendría excusas como para no levantarse en puebladas, en manifestaciones que dan cuenta de la total y absoluta anomia, en que la incapacidad de cierto sector de la clase política nos puede volver a conducir en cualquier otro momento u oportunidad. Propuestas es lo que sobra, se precisa de predisposición de estos para hacerles sentir a la ciudadanía que algo determinan, con el pago de sus impuestos y con sus votos. En tiempos electorales, una práctica que debería ser desterrada y que es una muestra expresa del democraticidio, es la compra de votos, sea mediante una dádiva, prebenda, por intermedio de corte de chapas, dinero, mercadería, merca o lo que fuere, como de las mentiras flagrantes e inconsistentes las que ofrecen por doquier. Como también lo es la no sanción de los hechos de corrupción, o la dilación en demasía para resolver los mismos, perpetrados por hombres que hayan pertenecido al funcionariado público.

 

Si somos presa de políticos corruptos seguiremos encarcelados en el imperativo de una sociedad penalizada y penalizante para sancionar delitos y no para reconvertir conductas que no nos lleven a ellas.

 

Hasta aquí sí se quiere, nada nuevo bajo el sol, o desconocido para todos aquellos a quiénes, Alfonsín nos prometió que con “la democracia se educa, se come, se cura, no necesitamos nada más, que nos dejen de mandonear…” la nueva modalidad, de estas suertes de “democraticidios” que nos afectan, es que el poder unipersonal del ejecutivo nacional, pasó a un sistema, tal como lo definió un constitucionalista “vicepresidencialista” y por tanto, Alberto, el creador del “borocotismo”, tal como Víctor Frankenstein, pasó a ser víctima de su propia creación, de su mutación práctica de lo representativo.

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En la aceleración, profundización o intensificación del cristinismo, camporismo o kirchnerismo recargado, en el que recayó Alberto, no quedaría otro espacio en la historia para él, que un título de un libro escrito por Miguel Bonasso, acerca de Héctor Cámpora; “El presidente que no fue”.

 

La mayoría que se construyó a tales efectos, con una propagación mayor que la de un virus desconocido y contagioso, se reconstituye con proverbial dinámica y en las próximas elecciones demostrará cuán cerca o lejos puede estar de un poder político, en la actualidad, “borocotizado”.

 

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(*) Por Francisco Tomás González Cabañas.

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