Latinoamérica se mueve. Tal vez tanto como retrocede EEUU, a la vista de los resultados que han otorgado de nuevo la presidencia a Bush. Hace más de cuatro años, ese movimiento empezó en Ecuador, donde fue depuesto el corrupto presidente Jamil Mahuad por la mayoría indígena apoyada por jóvenes oficiales del ejército. En Argentina, hubo cambio de rumbo porque las clases media y trabajadora defenestraron al presidente de La Rua y eligieron, a Kirchner, que parece haber roto con la vieja política. Se muestra alejado de los modos corruptos y chanchulleros de gobierno de los últimos años, al tiempo que torea con fortuna al Fondo Monetario Internacional, uno de los causantes de la ruina argentina.

En Bolivia, el pueblo expulsó al neoliberal Gonzalo Sánchez de Lozada y ahora se pone de nuevo en pie para exigirle al presidente, Carlos Mesa, una ley de nacionalización de los recursos naturales del país. Y en Perú, el neoliberal presidente Toledo pierde la confianza de los ciudadanos sondeo tras sondeo, prueba evidente del rechazo a popular a una política errónea que mantiene al país en la pobreza. Ahora le tocó el turno a Uruguay. Tabaré Vázquez, médico oncólogo, candidato del Frente Amplio-Encuentro Progresista, ha sido elegido como primer presidente socialista del país. Se propone llegar a acuerdos con los gendarmes e instituciones internacionales del neoliberalismo, negociar la deuda externa de 1.600 millones de dólares y gobernar con fuerte acento social. En palabras del que será su ministro de Economía, Danilo Estori, se crecerá para combatir la pobreza, objetivo político con aire y sonidos diferentes a los que estamos acostumbrados. Tabaré ha de pasar una primera prueba de fuego: resolver el litigio de la concesión de los servicios de saneamiento y agua potable, que los uruguayos votaron mayoritariamente debían ser de nuevo estatales. Esta victoria de la coalición progresista uruguaya continúa la tendencia del cono sur de renovar la política en Latinoamérica, arrinconando a los viejos partidos que gobernaron y esquilmaron la región durante décadas. Aunque no se puede ocultar el problema que subyace en una coalición de 19 grupos políticos. En Venezuela, a pesar de todos los intentos de la oposición presuntamente democrática (incluido golpe de Estado), avalados por un enorme poder económico y mediático, el movimiento que llevó a Hugo Chávez a la presidencia de la República lo ha mantenido y ha vencido en las elecciones municipales y de gobernadores. Los candidatos del Gobierno han conseguido 19 de las 22 gobernaciones del Estado venezolano. En el ámbito municipal, la conquista de la alcaldía de Caracas –hasta ahora en manos del opositor Alfredo Peña- es la culminación del nuevo triunfo de lo que significa Chaves sobre la oposición. En Chile, la coalición progresista, Concertación de cuatro Partidos, venció en las elecciones municipales con un 44,2 % de los votos sobre el 38,7% de alianza derechista. Por cierto, ésta es la undécima victoria del centro-izquierda desde el triunfo del plebiscito que echó al dictador Pinochet. Y en Brasil, el Partido de los Trabajadores (PT) del presidente Lula ha perdido el gobierno de Sao Paulo y Porto Alegre, un aviso serio, aunque sea una derrota más simbólica que cuantitativa, porque de los 187 municipios que gobernaba el PT ha pasado a hacerlo en 409. Muchos analistas entienden que la pérdida de esas dos importantes ciudades y otras siete u ocho más es una advertencia de los ciudadanos por el incumplimiento de algunas objetivos sociales de Lula, aunque la razón pudiera estar en los obstáculos estructurales dejados en el camino por los de antes, grandes presiones y alevosos boicoteos. Durante la década de los noventa, Latinoamérica acumuló decepción tras decepción sobre la democracia, tras haberse librado de las dictaduras que la oprimieron durante los ochenta. Según el Latinobarómetro 2004, realizado en 18 países de la región, el grado de satisfacción con la democracia descendió del 32 % registrado en 2002 a un 28% en 2003. No obstante, a pesar de sus imperfecciones, la democracia es el sistema de gobierno más reconocido: un 72% lo considera el único sistema para llegar al desarrollo. En Latinoamérica las ciudadanías se ponen en marcha y, en ocasiones, como en Perú y Brasil, advierten, avisan de que el camino del desarrollo económico neoliberal no sirve para acabar con la pobreza y las desigualdades brutales. Los Gobiernos de la región no pueden olvidar esos movimientos por la justicia y el desarrollo equitativo en la escena política latinoamericana. No deben olvidarlos. (*) Recibido por Corrientes al Día del Centro de Colaboraciones Solidarias, por Xavier Caño, Periodista, ccs@solidarios.org.es