(Desde México, por David Gauna, especial para Corrientes al Dia). Hoy el mundo vio el otro rostro de México. Aun en las calles, los periódicos muestran nuevas fotos de Jimena Navarrete (la nacida en Guadalajara, flamante Miss Universo) como una gran conquista para el país, mientras en el resto del planeta se sienten asombrados porque el rasgo tenebroso de los grupos terroristas ligados al narcotráfico se mostró en plenitud.

Los 72 indocumentados asesinados en San Fernando, Tamaulipas, iban en un viejo autobús, rumbo a Estados Unidos cuando, cuando entre el sábado y el domingo pasado, fueron interceptados por un convoy de zetas. Los zetas son un de los grupos más fuertes identificados con el narcotráfico. Dicen los que saben que son los dueños de las carreteras y de todo lo que circula en Tamaulipas y Nuevo León, dos de los estados norteños de este país. Nada se hubiera sabido sin el dato de esta historia que parece sacado de hollywood: uno de setenta y tres personas, logró sobrevivir. Varias camionetas 4×4 y con vidrios polarizados (una debilidad fetiche de todos los narcos) le cerraron el paso al vehículo en el que viajaban las víctimas y los hicieron bajar de él. Les advirtieron que eran Los Zetas. Uno a uno, los 58 hombres y 14 mujeres, entre ellos menores de edad, fueron colocados contra la pared dentro de un galpón de una estancia (aquí denominada rancho, que era de manejo de este grupo terrorista). Les exigieron trabajar “para ellos”, como sicarios, con salarios de 1.000 dólares la quincena más premios. Todos se negaron. Por eso, los fusilaron y remataron con el tiro de gracia a cada uno. Entre ellos un ecuatoriano, quien se hizo pasar por muerto. El tiro final le entró, al parecer, por un extremo del cuello y salió por la mandíbula. Esperó ahí, tendido, hasta que los victimarios se fueron y pudo escapar caminando mas de 20 kilómetros hasta un punto donde hizo contacto con personal de la Armada de México. No llegó al mar. Aquí la Armada es usada por el presidente para hacer tareas de inteligencia y hasta ha protagonizado acciones armadas matando narcotraficantes. Era la madrugada del lunes. Recién el martes, los marinos llegaron al lugar denunciado por el ecuatoriano y encontraron 72 cadáveres y apresaron a un jovencito que cuidaba el lugar, luego de otra balacera, donde – según datos oficiales – murieron un marino y tres sicarios. Conocida la noticia, todo el mundo empezó a plantear su indignación. En esta masacre, la gente asesinada era de Brasil, Costa Rica, Honduras, El Salvador y Guatemala, entre ellos una de las catorce mujeres, se encontraba en un avanzado estado de embarazo. La mayoría era gente joven y en edad productiva. Es decir desesperados migrantes que iban tras el sueño americano a cruzar la frontera hacia Estados Unidos. Este rostro espantoso mostrado por los terroristas del narcotráfico es el mismo con el que se encuentran buena parte de los centroamericanos que atraviesan la frontera sur de México para ir llegando (en viejos trenes, en autobuses irregulares, hasta en camiones para ganado) hasta la otra frontera, la del norte. Los vejámenes no siempre los realiza el narcotráfico. La policía de frontera, el Ejército y bandas armadas irregulares se aprovecha de esta gente que aún sabiendo los riesgos, se atreve al periplo. Esta es la primera noticia que muestra víctimas ajenas al negocio. Hasta aquí, había quienes presumían la “limpieza” de los narcos, pues las veces que tuvieron participación solo fue entre grupos que se disputaban un territorio, o bien enfrentados a las fuerzas militares. Es más, un enorme sector de la sociedad mexicana cuestiona severamente los procedimientos de la armada o del ejército, por la cantidad de civiles muertos, que quedaron simplemente en medio de las balaceras. Esta queja popular mereció de parte del gobierno federal una aclaración llena de nubes: “sólo fueron algo más de una decena y han sido efectos no deseados de la guerra declarada al narcotráfico” (sic, de la Presidencia). Sin embargo, en esta oportunidad, la crueldad de los procedimientos de los narcos quedó en evidencia. No se puede ocultar ni aunque se invente una nueva elección de Miss Universo y otra mexicana sea elegida, generando la catarata televisiva hablando de las beldades de la mujer nacional. Pero además, esta masacre frenó necesariamente un debate que abrió hace pocos días el presidente de este país, Felipe Calderón, sobre la legalización de las drogas, en una movida mediática que vamos a analizar en nuestra próxima nota para Corrientes al Día. Finalmente la reflexión hacia el resto de los países de América Latina vuelve sobre los peligros de no frenar a tiempo el crecimiento del negocio de la venta y consumo de drogas prohibidas. Son verdaderos polvorines que se van erigiendo mientras la dirigencia en general se preocupa con otras cuestiones.