Si las elecciones brasileñas se realizaran hoy, el presidente Luiz Inacio Lula da Silva no sería reelegido y perdería por nueve puntos, según una encuesta divulgada ayer, cuando el mandatario, golpeado por denuncias de corrupción en su gobierno, pidió disculpas y salió a afirmar públicamente por televisión que se siente “traicionado” e “indignado”.

“Quiero decirles a ustedes, con toda franqueza, que me siento traicionado por prácticas inaceptables de las cuales no tuve conocimiento. Estoy indignado por las revelaciones que aparecen cada día y que conmueven al país”, dijo Lula durante un pronunciamiento en cadena nacional, antes de su reunión de gabinete. Se lo vio tenso y serio, al igual que todos sus ministros, que lo secundaban y no lograban disimular el nerviosismo. El discurso llegó dos meses después del comienzo de la crisis y un día después de que el asesor de marketing que condujo su campaña publicitaria para la presidencia, Duda Mendonça, revelara que el PT le pagó con fondos transferidos de bancos en paraísos fiscales para una cuenta en las Bahamas. Era dinero del fondo ilegal organizado por dirigentes de la cúpula del PT para pagar gastos de campaña y comprar el apoyo de legisladores. El efecto negativo del escándalo en la popularidad del presidente, quien hasta hace semanas se mantenía indemne en medio de la crisis, quedó reflejado con contundencia ayer en una encuesta del instituto Datafolha. Según el sondeo, si las elecciones fueran hoy el presidente vencería en la primera vuelta por 30% contra 27% de José Serra, el socialdemócrata intendente de San Pablo -el escenario incluye al dirigente populista Anthony Garotinho, que obtendría 10% de los votos-. Obligado a ir a una segunda vuelta, Lula obtendría el 39%, y Serra el 48%. Según la encuesta, el 83% de los brasileños considera que hay corrupción en el gobierno de Lula, aunque sólo 29% opina que debería ser abierto un proceso de juicio político contra el presidente. En su discurso leído, Lula se detuvo un instante para improvisar. Fue cuando dijo: “Quería decirle al pueblo brasileño que no tengo ninguna vergüenza de decirle que nosotros tenemos que pedir disculpas. El PT tiene que pedir disculpas. El gobierno, donde se equivocó, tiene que pedir disculpas, porque el pueblo brasileño, que tiene esperanza, que cree en Brasil y que sueña con un Brasil con economía fuerte, con crecimiento económico y distribución de ingresos, no puede, en ningún momento, estar satisfecho con la situación que el país vive”. Fue un giro en la estrategia para intentar contener la crisis. Hasta hace pocos días, Lula había optado por un discurso duro. “Van a tener que tragarme” o “las elites no me van a hacer bajar la cabeza” fueron algunos de sus dichos, que generaron más repudio que apoyo. El nuevo discurso, sin embargo, fue criticado prácticamente por todas las figuras políticas, menos los ministros y los dirigentes del círculo cercano al poder, por considerarlo tardío y carente de las explicaciones necesarias sobre semejante ramificación de corrupción armada en torno de su gobierno y del PT. El propio presidente del PT, Tarso Genro, que asumió hace algunas semanas para depurar el partido, consideró que el presidente “debería hacer una serie de discursos. Si fue sólo ése, yo diría que fue insuficiente”. Una crítica parecida fue hecha por Roberto Busato, presidente nacional de la Orden de los Abogados de Brasil (OAB, organismo que en 1992 presentó el pedido de impeachment contra Fernando Collor de Mello). Para Busato, el discurso no redujo la crisis. “El presidente se dijo traicionado, pero no dijo por quién ni por qué. No citó nombres ni mucho menos mostró medidas. El pedido de disculpas sonó paradójico, porque al mismo tiempo que pide las disculpas se dice inocente y traicionado”, dijo. “No es suficiente mostrar indignación. Tiene que actuar. Esta declaración del presidente hubiera caído bien si se hacía hace 20 días. El presidente tiene que decir quién fue quien lo traicionó”, expresó por su parte Gustavo Fruet, diputado del Partido Social Demócrata Brasileño. El jefe del bloque de senadores del Partido del Frente Liberal (derecha), José Agripino, fue más duro. “Lula continúa con su postura autista, dio un paso más hacia el precipicio y, si no adopta ninguna otra medida, y si llega a demostrarse el crimen electoral, tendrá que pasar por un proceso de juicio político. Será abierto un proceso de juicio político por necesidad legal.” HERRAMIENTA POLÍTICA La idea del impeachment, sin embargo, continúa siendo más una herramienta de la oposición para debilitar y atemorizar al gobierno que una hipótesis con posibilidades reales. La contra principal sería que una gran parte de los legisladores que tendría que juzgar al presidente está comprometido con las denuncias, ya que la práctica de recibir fondos no declarados para campaña está diseminada en toda la política brasileña. Luciana Genro, del partido de izquierda PSOL, formado con dirigentes expulsados del PT el año pasado, dijo que “no fue Lula quien fue traicionado, sino que fue él quien traicionó al país. Fue él quien mantuvo la política de sumisión a la política económica neoliberal. Fue él quien hizo alianzas con los partidos de derecha”. El PSOL puede absorber a partir de la semana que viene entre cinco y diez diputados de las corrientes de izquierda del PT. También deja el PT una figura importante de la política brasileña, como el ex ministro de Educación del primer año de gobierno de Lula, Cristovam Buarque, que anunció que se desafiliará del PT el próximo lunes. El mercado financiero, que el jueves vivió una leve turbulencia mientras el asesor de marketing comprometía al presidente, ayer volvió a la normalidad. La Bolsa de Valores de San Pablo cerró con un alza de 1,19%. Fuente: La Nación