En Michoacán, el estado natal del presidente electo Felipe Calderón, aparecieron 17 cabezas este año, muchas acompañadas por notas ensangrentadas como la hallada en la ciudad de Tepalcatepec en agosto: “Mira. Oye. Cállate. Si quieres permanecer vivo”.

(AP) – Muchos en las montañas y ciudades coloniales de Michoacán están haciendo justamente eso: no abren la boca, los periódicos ejercen la autocensura y en un pueblo, 18 de 32 policías renunciaron explicando que habían recibido amenazas de muerte de los narcotraficantes. En el caso más macabro, varios pistoleros irrumpieron en un club nocturno y lanzaron cinco cabezas en la pista de baile. En otro, dos cabezas fueron colocadas frente a un concesionario de automóviles en Zitacuaro, una ciudad que hasta ahora era más conocida por ser un nidal de las mariposas monarca. Junto a una carretera en las afueras de Tepalcatepec, el cadáver de Héctor Eduardo Bautista, sospechoso de narcotráfico, fue arrojado el 10 de julio con señales de tortura. Cerca de una cruz metálica negra que colocó su familia en el lugar, los asesinos que al parecer vengaron su muerte han ido dejando cabezas -cinco hasta ahora-, cada una con un mensaje amenazante. Las decapitaciones y las notas en un español a veces enigmático y rudimentario se están convirtiendo en una moda macabra entre las bandas que cultivan marihuana, elaboran metanfetamina y comercian cocaína en Michoacán. Ha habido 420 homicidios en el estado este año, incluyendo los de 19 jefes y comandantes de policía, y Juan Antonio Magaña, el procurador general del estado, atribuye bastante más de la mitad de las matanzas a las drogas: obra de bandas de narcotraficantes que se están reorganizando después que las autoridades capturaron a algunos de sus jefes máximos. “Estos son grupos muy grandes y muy fuertes y lo que quieren es dominar territorio”, dijo Magaña en una entrevista. El contrabando de drogas en Michoacán ha sido controlado tradicionalmente por una banda conocida como Los Valencia. La policía arrestó a su líder, Armando Valencia, en agosto del 2003 y uno de sus lugartenientes, Carlos Alberto Rosales Mendoza, un año después. Ahora, dicen los investigadores antinarcóticos, el Cartel del Golfo con sede en el norte de México está penetrando el territorio de Los Valencia dependiendo de “Los Zetas”, ex militares mexicanos convertidos en asesinos a sueldo. Los leales a Los Valencia han respondido con toda saña. Muchas notas colocadas a las víctimas van firmadas “La familia”, posible referencia a Los Valencia. Algunas mencionan “La Chata”, alias de un notorio asesino a sueldo del Cartel del Golfo. “No necesitan dejar mensajes escritos como lo han hecho”, agregó Magaña. “Ya el solo hecho de actuar con un alto índice de violencia manda mensajes de intimidación. Pero hacerlo muestra a la otra banda que pueden actuar con mayor índice de violencia”. Con un territorio vasto y escasamente poblado sobre las costas del Pacífico y con las montañas de la Sierra Madre del Sur, Michoacán es terreno propicio para la producción y el contrabando de drogas. Muchos agricultores han abandonado el aguacate, el café y el maíz en favor de la marihuana en los terrenos altos, donde hay escasas carreteras y la policía no puede penetrar fácilmente. Las bandas de contrabandistas han despejado sectores del bosque para construir pistas aéreas. Llegan avionetas llenas de cocaína colombiana, dejan cargas que son transportadas hasta la costa, y luego embutidas en lanchas veloces que parten hacia la frontera con Estados Unidos. Michoacán también se ha convertido en una guarida para laboratorios clandestinos de metanfentamina. Periodistas del estado han reportado los asesinatos pero algunos han evitado calar más hondo después de recibir amenazas de muerte. El 13 de octubre la policía encontró el cadáver de un hombre no identificado que había recibido 38 balazos y que había sido arrojado en las afueras del pueblo de Tacambaro. Estaba acompañado de una nota en marcador amarillo que parecía amenazar directamente a la prensa: “La familia y los ZZ son la misma cosa. Que la prensa no se venda”. Calderón, que asumirá la presidencia el 1 de diciembre, desea una nueva y mejor entrenada policía federal para investigar el narcotráfico, además de penas de prisión más severas para los delitos de drogas y más extradiciones de los narcos buscados en Estados Unidos. Agrega que México también necesita más ayuda de la policía estadounidense, ya que los contrabandistas mexicanos abastecen a los drogadictos en ese país. El procurador general Magaña rechaza la afirmación de Calderón de que la policía mexicana se ve desbordada. Pero en Villa Madero, un pueblo de leñadores donde cantan los gallos y los perros callejeros duermen en los baches de las calles, la abrupta partida en masa de los policías sugiere un panorama distinto. “Se siente una presión enorme aquí. Es muy peligroso”, dijo el ex policía Reyes Alberto Gamino, ahora retirado a los 21 años. El alcalde Alberto Villaseñor ha dicho que los policías fueron despedidos por no presentarse para custodiar un baile municipal el 16 de septiembre. Los ex policías dicen que renunciaron porque había pistoleros esperándolos por haber arrestado a un supuesto jefe narco. Uno de los policías que renunció fue Gildardo Villa. Entrevistado frente a su casa, Villa parecía nervioso, miraba por encima del hombro constantemente y respondía las preguntas en voz baja. “Llegaban ahí amenazando a la gente desde hace mucho, por eso nos salimos”, explicó. Dentro de las oficinas municipales, el juez de paz Apolinar Yáñez admitió que la policía teme a las bandas, a las que describió como “grupos muy bien armados y muy peligrosos”. “No menciono quiénes son ni nombres y no digo qué es lo que hacen, las actividades a que se didican. No quiero problemas”, agregó Yáñez. “Pero estaban amenazando a la policía”. Desde que los policías renunciaron, muchos en Villa Madero dice que temen salir de sus hogares. “Hay miedo que les afecta a todos”, afirmó Enrique Acerra, de 70 taños, que tiene un comercio de ropa usada. “Sentirse seguro, eso es difícil”.